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The Legend of 1900

The Legend of 1900


Título en español : La Leyenda del Pianista en el Océano
Compositor : Morricone, Ennio
Año : 1999
Distribuidora : Sony

Excelente
Tracklist:
  1. 1900'S Theme (01:38)
  2. The Legend Of The Pianist (08:04)
  3. The Crisis (02:47)
  4. The Crave (01:46)
  5. A Goodbye To Friends (02:33)
  6. Study For Three Hands (01:00)
  7. Playing Love (04:26)
  8. A Mozart Reincarnated (01:58)
  9. Child (02:45)
  10. 1900'S Madness #1 (02:14)
  11. Danny'S Blues (02:09)
  12. Second Crisis (02:03)
  13. Peacherine Rag (02:37)
  14. Nocturne With No Moon (02:41)
  15. Before The End (01:11)
  16. Playing Love (03:03)
  17. I Can & Then (02:17)
  18. 1900'S Madness #2 (01:48)
  19. Silent Goodbye (01:37)
  20. Ships & Snow (02:29)
  21. Lost Boys Calling (05:19)

Si Morricone había tenido la oportunidad en las anteriores películas de Tornatore de sacar a relucir todo su potencial, la posibilidades musicales de La leyenda del pianista... serán todavía mayores, al ser una película en donde la música está omnipresente en el interior de la historia. Esta clase de películas en donde el score se inscribe en la diégesis como parte de la acción constituye el sueño de cualquier compositor de música de cine, favoreciendo una libertad compositiva muy amplia. Morricone no desaprovechó la ocasión y el score obtuvo el Globo de Oro a la mejor música original para drama en 1999.

La leyenda del pianista... cuenta la increíble historia de un extraordinario músico que ha vivido desde su nacimiento entre las paredes de un barco. Las múltiples escenas en donde su protagonista exhibe su talento musical fueron encargadas a Morricone para crear composiciones originales. Como podemos ver, la libertad creativa era abundante, recayendo la responsabilidad expresiva de estas escenas principalmente en Morricone. Sin embargo, el compositor italiano saldría airoso de la empresa con un score mucho más sobrio de lo que en un principio podría suscitar, eso sí, con un emocionante repertorio musical en su línea habitual. El score ofrece una gran variedad de música, y aunque disminuyen los motivos principales en comparación a Cinema Paradiso, la utilización musical es tremendamente más moderada, y como consecuencia, mucho más eficaz y acertada en cada una de sus escenas y/o secuencias.

En la banda sonora hay tres instrumentos predominantes:

  • El piano, el instrumento que interpreta el personaje y que hace patente la pasión del protagonista por la música, su forma de expresarse ante los demás.
  • El saxo, con el que Morricone nos indica a través de notas disonantes a lo largo de toda la partitura la época en la que nos encontramos, presentando a su vez el jazz como un elemento más a seguir en la historia.
  • La trompeta, con el que aparece la figura del amigo de Novecento, al que tratará de convencer para bajar del barco.
La banda sonora de La leyenda del pianista... se compone de música diegética y música incidental o extradiegética a la vez, aunque evidentemente es la música diegética quien tiene un papel destacado en los acontecimientos de la narración. La música incidental tiene una cuantas intervenciones de relevancia, pero en el cómputo global sus funciones dramáticas disminuyen, cede el protagonismo a los pasajes dominados diegéticamente por la música. Morricone afronta el talento musical del protagonista desde dos vías diferentes: creación de piezas pianísticas de gran virtuosismo, aparentemente improvisadas a modo jazzístico, de tonos diferentes, unas veces lentas, otras veces más apresuradas, y ejecutadas en diferentes pasajes del filme; un breve leitmotiv romántico e intimista, de hermosa melodía, en donde Novecento descarga la pasión que siente cuando se enamora de una de las pasajeras del Virginian. La película cuenta, además, con un motivo musical incidental para el personaje de Novecento, que surge varias veces en el filme. A este se le añade un pegadizo tema sobre la relación paterno-filial entre Novecento y Danny, el fogonero del barco que lo encontró casi recién nacido y que asumió su crianza, con ecos del tema musical que describía la amistad entre Alfredo y Totó para Cinema Paradiso. La banda sonora de La leyenda del pianista... se compone de música diegética y música incidental o extradiegética a la vez, aunque evidentemente es la música diegética quien tiene un papel destacado en los acontecimientos de la narración.

La leyenda del pianista... es una película que no oculta su preferencia por los aspectos más emocionales y espectaculares de la historia, en detrimento de su introspección psicológica. El cine de Tornatore, y esta película no es una excepción, busca provocar rápidas reacciones sentimentales en el espectador, y es por ello que utiliza la música para garantizar estas respuestas en el espectador.

