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Into the Wild

Into the Wild


Título en español: Hacia Rutas Salvajes
Compositor: Vedder, Eddie
Año: 2007
Distribuidora: J Records
Duración: 33:04

Muy bueno
Tracklist:
  1. Setting Forth (01:37)
  2. No Ceiling (01:34)
  3. Far Behind (02:15)
  4. Rise (02:36)
  5. Long Nights (02:31)
  6. Tuolumne (01:00)
  7. Hard Sun (05:22)
  8. Society (03:56)
  9. The Wolf (01:32)
  10. End Of The Road (03:19)
  11. Guaranteed (07:22)

En 1993, el periodista estadounidense Jon Krakauer recibió el encargo de investigar la desaparición y muerte de Chris McCandless, un brillante universitario que, el mismo día de su licenciatura, desapareció del mapa con un cheque de 24.000 dólares en concepto de beca. Su familia supo después que ese cheque había sido donado por Chris a la organización Oxfam y que la policía había encontrado su coche abandonado en medio del desierto.

Krakauer tardó casi dos años en reconstruir la historia, de la que salió un libro ganador de premios y éxito de ventas: Into the wild (traducido en español como Hacia rutas salvajes). A través de cartas, escritos, testimonios y entrevistas, el periodista recompuso la odisea de Chris McCandless quien, para despistar, cruzó el país de costa a costa haciéndose pasar por Alexander Supertramp. Era un universitario ejemplar, muy leído y ducho en habilidades, y lo que atrayó a tantos lectores hacia su historia fue la razón de su osada y tal vez suicida travesía. Krakauer aporta pistas, pero se niega a sacar conclusiones. Sean Penn, a quien la historia caló hasta el tuétano, abunda en lo mismo en su película.   

El lado más oscuro de la carretera

McCandless no estaba más loco que yo ni que tú. De todo cuanto aprendió en su adolescencia, lo principal fue la locura con la que opera el mundo, empezando desde el modelo de unidad familiar al de dios o patria. Sabía que Homer no era sólo el nombre del padre de Bart Simpson; que Rousseau, Byron, Kipling, Tolstoi, John Muir o Jack London llevaban años denunciando la alienación humana desde paraísos perdidos, y decidió romper con todo.

¿Quién no se ha detenido frente a un paisaje inmaculado, profundo, salvaje, y ha imaginado perderse en él para siempre? McCandless llevó esa imaginación hacia el extremo y rescindió el contrato social.

Tal y como interpreta Emile Hirsch en la película, conduce el coche hasta que no queda ni una gota de gasolina, se desprende de toda identificación o pertenencia (hasta de su nombre y apellidos) y se adentra en lo que para tantos no sería más que la nada y que, para Chris, supuso lo entonces todo.

Krakauer y Penn se limitan a explicar qué hizo. Cámara en mano, Penn decidió rodar al aire libre en los mismos escenarios que el joven ulises pisó, dramatizando con un elenco de actores amigos (de William Hurt a Hal Holbrook), su odisea particular con final amargo.

¿Fue una búsqueda o una huída? Probablemente las dos cosas. ¿Un suicidio? Probablemente no, puesto que sólo tuvo la certeza de que iba a morir cuando accidentalmente se envenenó con unas plantas silvestres.

Sean Penn y Jon Krakauer
Sean Penn y Jon Krakauer posan donde unos cazadores dieron con el cuerpo sin vida de Chris McCandles

Cuentan que Daniel Defoe también sacó su Robinson Crusoe de un suceso real, y que Rudyard Kipling inspiró su Libro de la selva en testimonios locales; pero la prueba es tan dura que se antoja incluso inhumana. Como Krakauer y Penn, el joven actor Emile Hirsch se metió tanto en la historia que aceptó rodar escenas muy arriesgadas sin extras y dedicar por entero dos años al proyecto, llegando a perder hasta 40 kg de peso en el rodaje.

Emile Hirsch
Emile Hirsch

La naturaleza atrae con la misma facilidad que siega vidas; no es esa "mamá" tierna que Disney se obstinó a dibujar, sino un universo de soledad y sufrimiento, de gozo pasajero y de cósmico pavor. Sin embargo, es de donde todos procedemos, es nuestra infancia como especie, nuestra invencible fortaleza de secretos veraneos.

Jack Kerouac y la generación de los beats fueron los últimos poetas en reivindicar una rescisión del contrato social y el regreso a la selva.

Como la película de Penn atestigua, todavía quedan hippies escondidos por lo más inaccesible de Estados Unidos, y espíritus nobles a quienes la naturaleza sigue atrayendo hasta las lágrimas. Su vida, no obstante, es todo menos fácil.

Into the Wild
Into the Wild
Into the Wild
Into the Wild

Tras los pasos de Dylan

Pese a que en América predomina una moral sobria y conservadora (propiedad privada, familia, dios y patria), la historia de Estados Unidos la han escrito individuos marginales, transgresores y hasta cierto punto forajidos. La libertad, puede que tan salvaje como la naturaleza del país, desafía y pone en cuestión todos los demás preceptos, generación a generación.

En música, Woody Guthrie fue en este sentido el primero en hacer acopio de tradiciones folklóricas nativas, europeas y africanas, para acuñar un género nuevo: la balada del antihéroe.

No fue hasta los años 60 que el cine importó baladas con las que arropar el carácter legendario de los forajidos, y a principios de los 70 esas baladas empezaron a sentar cátedra. Joan Baez (con la inestimable ayuda del maestro Morricone) estampó en el rostro de la opinión pública americana una balada para dos inmigrantes ajusticiados, Sacco y Vanzetti, en la película de igual nombre. Easy Rider, por su parte, demostró incluso que podía hacerse una banda sonora exclusivamente a base de baladas. Pero la aportación más sonada al baladismo cinematográfico fue la de Bob Dylan con Pat Garrett And Billy The Kid. En cierto modo, Dylan marcó un registro que pocos osaron aplicar en los 80 o 90. Springsteen, por ejemplo, se limitó a incluir baladas aisladas a películas antiheróicas y reivindicativas como Philadelphia o Dead Man Walking.  

