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The Company

The Company


Compositor : Varios autores
Año : 2003
Distribuidora : Sony 93092

Muy bueno
Tracklist:
  1. My Funny Valentine - Elvis Costello
  2. Menuett - The Budapest Philharmonic Orchestra
  3. The World Spins - Julee Cruise
  4. Rabekin/Light Rain - Russ Guthier
  5. Appalachian Waltz - Yo-Yo Ma
  6. My Funny Valentine - Chet Baker
  7. My Funny Valentine - Marvin Laird
  8. Ray One from Creative Force - John Zeretzke
  9. Curtain Calls - Van Dyke Parks
  10. My Funny Valentine - The Kronos Quartet
  11. Pas Redoublié - The Budapest Philharmonic Orchestra
  12. Blue Snake & Zebras - Van Dyke Parks

En esta película no hay música de cine; se trata de cine de música. Robert Altman es un aficionado a este subgénero. Con Nashville (1975) y Kansas City (1996), el director americano puso su experiencia televisiva (trabajó en sus primeros años como director de retransmisiones deportivas y también de series dramáticas como Bronco, Bonanza, Sugarfoot o Alfred Hitchcock Presents) al servicio de una indagación entre los bastidores de la música country o el jazz.

The Company se asemeja sobre todo a Kansas City en su realización casi documental. Con un guión escueto y sin apenas montaje, ambas películas exploran con una técnica parecida al directo televisivo la trastienda del arte propio de las bandas de jazz o las compañías de danza, así como la vida íntima de sus protagonistas. Hay actores que interpretan y hablan, pero sus palabras y su interpretación sólo sirven para vestir una escena permanentemente activa, sin pausas, sin puntos de vista ni concesiones de ningún tipo. También en ambas películas hay música y músicos; una música que forma parte de la construcción de la película y que los intérpretes sólo ejecutan, eso sí, con una sonoridad de primer plano. Si con Kansas City las piezas de Ellington ya estaban seleccionadas y Altman se limitó a buscar un elenco de los mejores solistas de jazz para ejecutarlas en una regrabación impecable, en The Company recurre a una compañía de Chicago y a sus bailarines, para los que selecciona piezas musicales de perfecta ejecución, entre el jazz, los standards americanos y la música clásica. Hay, sin embargo, dos secuencias de baile cuyo metraje y ejecución requerían una música inédita, para la que Altman no pensaba tanto en compositores como en músicos con una larga trayectoria como arreglistas; y optó en este caso por Van Dyke Parks.

Discípulo de Hitchcock

El mago del suspense fue quien ejerció de padrino de Robert Altman como realizador de televisión allá por los años 60. Hitchcock se reconoció en aquel joven documentalista salido del ejército y capaz de convertir la cámara en un tercer ojo humano. El paso de Altman a la gran pantalla, sin embargo, no se produjo hasta 1969, cuando se le ofreció la oportunidad de dirigir un guión titulado MASH que ya había sido rechazado con anterioridad por 15 realizadores...

Su relación con la música de cine siempre ha sido compleja y difícil. Ya con MASH, Robert Altman impuso que la letra del tema principal fuera un poema escrito por un niño (su hijo), titulado Suicide Is Painless... Posiblemente fuera esa extraña seguridad en sí mismo y su "genialidad" técnica lo que cautivara a Hitchcock para encargarle la dirección de la serie Alfred Hitchcock Presents. Altman, además de cineasta, fue de muy joven el inventor de un sistema de identificación de mascotas llamado Identi-Code y que consistía en tatuar a perros o gatos un código identificativo... Nadie sabe cómo consiguió tatuar al mismísimo perro del presidente Truman. También hizo sus pinitos como diseñador cuando, en 1995, diseñó una serie de relojes titulada Time To Reflect para la marca Swatch y a fin de conmemorar el centenario del nacimiento del cine...

Reflexión artística

Robert AltmanLa reflexión en torno a las costumbres y el arte ha sido siempre el leit motiv de la filmografía de Altman, y The Company indaga con una crudeza realista en el que posiblemente fuera el primer arte de la humanidad: la danza.

Consideran los antropólogos que los primeros instrumentos musicales urdidos por el hombre (basados en percusión y vientos ejecutados con huesos de animales) tenían la misión de acompañar determinadas danzas rituales.

Danza y música han ido de la mano desde los albores de ambas disciplinas. Cuando los grandes compositores de los siglos XVII al XIX no tenían la posibilidad de crear música para cine, tenían presente, en cambio, las posibilidades que la danza y el ballet ofrecían a su creatividad. El séptimo arte tampoco ha permanecido ajeno a esta relación, y películas como The Turning Point (1977), de Herbert Ross, se han encargado de inmortalizar la rutina de los bailarines profesionales (la película fue puerta de entrada de Mikhail Baryshnikov al mundo del cine) en celuloide. Pero Robert Altman no quería convertir The Company en una película sobre bailarines sino en una reflexión artística sobre el mundo de la danza. De forma mucho más próxima, casi idéntica, el cineasta francés Nils Tavernier ha trabajado este mismo año en un documental titulado Tout près des étoiles, sobre el quehacer cotidiano y las historias personales de los componentes del Ballet de la Ópera de París.

