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The King's Speech

The King's Speech


Título en español: El discurso del rey
Compositor: Desplat, Alexandre
Año: 2010
Distribuidora: Decca
Duración: 41:00

Muy Bueno
Tracklist:
  1. Lionel and Bertie (2:11)
  2. The King's Speech (3:54)
  3. My Kingdom, My Rules (2:51)
  4. The King is Dead (2:06)
  5. Memories of Childhood (3:36)
  6. King George VI (3:05)
  7. The Royal Household (1:43)
  8. Queen Elizabeth (3:35)
  9. Fear and Suspicion (3:24)
  10. The Rehearsal (1:42)
  11. The Threat of War (3:56)
  12. Speaking Unto Nations (Beethoven Symphony no 7) (5:03)
  13. Epilogue (Beethoven Piano Concerto no 5 "Emperor") (3:56)

Un francés en la corte de Jorge VI
Alexandre Desplat ya sabe lo que es poner música al palacio de Buckingham. Su trabajo de 2006 para el biopic de Isabel II, The Queen, ya le valió una nominación al Oscar, una aspiración que acaba de repetir con The King’s Speech, protagonizada por el padre de la citada reina, Jorge VI. Si además tenemos en cuenta que el compositor francés escribió el año pasado el score de The Ghost Writer, protagonizado por un “imaginario” –aunque fácil de imaginar- ex primer ministro británico, da la sensación de que el compositor se ha hecho un sitio más que evidente en cualquier producción que quiera retratar la política y la monarquía del Reino Unido.

La diferencia musical entre el biopic de Jorge VI y el de su hija es que el de esta última era, en líneas generales, algo más solemne en su tratamiento, mientras que el de The King’s Speech intenta ser más cercano y familiar con el espectador. La película de Tom Hooper es el retrato de una amistad entre un príncipe que acaba siendo rey y un terapeuta australiano que le ayuda a recuperar la confianza en sí mismo.

El hilo conductor de la historia es la tartamudez del protagonista, Alberto Federico Arturo Jorge de Windsor, a quien conocemos en la película con el familiar nombre de Bertie. La primera imagen es un primer plano de un micrófono, presentado como un enemigo, como un obstáculo prácticamente imposible de superar para una persona capacitada para ser rey pero no para hablar en público.

La formación orquestal escogida por Desplat es de reducidas dimensiones. Solamente cuerdas, piano y vientos de madera. Y la música elegida para la ocasión no es majestuosa, como cabría esperar para retratar a la máxima figura de un imperio, sino desenfadada y dinámica, con un punto de gracia.

El tema principal, que escuchamos en “The King’s Speech”, ejecutado con piano, nos acerca a la persona, al ser humano vulnerable en sus defectos, un tema que ayuda al espectador a identificarse con el personaje, espléndidamente interpretado por Colin Firth. El Globo de Oro ya está en sus vitrinas y tiene muchas probabilidades de acabar acompañado del Oscar. Sin desmerecer en absoluto el trabajo de Firth, también es cierto que interpretar a personajes con algún tipo de incapacidad o defecto siempre ha sido de ayuda a la hora de hacerse con la estatuilla.

Ese tema principal acompaña la escena inicial de la película, mientras vemos a Bertie, por entonces duque de York, nervioso junto a su esposa Elizabeth poco antes de leer un discurso en el estadio de Wembley. Su angustia ante la situación contrasta con la gracia de ese tema principal, que gira hacia una vertiente más lenta y dramática cuando se enfrenta definitivamente al micrófono y a la multitud. Su defecto del habla y su fobia social quedan más que patentes, lo mismo que las miradas compasivas de los espectadores.

