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Un hecho irrefutable a día de hoy es la creciente cantidad de aficionados a la música de cine que, en los últimos años, están surgiendo en todo el mundo, y especialmente en nuestro país, donde hasta hace pocos años se consideraba como un hobby para bichos raros o freaks. Para ser sinceros, hemos de reconocer que dicha catalogación aún permanece, queramos o no, pero poco a poco, los aficionados van siendo conscientes de que no están solos, de que existen más como ellos en este amplio mundo.
Gran parte de culpa la podríamos achacar al merchandising generado por la industria del cine. Tras explotar la venta de postales, pósters, juguetes y demás, el siguiente filón fue la edición por separado de la música de películas. Este hecho, además, se convierte en un arma de doble filo cuando la edición, escudándose en el título de una producción famosa, se traduce en una recopilación de canciones de interés meramente comercial (esto es, de interés para la discográfica). Sea o no éste el caso, lo cierto es que cada vez es menos raro encontrar el CD con la banda sonora del último estreno junto a los top de ventas en cualquier tienda de discos, con el riesgo calculado de que algún cliente lo compre.
Pero, realmente, el ente que más ha favorecido la proliferación de aficionados a las bandas sonoras ha sido Internet. La proliferación de foros, listas de correo, páginas web, de puntos de reunión, en resumidas cuentas, ha provocado que cientos de aficionados a la música de cine contacten entre sí, intercambien gustos y experiencias (amén de todo tipo de material audiovisual) y que, en fin, disminuya en parte esa sensación de minoría que nos atenazaba.
Pero retrocedamos al momento en el que nos "picó" el bichito de las bandas sonoras. Es un instante difícil de localizar. Casi todos los aficionados coinciden en afirmar que hubo una o varias películas que marcaron su infancia, ya sea por una canción, por una fanfarria de introducción a la aventura, o por un momento crucial de la historia acompañado de una inolvidable melodía. El germen de la afición termina de brotar en el momento en el que el futuro aficionado decide buscar esa música al margen de la película. El resto de la historia le resultará tremendamente familiar a cualquier fan.
El siguiente "hito" que se produce en la evolución del fan es el momento en el que conocemos a nuestro primer colega de afición. Frase típica: "No sabía que hubiera alguien más al que le gustaran las bandas sonoras". O ésta o cualquiera de sus variaciones.
Si además el proto-aficionado no conoce a nadie en su entorno con el que compartir sus gustos, y su primer contacto se produce a través de Internet, entonces la euforia puede alcanzar grados extremos, y la masiva cantidad de información que se pone a su disposición puede sobrecargarle en pocos minutos.
Especialmente a este tipo de aficionados, los recién llegados a este mundillo, va dedicado el libro "Música de Cine: Historia y Coleccionismo de Bandas Sonoras", por los hermanos Heriberto y Sergio Navarro (el segundo, tristemente desaparecido cuando el libro apenas veía la luz). Profesionales, pero por encima de todo aficionados, colaboradores en la extinta revista Todo Pantallas (una de las pocas publicaciones multi-género que se atrevió a introducir el tema de las bandas sonoras en una sección de peso) nos resumen, con un lenguaje claro y cercano al recién iniciado y en poco más de 500 páginas, lo que ha dado de sí este arte dentro del arte, la música aplicada a la imagen en movimiento.
El libro comprende cuatro partes bien diferenciadas. La primera recoge un recorrido por la historia de la música de cine, desde sus comienzos allá por los albores del siglo XX hasta las fechas actuales, incidiendo en los momentos más destacables. La segunda parte, la más amplia, recopila una amplia y representativa selección de bandas sonoras, ordenadas cronológicamente, con una breve ficha técnica, una sinopsis de la película y un comentario de la banda sonora, no excesivamente amplio pero sí lo suficientemente interesante como para captar la atención del lector.
La tercera parte del libro es, junto con la segunda, la más interesante del libro, constituyendo ambas el núcleo del mismo. Está dedicada a la descripción de la evolución de un aficionado medio a la música de cine. Resulta la parte más entrañable, ya no sólo por la cantidad de momentos en los que el lector se siente identificado, sino porque está escrita con el corazón de unos aficionados en sí. Esta sensación es también la que impregna el apartado de comentarios. Sin ningún artificio ni presunción, los textos están escritos con el ánimo del que no sólo recomienda una obra, sino que además quiere compartir su deleite con otras personas afines a él. Y ésta es, a mi modo de ver, la principal característica que define al oyente habitual de bandas sonoras, al margen de algunos extremismos: la necesidad de compartir y enriquecer sus gustos con otros como él.
Por último, la sección que cierra el libro se centra en recopilar datos de interés. Por un lado, presenta un amplio listado de compositores, citando algunas de sus obras más representativas, y a continuación, tras una introducción histórica a los premios, desglosa los ganadores de los Óscars y de los Goya en sus apartados musicales.
En resumidas cuentas, se trata de un libro de muy grata lectura para el aficionado, tanto el que ya lleva unos cuantos años en el mundillo como el que acaba de descubrirlo, y muy especialmente para éste último. Sólo por el entrañable tercer apartado, en el que todos volvemos atrás en el tiempo para revivir nuestros primeros pasos en la afición, ya sería recomendable conseguir este libro. Si a eso le añadimos la selección de obras comentadas por y para aficionados, sin que ello suponga desmerecer en absoluto lo escrito, tenemos entre manos un regalo ideal para introducir a nuestros mejores amigos en el mundo de la música de cine.
Bac Hylon
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