Cuando me sugirieron la idea de que echara un vistazo a la primera edición, y espero que precedente de otras muchas, de este libro, dos palabras vinieron a mi mente en primer lugar: “Por fin”.
Y es que para alguien que durante toda su época de estudiante no contó con la presencia de la música entre los métodos de enseñanza de sus profesores y tutores, pues no parece muy difícil de prever, que mi reacción inmediata fuera otra, sino el completo entusiasmo.
Porque en primer lugar, la innovación motiva, en segundo lugar, la novedad atrae, y en tercero, una de las máximas de uno de los mejores profesores que he tenido en mi vida, ya durante mis años de carrera en la Universidad de Deusto, el Señor Eduardo Gómez Estrada, era hacer partícipes a sus alumnos de un modo de enseñanza en el que el Maestro, el Educador, pasaba a ser uno más con el Grupo, un igual, que enseñaba, no adoctrinaba, basándose en los ejemplos de la vida cotidiana para estimular nuestras capacidades. Y qué mejor método para estimular estas capacidades, para ser uno más junto al alumnado al exponer sus clases, que emplear el mundo de la música, y la música de cine en particular, para lograr el milagro de hacer lo que muchos de nosotros en nuestra infancia y adolescencia creíamos imposible. Ante una mayoría de profesores desmotivados, que hacían de su modelo de enseñanza algo carente de estímulos para el alumno, que no inspiraban o conseguían involucrarse en lo que enseñaban, hacer de la enseñanza un mundo divertido, emocionante, adictivo, atrayente, y qué mejor sistema, que olvidando los errores del pasado (la letra con sangre entra, el estudio como papagayos, como tan bien comenta nuestro compañero David Doncel en el prólogo) y tornando el aprendizaje en una ilusión más que en una obligación para el alumnado.
Libros como éste, nos acercan más a ese objetivo, nos lo presentan cercano, muestran un camino a seguir, de entre los muchos que se pueden tomar, y no hay ninguna duda, que de entre todos esos caminos, el de la música, sin titubeo alguno, es uno de los más acertados para estimular la creatividad, la imaginación, y las ganas de convertirse en una esponja para absorber la mayor cantidad de conocimientos posible. Para a través de las emociones, canalizar la sugerencia que la música nos ofrece logrando que lo aprendido no caiga en saco roto, y no se olvide tan pronto como algo más estimulante ocupe su lugar. Convertir la docencia en ese algo más estimulante que motive al alumno a aprender, y porqué no, hacerlo mediante la música.
El autor, David Martínez Baladé, un congresista más año tras año, al Festival Internacional de Música de Cine Ciudad de Úbeda, que este año celebra su quinta edición, demuestra su amor y pasión por la música de cine no sólo dedicando su ocio a conocer nuevas melodías, nuevas composiciones y temas, o acudiendo a eventos como el de la ciudad jienense, sino trasmitiendo en su trabajo diario esa pasión y esas ganas de conocer, empleando la música como medio, aliciente y conductor de la enseñanza. A lo largo del texto idea diversas actividades que ayuden al niño a expresar y conocer sentimientos, sensaciones, nuevas culturas, nuevos ritmos, aplicando la música como catalizador y medio para ayudar a entender conceptos, porque la música, como bien señala David forma parte de la vida cotidiana de los niños y de los adultos:
“Educar es intervenir en la vida de los alumnos/as, por ello debemos usar cualquier estrategia positiva que incida en su formación integral. La música en general y la de cine en particular es una de las mejores estrategias que se pueden usar. Con ella tenemos la posibilidad de introducir conocimientos, valores, intereses, en definitiva todo aquello que consideremos los docentes que pueda ser positivo en la formación del niño/a. "
Porque con la ayuda de la música de cine podemos presentar de un modo más eficaz algunos temas. Temas tan difíciles de tratar como la violencia, el racismo o la discriminación entre otras muchas son más fáciles de tratar si usamos canciones o temas de cine para ellas”.
De un modo didáctico y sencillo, lleno de detalles sobre una variada serie de aplicaciones, dando diferentes opciones sobre cómo y en qué variadas formas emplear la música de manera divertida, motivacional, plausible, pues no se requiere de grandes medios técnicos para aplicarla, y sobre todo, muy creativamente, el texto nos lleva a comprender las diferentes utilidades de la música en la educación del niño. Sin demagogia, ni ninguna gana de adoctrinar, o sentar cátedra, sino de aconsejar, de mostrar uno de los muchos caminos para la enseñanza, pero siempre teniendo al alumno como epicentro. Olvidándose de egocentrismo, de ponerse el profesor en primera línea sin tener en cuenta las ganas de aprender del alumnado, sin pensar en la motivación o en despertar el ansia de conocimiento del niño, y dejando preceptos cuadriculados del pasado atrás, para mostrar un ejemplo activo, una opción, que ayude no solo a nuevos profesores que se lancen a emplear la música como un elemento más para instruir, sino lo más importante y necesario, que enseñe a las nuevas generaciones a abrir su mente a la música. Que les muestre que a través de ella se puede conocer muchas de las enseñanzas que sólo el tiempo nos concede aprender, y sobre todas las cosas, como mi buen amigo y profesor, Eduardo Gómez, nos ilustraba en cada una de sus clases, el autor, nos enseña a situarse con el alumnado, no por encima, sino siendo uno más, demostrando pasión en lo que se quiere transmitir, a través de la música, haciendo de ésta el McGuffin para lograr el aprendizaje. Y de la forma más complicada de lograr, con la total entrega del alumno ante lo nuevo, ante lo divertido, descubriendo a través de la música, con ésta como fiel compañera.
El autor no deja de lado tampoco al profano en la materia, al tratarse de un vasto mundo el de la música de cine, proporcionando listados con diferentes y variados temas para cada una de las posibles utilidades, materias, o clases en las que esta música desee emplearse, para cada uno de los objetivos a alcanzar:
Estimulación a la lectura, acompañamiento de otras actividades, educación musical, relajación, inducción a la concentración, desarrollo de la imaginación para describir lo que la música sugiere en cada persona, desarrollo rítmico del niño, creación de obras a interpretar en base a la creación musical elegida,…
El empleo de la música para apoyar la docencia, como método de lograr la asimilación más efectiva de los temarios propuestos, y los diferentes métodos planteados para llevar a cabo estas ideas en suma, hacen de este libro un manual de consulta ideal para todo profesor que se precie de estar al día en nuevas propuestas de enseñanza, y que siga viendo la aventura de transmitir conocimientos, como un reto apasionante al que gustoso dedicar una vida y un oficio del que sentirse orgulloso.
Sin duda alguna, David Martínez Baladé puede sentirse satisfecho con esta obra, y por supuesto recomendada queda, ya no solo para mostrarse como un punto de partida para el estamento docente, sino para cualquier aficionado que desee sentirse ufano al observar como temas míticos para él son empleados para que una nueva generación conozca nombres de genios de la música de cine como los grandes Jerry Goldsmith, Basil Poledouris, John Williams, Bernard Herrmann, Alfred Newman, Dimitri Tiomkin, Franz Waxman, Alan Silvestri, James Horner, David Raksin, James Newton Howard, o Henry Mancini entre otros muchos, compositores que a lo largo de nuestras vidas, nos han regalado incontables momentos mágicos, y horas de puro deleite y satisfacción, un auténtico regalo, que gracias a este libro se perpetuará un poco más, y quien sabe, quizá acabe siendo una pequeña semilla, para descubrir un nuevo talento en años venideros, entre las nuevas generaciones.
¡¿Quién sabe?!
Asier G. Senarriaga |