El mismo tema lo encontramos en otros cortes y escenas, como es el caso de la parte final de “My Kingdom, My Rules”, una versión algo más corta en “The Royal Household” o más lenta y desconsolada en un fragmento de “Fear and Suspicion”, antes de retomar su ritmo y desenvoltura habituales. Algunas de las escenas que emplean este motivo son precisamente las que establecen una mejor conexión con el lado humano del rey por su desenfado. Verlo en un coche tratando de decir un trabalenguas o dejando boquiabierta a la esposa de su terapeuta, que descubre al rey y a la reina en su propia casa, son de las que hacen que el público advierta la humanidad del personaje.

El terapeuta que lo ayuda es Lionel Logue -genial Geoffrey Rush-, un australiano sin ningún título de médico, amante de Shakespeare y con aspiraciones de actor. Como cabe esperar en una película de este tipo, el comienzo de la relación entre ambos personajes es difícil y transcurre con altibajos, derivados de la falta de autoestima del monarca. La mujer de Bertie (Helena Bonham Carter) ejerce de catalizador. Es el apoyo emocional del futuro rey y un elemento clave para facilitar la relación con el terapeuta.

En dicha relación es esencial otro elemento musical que evidencia la vulnerabilidad del Bertie desde una perspectiva dramática. Se trata de un tema creado a partir de la repetición de una misma nota de piano sobre acordes de la sección de cuerda, una repetición que ofrece una sensación de ciclo inconcluso, de música bloqueada incapaz de desarrollarse, ilustrando así la propia tartamudez. Lo escuchamos al principio de “My Kingdom, My Rules”, en “Memories of Childhood” –mientras Bertie explica a Lionel algunas circunstancias de su niñez- y también en “Queen Elizabeth”, cuando ya nombrado rey Jorge VI llora al lado de su mujer manifestando entre sollozos su incapacidad para el cargo. En la película también se oye ese motivo cuando Bertie desprecia a Lionel por su origen humilde y lo deja abandonado en un parque de Londres.

The King’s Speech es en realidad una película con poca música y muchos espacios para el silencio. Incluso algunos de los cortes del disco ni siquiera se emplean en el propio film. El primer track, “Lionel and Bertie”, no se escucha hasta el final de los títulos de crédito finales. Se trata de un tema de cuerdas agradable, dotado de cierta solemnidad, a semejanza de un himno, con una parte final de piano. Es seguramente la pieza que mejor ilustra una de las curiosidades de la grabación. Resulta que un ingeniero de sonido encontró en los estudios de Abbey Road los micrófonos originales ante los cuales los monarcas británicos recitaban sus discursos. Eran unos micrófonos exclusivos para la realeza y con ellos se grabó la banda sonora. El resultado es un sonido un tanto distante y, por así decirlo, anticuado. El comienzo de “Lionel and Bertie” es un claro ejemplo.

“My Kingdom, My Rules” empieza en tono dramático, con ese motivo asociado al defecto del habla del rey, pero adquiere después un ritmo dinámico y desenvuelto, con una agradable melodía de piano, mientras Elizabeth entra por primera vez a la consulta de Lionel.

Música dramática y con aire funesto conforma “The King Is Dead”, una pieza oscura de cuerdas, con apuntes de arpa, que acompaña la muerte de Jorge V, padre del protagonista. Su misma melodía es interpretada con arpa y acompañada con violín, cuando se asume que su primogénito, David, ha heredado la corona.

El tema de la vulnerabilidad del protagonista da comienzo a “Childhood Memories”, corte que más adelante da entrada a un adagio de cuerda y, posteriormente a un tema de piano. Ese final se escucha en la película en una escena bastante posterior a las confesiones de la infancia de Bertie ante Lionel. De hecho suena cuando asume el trono ante los miembros del Gobierno en St. James’ Palace y cuando vuelve a su casa como rey y se presenta ante su esposa y sus hijas.

Antes de esa secuencia tenemos “King George VI”, otro tema oscuro de cuerdas, bastante opresivo y rebosante de cierta amargura. Acompaña el momento en que Churchill le propone el nombre de Jorge VI como monarca. Bertie habla después con su hermano DavidEduardo VIII-, quien decide casarse con una norteamericana divorciada y abdicar, dejando el trono a su hermano menor.

