Tracklist:
- Calls of the Wild (06:59)
- The Proposal (02:51)
- Make This Work (01:18)
- The Confession (03:08)
- Get a Million (05:32)
- A Father's History (01:37)
- The Problem of Marital Infidelity (02:18)
- Test Your Theories (01:40)
- The Sermon (02:29)
- The State of Indiana (03:01)
- Sempervirens (06:41)
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Músico habitual de autores como los hermanos Coen o Spike Jonze, Carter Burwell colabora en esta ocasión con Bill Condon en una producción de corte casi documental “apadrinada” por Francis Ford Coppola. Condon, guionista y director de la película, acomete su propósito con meridiano rigor científico, cargando pólvora en las citas textuales, la recreación de personajes reales y una dramatización que sugiere mucho más de lo que revela. Sería una película adusta de no ser por la labor del director de fotografía Frederick Elmes (A.S.C.) y de Carter Burwell en su cometido emocional. Música y fotografía intercalan bellas, relajadas e incluso simpáticas metáforas dentro de un discurso tenso de principio a fin.
La película, denostada por el público americano e ignorada por la Academia en su reparto anual de premios, trata de sexo con dureza, una dureza desnuda de toda concesión erótico-pornográfica. Contrariamente a otros iconos populares de la sexualidad en Estados Unidos, como Hugh Hefner o Larry Flynt, Kinsey se tomó la sexualidad muy en serio y emprendió una cruzada destinada a sacar las pasiones del secretismo de alcoba y exponerlas a la luz del sol. Aspectos tan proscritos aún por la moral de aquel país, como la masturbación o la homosexualidad, retoman el camino de la normalización en la doctrina de Kinsey.
La película ilustra con detalle el enfrentamiento del zoólogo con vocación de sociólogo (o sexólogo) frente a los representantes de la moral de aquella época (finales de los cuarenta), que llegaron a tildarle de rojo y comunista (como sinónimos de anti-americano).
Dos rumbos
La película transcurre por dos cauces paralelos: la lucha del pionero de una “fisiología del amor”, que empieza estudiando la conducta de las avispas y acaba transportando la sexualidad humana a los laboratorios, la biología y los estudios del comportamiento, y la biografía de “Prok” (Liam Neeson), el hombre que enamora a “Mac” (Laura Linney), que la convierte en poco más que su secretaria y que descubre en su compañía la fragilidad emocional de la vida de pareja.
Entre Carter Burwell y Liam Neeson parece destilarse una química especial. Al igual que en Rob Roy, la música de Burwell se reparte aquí muy bien entre el registro humano íntimo del actor y el de un héroe glorioso. Los sinsabores de Neeson, sus frustraciones, su soledad, su ímpetu no exento de algunas torpezas, se recrean en una música de calidez humana para la que Burwell se sirve de una pequeñísima orquesta en la que sobresalen las labores de piano (Ken Bichel), fagot (Tom Sevcofic), bajo (John Patitucci), violoncelo (Alan Stepansky), flautas (Nadine Asin) y oboe (Shelly Woodworth).
Con la misma pasión que Kinsey empeña en su interpretación de Chopin al piano, el zoólogo visionario de la sexualidad enfrenta la hipocresía de la sociedad en que vive al sentido común de la naturaleza. Sus detractores aún hoy subrayan que en sus investigaciones Kinsey reclutó a individuos pedófilos y que, con ademán “cientifista” e intelectual, eliminó de la sexualidad toda connotación moral y ética.
Lo cierto es que tras el trabajo de campo de Kinsey, publicado en 1948 (el mismo año de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), la sexualidad abandonó el sancta sanctorum de dormitorios y lavabos para subir a la palestra en artículos de prensa o debates radiofónicos... Por más perversa que la pinten, la verdad es siempre la verdad.
Arropado por un cartel de músicos de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, Burwell vuelve a los paisajes nevados de Fargo, poco antes de embarcarse en su discutido trabajo para El Álamo. Kinsey es una banda sonora sosegada y melancólica, de ambiente intimista, de interior.
Es como un susurro al oído; sin eufemismos, haciendo valer una de las máximas con que arranca la película: “Todo lo que suscite distancia debe proscribirse”.
Lo Mejor: "Calls of the Wild". Burwell entra en la película con este tema, que acompaña una solitaria excursión del Kinsey niño al bosque para dibujar a los animales que en él moran. Es una música intimista, casi de cámara, que recuerda la partitura que Mark Isham recreó para El río de la vida.
Lo Peor: La pieza "The Proposal" tiene en la película un contrapunto perfecto con el estudio de piano opus 25 de Chopin con el que Kinsey enamora a su futura esposa. En El imperio del sol, John Williams exigió la inclusión de la mazurka de Chopin en uno de sus temas para contrapuntuar la nostalgia del protagonista en la soledad de un hogar vacío. Burwell adapta su tema a la pieza de piano para dar continuidad a la magia de un zoólogo cuyas aptitudes musicales seducen más a “Mac” que su curiosidad científica. Al aislar el tema de Burwell sin la pieza de Chopin se pierde dicha magia.
El Momento: La canción "Fever" (en versión de Little Willie John) con la que acaba la película. A sus compases se suceden imágenes de laboratorio en blanco y negro sobre coitos llevados a cabo por representantes de distintas especies animales. De nuevo, es una lástima que la canción no se incluya en el disco.
Jordi Montaner
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