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Cinderella Man

Cinderella Man


Compositor : Newman, Thomas
Año : 2005
Distribuidora : Decca
Duración : 46:49

Muy bueno
Tracklist:
  1. Inside Out (01:20)
  2. Shim-Me-Sha-Wobble (01:03) Mole, Miff and his Molers
  3. Mae (01:16)
  4. Change of Fortune (01:15)
  5. Weehawken Ferry (02:43)
  6. Cold Meat Party (00:40)
  7. All Prayed Out (02:38)
  8. Tillie's Downtown Now (02:19) Freeman, Bud and his Windy City Five
  9. Three Bucks Twenty (01:01)
  10. Corn Griffin (01:12)
  11. Shoe Polish (00:48)
  12. Londerry Air (00:27) Paul Giamatti
  13. Hope of the Irish (00:52)
  14. Hooverville Funeral (02:54)
  15. Fight Day (03:39)
  16. Good as Murder (00:51)
  17. We've Got to Put That Sun Back in the Sky (01:27) Roane's Pennsylvanians
  18. No Contest (01:08)
  19. Pugilism (01:06)
  20. Bulldog of Bergen (01:42)
  21. Big Right (02:50)
  22. 9, 4, 2, Even (01:27)
  23. Cinderella Man (04:48)
  24. Turtle (03:21)
  25. Cheer Up! Smile! Nertz! (04:02) Eddie Cantor

Con tanto músico de cine en la familia, era difícil que Thomas Montgomery Newman pudiera abrirse camino en otro campo. Lo intentó; con el master de composición musical de la Universidad de Yale a sus espaldas, Tommy hizo sus pinitos como teclista de rock junto a grupos de escueto porvenir como The Innocents o Tokyo 77. Le molaban las percusiones con ritmos sincopados, las influencias más genuinamente africanas del jazz. Pero cuando, en 1983, John Williams le propuso hacerse cargo de las orquestaciones de El retorno del Jedi, el hijo de Alfred Newman, hermano de David Newman, sobrino de Lionel Newman y primo de Randy Newman sacó del armario su verdadero talento melocinematográfico que, bajo una forma u otra, debe ser que también se lleva en la sangre...

Sin embargo, la marca Newman -de los Newman de toda la vida- no logró exorcizar completamente las inquietudes del joven compositor. Su destreza interpretando él mismo las marimbas en American Beauty y el piano en casi todas sus bandas sonoras con cancha para este instrumento demuestran que Thomas Newman es algo más que un compositor de cine y que disfruta de la música también en su faceta más interpretativa.

Ya desde su primera banda sonora para el cine, Reckless (1984), Thomas pasará seguramente a los anales por ser el compositor más utilizado en los trailers que Hollywood emplea para la promoción de sus películas a punto de estrenar. Del mismo modo, no pocos spots televisivos de nuestro país se han servido de la partitura que Newman compuso para la escena de la bolsa flotante de American Beauty como referente musical.

Música y deporte

Algo curioso en la música de Thomas Newman es, por otra parte, su ubicuidad en las retransmisiones y documentales deportivos. Durante los juegos olímpicos de Sidney (2000), las músicas que enlazaban unas retransmisiones con otras se sirvieron constantemente de fragmentos de Erin Brockovich (2000), The Shawshank Redemption (1994) y How to Make an American Quilt (1995) como universo sonoro. La cadena americana NBC admite asimismo que recurre con frecuencia a la música de Thomas Newman para sus biografías sobre deportistas.

En consecuencia, no es de extrañar que Ron Howard pensara en él a la hora de plantear una música para la biografía de un deportista de élite que hizo historia en Estados Unidos: el boxeador Jim Braddock.

Cinderella Man, basada en una historia de Cliff Hollingsworth, es el prototipo de leyenda americana llevada al cine. Si el pugilismo estaba de enhorabuena por la fama acreditada por Million Dollar Baby, con Cinderella Man asciende a la categoría de culto patriótico. “Cuando América estaba de rodillas, él puso a todo el país de pie...”, reza el eslogan de la película.

El deporte, como la guerra, tiene en el cine un tratamiento épico del que la música sirve como catalizador. Empleando estilos bien distintos, de los Carros de fuego de Vangelis al Rudy de Jerry Goldsmith o el Rocky de Bill Conti, determinadas escenas, y la música de tan determinadas escenas, han pasado a convertirse en arquetipos. No hay que ser fan deportivo para sacar adrenalina de esas epopeyas en las que gente humilde, incapacitada, acomplejada ante un reto, saca fuerzas de flaqueza y marca un triunfo personal... Ningún productor desestima un guión de estas características, por sobado que parezca el tema, si le añadimos el acicate de una música ad hoc.

Cinderella Man narra la historia de un boxeador caído en el olvido, en plena era de la depresión (1935), que derrotó al campeón de pesos pesados Max Baer en un apoteósico combate,

Se dice de Russell Crowe que siempre prepara sus papeles a conciencia, y este caso no fue una excepción, puesto que el actor se dislocó el hombro, retrasó el rodaje de la película más de dos meses y pasó las de Caín durante la grabación de cada escena (aunque una sesión hotelera de lanzamiento de teléfono en Nueva York demostró después que había recuperado ya la fuerza...).