“Fear and Suspicion” acompaña el enfrentamiento del protagonista con el arzobispo que debe coronarlo. Todo un guiño que la película cuente para este papel con el actor que interpretó al emperador Claudio, el tartamudo más memorable de la historia de la televisión, Derek Jacobi. Una escena de desconfianza entre Bertie y Lionel en la abadía de Westminster da paso a la reconciliación y a una de las escenas musicalmente más conseguidas, “The Rehearsal”. Es una pieza corta, fantástica, emotiva y crecientemente dinámica, con piano, cuerdas y maderas, en la que Lionel desdramatiza por completo la trascendencia de la ceremonia de coronación, logrando que Bertie recupere parte de la confianza en sí mismo.

Más grave es “The Threat of War”, una pieza con predominancia de cuerdas de carácter ciertamente fúnebre. Comienza cuando el rey ve imágenes de Hitler y ve abocada su nación a la guerra contra Alemania, y habla después con su primer ministro, que presenta su dimisión. La música continúa mientras vemos a Lionel y su familia escuchando la radio con el anuncio de un ultimátum. Cuando se oye por la radio que Reino Unido está en guerra, la música crece, apoyando el dramatismo de las palabras. En el tramo final, la música adquiere carácter de intriga, reflejando el nerviosismo por la inminente lectura del discurso con el que el monarca deberá anunciar la inevitable entrada del país en la segunda guerra mundial.

La lectura del discurso es seguramente la escena más recordada del film. Y pese a la trascendencia del mensaje, como público estamos todos mucho más pendientes del cómo que del qué. Los espectadores permanecen atentos a cada pausa, cada respiración, cada pronunciación, viviendo en piel propia el mal trago que supone para el protagonista leer unos pocos folios delante de un micro. La música escogida para esa escena –elección que no sé si puede atribuirse al director de la película, al propio compositor o a ambos- es el Allegretto de la 7ª Sinfonía de Beethoven, pieza que otorga al momento la solemnidad que requiere y que crece a medida que las palabras de Jorge VI fluyen cada vez con una cadencia más natural. En el CD lleva como título “Speaking Unto Nations”.

Acabado el discurso, todo son aplausos y felicitaciones al monarca, un happy ending que choca con la idea de la mala noticia que acaba de dar, nada menos que la entrada en el mayor conflicto bélico de la historia. Su salida al balcón con su familia, donde la muchedumbre lo aclama, se acompaña con otra pieza de Beethoven, el segundo movimiento del Concierto nº 5 para piano, incluido en la edición discográfica bajo el título “Epilogue”.

No son las únicas piezas clásicas. Aunque no aparezcan editadas, hay otras dos que son importantes en la película. En primer lugar, la obertura de Las noches de Figaro, de Mozart, es la música que Lionel pone en el gramófono durante la primera visita de Bertie. Más adelante, en una secuencia de varias imágenes encadenadas en que vemos al protagonista y al terapeuta practicando ejercicios en su consulta, aprendiendo trucos de dicción y haciendo algún que otro discurso en público –con el estilo de un training montage- se utiliza el Concierto para clarinete de Mozart K. 622.

Con todo, el material original escrito por Desplat apenas cubre la media hora de música. Es una BSO corta aunque efectiva, incluso magistral a la hora de establecer la empatía entre el protagonista y el público. Un trabajo con evidentes aspiraciones al Oscar, pero también es verdad que no es lo mejor que ha dado de sí el compositor francés.

Lo mejor: Contiene algún tema exquisito y funciona de maravilla a la hora de retratar al personaje principal.

Lo peor: Su brevedad. Aun incluyendo las dos piezas finales de Beethoven, la edición supera por poco los 40 minutos.

El momento: Al margen de la pieza de la 7ª Sinfonía para la escena más memorable, destacan el tema principal y el dinámico “Rehearsal”.

Óscar Giménez

 
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