Tracklist:
- Overture (04:27)
- Main Titles (02:16)
- First Entrance to the Desert / Night and Stars / Lawrence and Tafas (09:40)
- Miracle (02:30)
- That is The Desert (02:52)
- Nefud Mirage / The Sun's Anvil (05:26)
- The Rescue of Gasim / Bringing Gasim Into Camp (04:10)
- Arrival at Gauda's Camp (02:13)
- Onto Akaba / The Beach at Night (04:43)
- Sinai Desert (01:09)
- The Voice of the Guns (02:02)
- Horse Stampede / Ali Rescues Lawrence / Lawrence and his bodyguard (05:17)
- End / Playoff Music (04:35)
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En cualquiera de las ocasiones en las que me he atrevido a escribir mi humilde opinión sobre el trabajo de un artista, siempre me ha asaltado una imperiosa sensación de exceso de responsabilidad, pues de una manera u otra, mis palabras enjuician el esfuerzo y el talento de una persona. Cuánto más aprensivo podré sentirme cuando comienzo con estas honestas líneas un comentario sobre una de las obras consideradas clásicas de la historia de la música de cine, por lo que de antemano quisiera expresar mi admiración por la extensa obra de un autor de genialidad innegable como Maurice Jarre. Un hombre que alcanzó el status de mito gracias a sus tres Oscars y a su participación fundamental en algunas de las películas más importantes de las décadas de los 60, 70 y 80, clásicos indiscutibles como Doctor Zhivago, Pasaje a la India, La Noche de los Generales , Topaz, La Hija de Ryan o la que ahora nos ocupa, Lawrence de Arabia.
La película, más que un clásico
“Lawrence de Arabia” fue el primer filme que vi que me impulsara a convertirme en un cineasta. Fue sobrecogedor
Steven Spielberg
La biografía de Thomas Edward Lawrence, oficial inglés que durante sus años destinado en Arabia a principios del Siglo XX logró agrupar a las tribus árabes para luchar contra los turcos y por su independencia, y que se convirtió rápidamente en leyenda tras su muerte en un accidente de motocicleta, es la base argumental de un filme imprescindible, no sólo por haber obtenido siete Oscars, incluyendo el de mejor película, director y fotografía, sino también por ser el trampolín definitivo para las carreras de grandes intérpretes como Peter O'Toole o Omar Sharif, quienes compartieron cartel con nombres consagrados como Sir Alec Guinness, José Ferrer, Claude Rains y Anthony Quinn.
Proyecto largamente acariciado por diversos productores y directores de la época dorada de Hollywood, sería el productor Sam Spiegel quién se hiciera con los derechos de la novela autobiográfica de Lawrence, “Los Siete Pilares de la Sabiduría”, en la que describe principalmente su encuentro con el desierto y las sensaciones que esto le produjo; Spiegel puso la obra en manos David Lean, recién salido del éxito de la también legendaria El Puente sobre el Río Kwai, quien finalmente consiguió llevar a la pantalla la azarosa vida y milagros de este personaje, rodando en un esplendoroso 70mm. De montaje pausado y grandes planos generales, es un filme que invita más de lo que aparenta a la reflexión y a la contemplación de la inmensidad frente al individuo, de la bella violencia de la naturaleza aún cuando ésta parezca yerma y seca. A pesar de ser una gran superproducción, en ningún momento se pierde esa conexión íntima con los personajes, ya que el guión de Robert Bolt y la maestría marcando el ritmo de un filme extremadamente largo del propio director y la montadora Anne V. Coates (también galardonada con el Oscar), hacen que el auténtico motor de la historia, lo que hace avanzar la narración, no sean las batallas o las aventuras de Lawrence en el desierto, sino su propio camino espiritual desde su inocencia ideológica hasta el crepúsculo oscuro de sus deseos de venganza.
Su consideración como clásico indiscutible de la historia del Séptimo Arte es para Terenci Moix, por ejemplo, algo que excede incluso a las virtudes de su autor, para plantearse como culminación de un género y de las posibilidades del cine entendido como espectáculo “cultural” (La gran historia del cine ABC).
La música
Es una de las grandes experiencias cinematográficas de toda la historia; ver como se abre el telón, escuchar la overtura y a partir de ese momento estar ante una obra maestra
Martin Scorsese
El filme de 1962 no sólo supuso el primer Premio de la Academia para el compositor de origen francés (que luego obtendría la nacionalidad estadounidense), sino que además inició su larga y fructífera colaboración con el gran cineasta británico David Lean, con quien trabajaría en todos sus proyectos a partir de ese momento, alzándose en dos ocasiones más con la dorada estatuilla (concretamente por Doctor Zhivago (1965) y Pasaje a la India (1984)).