Hollingsworth, el guionista, sabía que se trataba de un guión fácil y puede que se relajara demasiado... En la película, en pleno 1933, Braddock narra el sueño de una cena en el Ritz con su héroe Mickey Rooney, cuando en la realidad el actor tendría unos 13 años y todavía no se había dado a conocer en el cine, salvo que por su verdadero nombre, Michael McGuire.

Pero estas sutilezas pasan por alto en la atención del espectador, quien se queda con la frase: “Necesito creer que cuando las cosas van mal puedo cambiarlas”... Con su música, Newman subraya ese corolario; describe cuan mal andan las cosas alrededor de Braddock y cuan elevado parece su espíritu de lucha.

Jim Braddock era tenido por los críticos en 1929 como el principal aspirante a campeón de los pesos pesados de Estados Unidos. Pero la depresión del país dejó también huella en su carrera y en su trayectoria familiar (Renee Zellweger interpreta a su esposa Mae), pasando de una vida de lujo a la miseria en pocos años y abandonando la práctica del deporte. Incapaz de encontrar trabajo, Braddock se ve forzado a volver al ring como un favor personal de su antiguo manager y sin apenas sueldo; de nuevo entre las cuerdas, toma energía para una carrera imparable hasta la cima.

Las críticas a la película se refieren casi siempre a la escasa manejabilidad del tándem Howard-Crowe dentro del cuadrilátero. En comparación con las tomas de cámara del Toro salvaje de Scorsese (tenida por los críticos como la mejor película de boxeo, desde el punto de vista técnico) las escenas de combates carecen de pegada; pero admiten que tanto la dirección de Howard, como la interpretación de Crowe e incluso la música de Newman van en otra dirección, la de la lucha interior.

Howard y Crowe ya habían ejecutado juntos escenas de intensidad dramática, tanto en la dirección como en la interpretación, en A Beautiful Mind. El papel de contra-personaje que de manera magistral ejecutara Ed Harris en aquella ocasión, corresponde en Cinderella Man al actor Paul Giamatti (Entre copas), que interpreta al manager de Braddock, Joe Gould, con un abanico de interpretaciones a base de ansiedad y sentimientos cortados.

Con un metraje arriesgado (140 minutos), la película de Howard y la música de Newman repasan la fragilidad de un mito surgido en plena época de la depresión, un héroe mediático que pasa de todo a nada de la noche al día y empieza su lucha y su triunfo desde el suelo hasta el cielo.

Banda sonora con calzador

En nuestras entrevistas de BSOSpirit hemos podido constatar en ocasiones las tensiones que muchas veces surgen entre directores de cine y compositores a la hora de concretar qué tono va a tener la música de una película. Cinderella Man huele a banda sonora “con instrucciones”.

Lo cierto es que Thomas Newman no es tampoco un aprendiz ni un autor de música indefinida. Puede hablarse de un sonido Newman, como puede hablarse de un sonido Horner o un sonido Barry. Las partituras escritas durante los últimos 20 años, reiterados premios y nominaciones, dan fe de una solera plenamente justificada.

El peso de los instrumentos del folklore irlandés (flautas, flautines, mandolinas y violines isleños) en paisajes sonoros contradictorios huelen a “sírvame usted una banda sonora del tipo de Camino de perdición, con estridencias hornerianas de Titanic y sin que se note”.

Lo cierto es que Newman tampoco renuncia a sus virtudes y sortea el encargo con la sutileza que impregna algunas de sus piezas más históricas, como el "Ghost Train" de Tomates verdes fritos. La banda sonora incluye también muchos temas de época, algo en lo que Newman siempre sale ganando, por su carácter de compositor ecléctico que sabe acompañar estándares de toda la vida con piezas instrumentales perfectamente ajustadas.

En "Pugilism", el compositor se mete dentro del cuadrilátero, obvia las fanfarrias y resalta un juego de percusiones “marca de la casa”. En "Weehawken Ferry" demuestra que las escenas de intensidad más dramática pueden cocinarse con buen gusto sin la carga acostumbrada de miel o azúcar. En el capítulo de las canciones, no hace falta que nadie le explique a Newman por qué sacar a lucir al saxo tenor Bud Freeman en "Tillie’s Downtown Now", a los Roane's Pennsylvanians en "We’ve Got to Put that Sun Back in the Sky" y a Eddie Cantor en su embleámtico "Cheer Up, Smile, Nertz".

Lo Mejor: Los ambientes sombríos se le dan muy bien a Newman. Su paleta tiene una amplia gama de tonalidades oscuras que marcarían a la perfección cualquier proyecto cinematográfico sobre la era de la depresión, los gangsters y la América profunda.

Lo Peor: Howard persigue en esta película una escenografía estrictamente ajustada al cánon de A Beautiful Mind. En aquella ocasión fue James Horner quien cumplió con el encargo de la música y, de algún modo, Cinderella Man se resiente -también en la música de Newman- de unas instrucciones demasiado fijas, con poca cancha de creatividad.

El Momento: La delicadeza con que Paul Giamatti acomete silbando "Londonderry Air" en una escena de máxima pegada sentimental, demostrando que el apoyo musical de las emociones en una banda sonora no siempre depende de la cantidad de instrumentos o de secciones orquestales de que se disponga.

Jordi Montaner

 
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