The Company no es una película convencional. Con sólo tres actores (Neve Campbell, Malcolm McDowell y el debutante James Franco), la cinta se adapta a la rutina de trabajo del Jeoffrey Ballet of Chicago a lo largo de unos días que coinciden con las fiestas navideñas y el año nuevo. No hay trama, los diálogos (algo típico del cine de Altman) se pisan unos a otros y la mayor parte de las frases quedan sin acabar... Pasan muchas cosas al mismo tiempo y el espectador se ve invadido por una sensación de desorden que contrasta con la nítida y diáfana ejecución de cada pieza de ballet. La función de la música de Van Dyke Parks es precisamente la de contrastar las escenas "artísticas" con las rudimentarias. La película no tiene trama, pero sigue un ritmo arrollador, animal, buscando constantemente salidas imprevistas, imposibles.

"¿Cómo puedo explicar a un actor, guionista o músico qué es lo que deseo ver reflejado en mi película, cuando lo que deseo ver reflejado es precisamente algo que aún no he visto?". De este modo sintetiza Altman su talante improvisador. Los fallos, los accidentes resultan mucho más atractivos a los ojos de este cineasta que todo lo previsto o previsible.

Un claro ejemplo es la escena en que Neve Campbell llega tarde a su apartamento, tras triunfar en su número de ballet y pasar la noche trabajando de camarera para ganar el dinero con que pagar sus estudios... Sola, exhausta, prepara su cama para irse a dormir y, de pronto, empieza a llorar desconsoladamente. Son escenas incoreografiables que requieren una música incidental para la que Van Dyke Parks se muestra más que preparado.

La música

Van Dyke Parks es un veterano arreglista y ocasional compositor (Goin' South, The Two Jakes, Wild Bill y My Dog Skip) que sabe moverse en el segundo plano. Colaborador habitual de Brian Wilson (Beach Boys), Ry Cooder, Randy Newman y otras figuras del rock, responsable de múltiples orquestaciones y arreglos solistas, Van Dyke Parks asumió el proyecto de Altman con dos misiones concretas: ambientar las escenas de intimidad sin ballet de fondo (en el CD sólo se incluye la pieza Curtain Calls) y poner música a la única coreografía montada sin música previa con la que acaba la película (la divertida Blue Snake And Zebras)... Si el difunto Bob Fosse levantara la cabeza, las partituras de su fiel aliado musical George Burns correrían peligro.

El compositor es consciente de que la base musical de la película no es su música, pero confecciona un ambiente orquestal ajustado como mano a un guante, perfecto. Son pocos los efectos dramáticos artificiales, salvando la escena de una bailarina que en el mejor momento de su carrera se rompe la pierna en un ensayo y debe ser sustituida (sospechosa coincidencia con la trama de 42nd Street). La música protege su mezcla de dolor y decepción ante la indiferente mirada de un director de baile (Malcolm McDowell) que pide su sustitución, un amanerado y pomposo italo-americano para el que McDowell no es capaz de prescindir de su elegante dicción inglesa (resulta poco creíble).

My Funny Valentine protagoniza con diversas versiones toda la música de baile. Es la pieza con la que Ry (Neve Campbell) triunfa, también la que le une a su improvisado prometido (James Franco).

Piezas clásicas de Bach o Saint-Saens, una canción del trío Badalamenti/Lynch/Cruise y la inevitable pieza étnica de Oriente Medio (que parece haber sustituido al folklore celta entre las sonoridades cinematográficas más socorridas) completan el repertorio melocinematográfico.

Lo Mejor: My Funny Valentine. Este standard de Richard Rodgers y Lorenz Hart está resultando un tema muy socorrido en las BSO. El tandem Minghella-Yared encabezó con esta canción la música de The Talented Mr. Ripley, y Mark Isham la incluyó también en su selección de standards para The Cooler. Altman disfruta y se recrea en esta canción, que aparece en cuatro versiones distintas: Elvis Costello, Chet Baker (rescatado de la historia), el dúo compuesto por Marvin Laird (piano) y Clay Ruede (cello) y el célebre Kronos Quartet. "You look so laughable, unphotographable, but you're my favorite work of art..." (Das risa, romperías cualquier cámara, pero eres mi pieza de arte favorita)... Se trata de una canción tan triste como simpática.

Lo Peor: La omisión en el disco de temas incidentales de Van Dyke Parks. El mejor ejemplo es el de la escena en que Ry (Neve Campbell) regresa a su apartamento después de un día triunfal y, sin motivo aparente, se echa a llorar en su atroz soledad. En el CD se incluyen sólo las pistas bailadas.

El Momento: La íntima relación de músicas y danzas alcanza su zénit en The World Spins. Se trata de una canción compuesta por otro músico de cine, Angelo Badalamenti, con letra de otro director, David Lynch. Canta, cómo no, Julee Cruise, y las peripecias del cuerpo de baile del Jeffrey Ballet of Chicago, suspendido en el aire con escuetas cuerdas, proporciona una sensación de flotación de enorme belleza, que en cierto modo se retrotrae a las peripecias de Le Cirque du Soleil.

Jordi Montaner

 
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