Musicalmente, el proyecto adquirió desde un principio tal envergadura que, inicialmente, eran tres compositores los contratados para escribir el score del filme, entre los cuales ya estaba aquel joven francés, con poca experiencia en el cine pero con una firme carrera a sus espaldas en las tablas del teatro, y que se sentía extremadamente orgulloso de poder compartir trabajo con Benjamín Britten y Aram Khachaturian, los otros dos autores contratados. Por diversos avatares del destino, a poco más de dos meses para el estreno del filme ante la mismísima Reina de Inglaterra, Jarre se encontró ante la tesitura de tener que componer la totalidad de la música para un filme que casi alcanzaba las cuatro horas de duración. Por suerte, algunos pasajes importantes ya estaban bastante avanzados, pues correspondían a aquellos momentos del filme que ya habían sido puestos en sus manos. Poco podía suponer que aquel encargo titánico iba a cambiar totalmente su carrera, abriéndole horizontes insospechados hasta aquel momento.
Lawrence de Arabia es una obra densa y contundente, en la que brillan con luz propia los tres temas centrales que Jarre consideró como los pilares del score y que, de una u otra manera, reflejan las principales características del personaje protagonista: su origen británico y condición de militar, su pasión por el desierto, y el mundo árabe que fue conociendo tan en profundidad como le fue posible. Todos funcionan tanto de manera independiente como combinados, resultando esta última fórmula una de las experiencias sonoras más abrumadoras que he podido tener. Más aún cuando la primera vez que la escuchamos en el filme, tal y como fue concebido por David Lean y el propio Jarre, es en la Overtura, prólogo sin imágenes de la película. Tan sólo imaginar el estar en la sala oscura de un cine y escuchar esa atronadora percusión que abre el tema es escalofriante, cuanto más haber podido presenciarlo (el que firma, como supongo la mayoría, no ha tenido el placer de poder admirar esta gran obra en pantalla grande, sino en sus pases televisivos o en DVD, por cierto, una magnífica edición de Sony Pictures Home Entertainment). Así, esa Overtura nos ofrece el desarrollo de los tres temas centrales, comenzando por esa percusión que bien representa la violenta belleza de las dunas, que se funden magistralmente con el archiconocido tema del desierto, melodía que Jarre deposita en las cuerdas con puntuables apoyos de los metales, que a su vez abren paso al tema árabe que impone su ley hasta ser delicadamente relevado por la melodía que identifica el aspecto militar del personaje de Lawrence. Finalmente, esta introducción de los temas que conforman la piedra angular de la composición, termina con la fusión de todos en un climax final que da paso a la película propiamente dicha.
Los créditos iniciales del filme los presenta Lean con un plano cenital sobre un hombre, se entiende que Lawrence, que pone a punto una motocicleta. Escuchamos aquí un tema que, curiosamente, no se va a repetir demasiado a lo largo del filme, y que podemos considerar la melodía que utiliza Jarre para identificar la naturaleza británica del personaje. Tras el final de los mismos, la música se resuelve y, sorprendentemente, no vuelve a hacer acto de presencia hasta muchos minutos después, justo cuando Lawrence es finalmente enviado al desierto y vive su primer amanecer en las dunas. Delicadas disonancias van depositando en un in crescendo el tema del desierto que emerge junto con el sol desde el horizonte, subrayando la grandiosidad de unas imágenes que nos muestran el desolador pero bello paisaje y la admiración con que el protagonista siente por él. La música resulta ampulosa, pero el montaje pausado de grandes planos generales se beneficia de la majestuosidad de sus notas. Jarre, además, no se conforma con presentar el tema central, sino que juega con él formando notables variaciones del mismo al tiempo que crea pasajes de distensión que subrayan los pequeños fragmentos de diálogo que jalonan la larga secuencia en la que el protagonista avanza por las dunas a lomos de un camello y en la única compañía de su guía. Cabe destacar en la orquestación de este tema la presencia novedosa de un instrumento del cual Jarre era no solo pionero sino también maestro, las Ondas Martenot, con cuyo creador, Joseph Martenot, había estudiado durante su formación como músico, concretamente percusionista, y compositor. Su uso dentro de una composición de corte tan clásico no es más que un claro signo de las inquietudes del autor francés por buscar nuevos sonidos, diferentes caminos expresivos dentro de un mismo lenguaje, y que acabarían cristalizando en la década de los ochenta cuando la mayor parte de su obra será interpretada por sintetizadores, quien sabe si influenciado o influenciando a su hijo, el gurú de la música electrónica Jean-Michel Jarre.
