Tracklist:
- Opening Titles (03:51)
- Fingerling's Childhood (03:02)
- Suicide Blonde (07:31)
- Ned (02:56)
- 11:12 p.m. (03:58)
- Finishing The Book (09:03)
- Laura Tollins (03:17)
- Room 23 (05:34)
- Atonement (04:55)
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El que los números, y en general las matemáticas, nos rodean y se hallan patentemente presentes en nuestra vida es algo cierto e incuestionable, y que ya viene de antiguo, como las culturas clásicas griega y egipcia nos han hecho ver casi desde siempre. Si a esto unimos la innata necesidad del ser humano por catalogar, clasificar o dar una explicación plausible a todo lo que encuentra a su alrededor, nos encontramos con que el uso de las matemáticas como herramienta nos puede llevar incluso a límites que sería mejor no traspasar, debido a la enfermiza obsesión por los números que nos puede generar. Recuerdo cómo, en mis tiempos mozos, llegué a encontrarme con el número 33 (10 más del caso que nos ocupa) en tantos lugares y situaciones como para empezar a ser preocupante. Pero estoy divagando (como siempre)...
Esta fijación por los números y las matemáticas no es nueva en el mundo del cine. Antes de "The Number 23", tenemos desde obras de culto como "Pi", de Darren Aronofsky, donde el protagonista también encuentra una relación entre el número Pi y su realidad, hasta "Una Mente Maravillosa" y las esquizofrénicas ecuaciones de John Nash, pasando por cintas como "El Indomable Will Hunting" y "Los Fisgones", donde las matemáticas también juegan a favor de los protagonistas.
En "El Número 23", Joel Schumacher nos presenta, con una puesta en escena impecable, la historia de un simple perrero, Walter Sparrow (un Jim Carrey muy alejado de los papeles histriónicos y cómicos a los que nos tiene acostumbrados) y de cómo todo lo que le rodea parece venirse abajo a raíz de la fijación por una cifra, el 23, que le acarrea el que un libro, con ese mismo título y donde se narran las vivencias de un detective con el que Sparrow encuentra claras similitudes consigo mismo, caiga en sus manos por un capricho del destino. ¿O no? Ficción y realidad, pasado y presente, se mezclan en esta historia, mitad detectivesca mitad paranoide, donde las casualidades parecen no ser tales.
Harry Gregson-Williams se mueve a la perfección en un género, el electrónico, que conoce a la perfección, como dejó bien claro en títulos del estilo de "Spy Game". Las partes más duras y electrónicas se reservan para los momentos más paranoicos e inquietantes de la cinta, como queda patente en los desquiciantes créditos iniciales ("Opening Titles"), donde el compositor nos va dejando clara la locura en la que se va a sumerger el protagonista. Otros momentos especialmente duros son "11:12 p.m.", donde terribles pesadillas harán dudar al protagonista de su cordura, y le obligarán a concluir como sea la lectura del libre ("Finishing the Book"), momento en el que la música adquiere un carácter de desesperación, con un tono trepidante mientras nos acercamos al punto de inflexión en la historia. No soy un admirador declarado de este tipo de sonoridades, pero he de reconocer que le vienen como anillo al dedo a las imágenes.
Pero, por suerte para nuestros oídos, no se queda sólo ahí. Aparte, tenemos esa música de aire detectivesco, habitual en el film noir, para describirnos las andanzas del personaje de Fingerling, cuyo tema se nos introduce, con el saxo como protagonista, hacia el final de la pista "Fingerling's Childhood", para desarrollarse más ampliamente en "Suicide Blonde".
Finalmente, también hay momentos de paz y sosiego, con partes más melódicas, como la primera parte del ya citado "Fingerling's Childhood", o toda la parte final ("Atonement") donde, como el propio título de la pista indica, hay un momento para la redención tras descubrirse toda la trama. Una vez que el protagonista se ve libre del tormento de sentirse acosado por la cifra maldita, una vez pasado el trance, marcado por unos coros que aportan el toque dramático, termina la paranoia y el sonido electrónico deja paso a un tema más calmado y hasta con un cierto toque romántico.
El principal pero que se le puede poner a "The Number 23" estriba en que, fuera de la película, resulta francamente duro de escuchar. Y más aún sin haber visto la película. Entonces, la música deja de tener sentido y probablemente sólo encontremos un ruido molesto y un dolor de cabeza como consecuencia de éste. Es en la película, y cuando una vez vista ésta revisitamos la banda sonora y la asociamos con los recuerdos, cuando el score adquiere todo su significado, cuando todas las partes más paranoides acaban encajando con lo que hemos visto, y cuando queda claro que debemos reconocer el buen hacer de Harry Gregson-Williams a la hora de llevar a cabo este trabajo.
Lo mejor: La música queda francamente bien con las imágenes, y Gregson-Williams sabe manejarse bien entre los distintos motivos musicales que toca el score.
Lo peor: Las partes más electrónicas y "paranoicas" resultan muy duras de escuchar, y más aún si no se tienen las imágenes como referencia.
El momento: Alfa y Omega, la pista que acompaña a los inquietantes títulos de apertura, "Opening Titles", y la que cierra el CD, con la conclusión de la historia, "Atonement", tan distintas pero tan disfrutables.
Bac Hylon
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