Eddie Vedder, en cambio, quedó contagiado de la historia de Krakauer tanto como Penn. El vocalista de Pearl Jam y el actor-director encararon conjuntamente el proyecto de la película y se implicaron por igual en el mensaje a transmitir: la denuncia de una sociedad absurda, la fragilidad de los sueños humanos y la búsqueda obsesiva de la pura felicidad, el coraje de decir "no" y asumir las consecuencias.  

Sean Penn y Eddie Vedder
Sean Penn y Eddie Vedder

La película Into the wild, en consonancia, se rodó con bajo presupuesto y con una dirección artística comparable a una de esas películas de realizadores noveles afro-asiáticos que tantos laureles cosechan en los certámenes europeos.

La música de Into the wild, por tanto, no se basa en orquestaciones ni en lujosas colaboraciones solistas. Vedder recurre a grabaciones de estudio con instrumentaciones muy escasas y, eso sí, canciones con letra de himno.

Por más que el disco haga exclusivamente acopio del material firmado por Vedder, la música de la película va más allá. En la película, la canción estrella (que el propio Emile Hirsch tarararea en más de una ocasión) es King of the road, un viejo éxito de Roger Miller.

Michael Brook
Michael Brook

El veterano Michael Brook aporta su "guitarra infinita" a escenas desprovistas de narración, a modo de música ambiental. El todavía más veterano bluesman Charlie Musselwhite aporta a la gama sonora un instrumente imprescindible en toda balada americana: la armónica; y la guitarrista, compositora y cantante novel Kaki King puntea la guitarra "cuello de botella" con una estridente precisión que recuerda a Ry Cooder.

Kaki King
Kaki King
Charlie Musselwhite
Charlie Musselwhite

Bob Dylan se implicó también del todo en la película de Peckimpah, hasta el punto de merodear en las sesiones de rodaje y aparecer discretamente en la pantalla encarnando al personaje de Alias. La idea de que la conquista del Oeste no fue sólo la historia de un triunfo del bien sobre el mal, lastra este film crespuscular con una música en la que cada balada restaura el valor de la amistad, el dolor de la traición, la soledad frente a la muerte... Como Vedder, Dylan se hizo acompañar también entonces de músicos de segunda fila aunque de excelente reputación: Roger McGuinn, Bruce Langhorn, Russ Kunkel, Jim Keltner, Terry Paul o Booker T.

Balada a balada

Aunque la RAE defina la balada como "composición poética de carácter lírico dividida generalmente en estrofas iguales, y en la cual, por lo común, se refieren sencilla y melancólicamente sucesos legendarios o tradicionales", las baladas de Dylan o de Vedder parecen más escritas con balas que con letras. Sus mensajes tocan fibra y descomponen, irritan, sublevan.

Como líder contestatario de Pearl Jam, Vedder conoce como pocos las consecuencias de leerle la cartilla al sistema, pero en Into the wild trasciende la pura denuncia y remueve la conciencia individual. Son canciones de soledad para escuchar solo.

"Setting Forth" abre el disco con una invitación subversiva: "setting forth in the universe" (abriéndose al universo). Uno siente deseos de abrir la ventana y aspirar aire a todo pulmón, para luego arrullar el ánimo con los banjos y ukeleles de "No Ceiling" y su concisa insistencia: "up and disappear" (desaparecer del mapa, huir). El toque rockero al más puro estilo de Pearl Jam reaparece en "Far Behind": "Empty pockets will allow a greater sense of wealth" (los bolsillos vacíos otorgarán una mayor sensación de riqueza). "Hard Sun" sitúa al escuchador en medio de la nada y bajo el sol. Vedder se acompaña en sus místicas vocalizaciones de Indio Corin Tucker, autor también de la canción. "Society", más que una balada, es un puñetazo en la conciencia social... "If less is more, how are you keepin' score?" (si menos es más, ¿a qué estamos jugando?). "The Wolf" se olvida de la letra para ejecutar un qualy oriental al más puro estilo de Nusrat Fateh Ali Khan, de quien Vedder dice ser discípulo, y "Guaranteed" cierra el disco con un epitafio: "Consider me a satellite forever orbiting" (considérame un satélite dando vueltas sin cesar).

En un trabajo de estas características se agradece contar con la letra de todas las canciones, pródiga en frases que hace época.

No es extraño que la Academia saldara el reconocimiento a este trabajo con sólo dos nominaciones al montane y mejor actor secundario. Into the wild, por muy americana que sea, no alimenta el sueño americano sino más bien al contrario.

Lo mejor: La confluencia de músicos de poco caché aunque mucho talento en un proyecto que han hecho suyo por igual no hace sino reforzar el propósito del disco (y de este comentario): reivindicar el valor de la canción protesta en la música de cine, mucho más cercana al espectador que los temas orquestales o las canciones clásicas mejor cantadas.

Lo peor: La decisión comercial (Sony) de monopolizar la autoría musical y la promoción de la banda sonora bajo la insignia del cantante de Pearl Jam; por no reiterarme en la flagrante marginación de temas muy importantes en la película que no aparecen para nada en el disco.

El momento: “Guaranteed”. Vedder incluye dos minutos de puro silencio en esta pieza de guitarra y voz evanescente, a modo de homenaje a todo un antihéroe del fin de siglo.

Jordi Montaner

 
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