Hay otras secuencias en las que el tema del desierto cobra una especial significación. Por ejemplo, en el segundo tercio del filme, una vez iniciada la travesía del desierto que lleva finalmente a Lawrence y Ali a la toma de Akaba, hay un momento de especial importancia y es aquel en el que el grupo se adentra en la zona conocida como el “Yunque del Sol”. Para el mismo, Jarre conjura el tema de manera ominosa, cargando la orquestación sobre la percusión y unas disonantes cuerdas cuando Lean nos regala planos generales de la expedición; cuando el montaje se centra en los personajes, Jarre apoya la melodía en las flautas. Destaca también, una vez avanza la secuencia, como el compositor crea una enorme diferencia entre la sonoridad opresiva del tema para las secuencias diurnas, en las que el grupo intenta descansar bajo el abrasador sol, mientras que la noche, momento en el que los aventureros avanzan, es subrayado con una versión mucho más suave.
El encuentro de Lawrence con las tribus árabes da pie al segundo tema en importancia de la partitura, aquel que representa al pueblo de las arenas. Este es mucho más agresivo y discordante que el tema del desierto, mostrando musicalmente el feroz honor de la nación árabe. Son múltiples las ocasiones en las que vamos a escuchar este tema, intercalado en muchas de ellas con el tema del desierto y en diferentes orquestaciones, aunque destaca, por ejemplo, la llegada al campamento de Auda (Anthony Quinn) o la toma de Akaba. Las trompetas dominan el tema mientras se combina el leitmotiv del desierto con la marcha militar que, hasta el momento, sólo hemos escuchado brevemente en la secuencia de la partida del campamento del Príncipe Feisal (Sir Alec Guinness), y que volveremos a escuchar una vez Lawrence regrese a El Cairo en busca de apoyo para la causa de la nación árabe contra los turcos, convirtiéndose en el tercer tema en importancia de la partitura.
De las ediciones discográficas
Lawrence de Arabia, como no podía ser de otra forma, es una de las piezas claves para entender y apreciar la obra de Maurice Jarre. A esto hecho debemos añadir la fama que con el tiempo ha adquirido el tema central de la partitura, que lo llevado más allá de los círculos afines a la música de cine.
Pero, aún así, el score tampoco ha conocido tantas ediciones discográficas como se podía prever, a pesar de pasados casi cincuenta años desde su creación. Casi todas ellas han cubierto prácticamente los mismos segmentos de la obra, aún así abanico insuficiente si tenemos en cuenta la duración del filme y la cantidad de metraje con acompañamiento musical, y, curiosamente, casi todas también se centran en los dos primeros tercios de la película.
De todas ellas, la más notable a mi juicio es la regrabación que de la obra realizó el británico Tony Bremner a la cabeza de The Philharmonia Orchestra. El respeto que el director y orquestador muestra hacia el original y la soberbia interpretación de la formación, hacen de esta edición de Silva Screen Records de 1993 uno de los más adecuados vehículos para el disfrute de esta obra mayúscula de la música de cine. Al igual que hiciera con otra gran obra como es Horizontes de Grandeza, Bremner consigue que casi no haya diferencia entre el sonido original del filme y su reinterpretación, definiendo si cabe aún más los delicados matices que jalonan la obra de Jarre, gracias a la masterización digital de la grabación.
Además, con relación a las primeras ediciones de la obra, ésta nos ofrece algunos temas inéditos hasta el momento, como el tercer corte del cd que cubre la secuencia de la primera entrada al desierto de Lawrence, o el corte 9 en el que escuchamos la música compuesta para el asalto a Akaba y su resolución posterior (una magnífica secuencia en la que Lawrence saborea su primer triunfo a la orilla del mar).
Lo mejor: todos y cada uno de los leitmotivs de la obra, temas que han trascendido lo estrictamente cinematográfico para convertirse en cultura popular.
Lo peor: que ningún sello discográfico se haya atrevido con una edición íntegra del store.
El momento: cualquiera de ellos pero, por destacar uno, la Overtura, uno de los temás más impresionantes jamás compuestos para el cine.
Juan Antonio Martín.
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