La primera secuencia de la película es clarificadora. En ella, Max relata como siempre había un pasajero de El Virginian que descubría América por primera vez. Es aquí donde aparecerá por primera vez el tema principal de La leyenda del pianista..., que representará más adelante un rasgo definitorio de Novecento. La secuencia comienza con Max sentado en unas escaleras recordando su estancia como músico de El Virginian. Las palabras de Max se ven apoyadas por dicho tema, que empieza a sonar, aunque está claramente supeditado a sus palabras. La acción se traslada al Virginian, transición puntuada con un solo de trompeta de improntas jazzísticas, y mientras tanto, una serie de movimientos de cámara van y vienen recogiendo diferentes zonas del barco y sus pasajeros, tanto de primera como de segunda clase, mientras prosigue la voz en off del narrador, con una sección de cuerda que enfatiza sus palabras de fondo, con apariciones esporádicas del piano y saxofón. Cuando la cámara fija su objetivo en uno de los pasajeros de segunda clase, la música se limita a rápidos golpes de cuerda que se van haciendo más intensos, hasta que la melodía principal estalla cuando el pasajero grita: "¡América!". El griterío y la alegría general de todos los pasajeros se ve acompañada con un grandilocuente desarrollo orquestal. Esta secuencia introductoria nos ofrece ya cuál va ser la tónica general de la película, y ejemplifica la energía envolvente que es capaz de producir la música. Este leitmotiv va unido fundamentalmente a Novecento, y ahonda en la naturaleza fantástica del personaje, la capacidad ensoñadora de su música, y su conflicto interno más fuerte: el dilema de permanecer en el barco o bajar y emprender una nueva vida.

Dentro de la música incidental, también destaca el tema musical insertado en la escena en donde Danny y Novecento, aún niño, leen en un periódico nombres de caballos. La calidez y ternura de la escena está aderezada con un apartado musical que consta de una pequeña melodía a flauta, secundada con una sección de cuerda. Así, se resta importancia a las bienintencionadas mentiras que cuenta Danny a Novecento explicándole su peculiar situación.

La amistad entre Novecento y Max surge en una de las más escenas más arrebatadoras de toda la película. Max deambula sin rumbo por el barco, tremendamente mareado y sin poder conservar el equilibrio. La música incidental presenta un fragmento cuyo ritmo musical reproduce la continua agitación del barco en mitad de la tormenta, adquiriendo matices humorísticos viendo los esfuerzos de Max por mantenerse en equilibrio. Novecento aparece de repente, y tras pedirle que quite los topes del piano, ambos empiezan a recorrer con el piano el salón de baile, al ritmo de las embestidas de la tormenta. Mientras tanto, Novecento comienza a tocar una pieza al mismo tiempo que van de un lado para otro por el salón.

La música diegética despierta mucha más atracción que la incidental pues el espectador observa como es el propio protagonista quien la ejecuta. La primera vez que toca Novecento lo hace en mitad de la noche, después de haber escuchado una pieza de Scott Joplin, el Pachering Rag. Ante el asombro de los pasajeros, que se han despertado y han acudido al lugar donde provenía la música, Novecento, de niño y sin haber recibido clase alguna, toca a piano una composición de gran sencillez y belleza.

Hay muchas más intervenciones de Novecento. Aunque como músico de la orquesta del barco tenga que seguir la partitura, Novecento improvisa continuamente, para desesperación de sus compañeros y su director de orquesta. Su tarea de avivar la espera de los pasajeros aparece en dos escenas en donde la música va creciendo sin variar mientras se suceden dos escenas con públicos diferentes, terminando con otra escena en donde Novecento improvisa una tarantella a sugerencia de uno de los pasajeros.

Sin duda alguna, la escena en donde Novecento exhibe todo su virtuosismo es aquélla en donde se produce el duelo pianístico con Jelly Roll Morton. Aunque al principio Novecento se lo toma todo como un divertimento, al final toca una pieza a una velocidad inigualable. También destaca la escena en la que Max le pregunta de donde saca su inspiración. Novecento mira a su alrededor, y va describiéndole a los individuos que le llaman la atención, creando rápidas composiciones para algunos de los pasajeros que se encuentran en el salón.

Uno de los momentos culminantes tanto de la película como de la música, es la escena en donde Novecento compone el leitmotiv romántico, mientras contempla por la ventana a una de las pasajeras del Virginian. Los intentos de Novecento de acercarse a ella están a acompañados por su sonido musical incidental. Este motivo ya habría aparecido con anterioridad. No olvidemos que es esta melodía la que pone en marcha toda la narración. Cuando Max decide vender su trompeta en una tienda de música le pide al dueño que le deje tocarla por última vez. Max empieza a tocar dicha melodía, y el dueño de la tienda se asombra y saca una matriz recompuesta, la misma que grabó, y más tarde rompió Novecento.

Cuando Novecento decida poner punto y final a su vida, después de los infructuosos esfuerzos de Max para que baje y evite la explosión, Novecento aguarda su muerte imaginando que desliza sus dedos por las teclas de un piano. La música que el espectador escucha incidentalmente es la misma que tocó por primera vez cuando era niño, convirtiéndose en un elemento de cohesión, señalando así el cierre de la historia.

José Antonio Planes

 
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