Tracklist:
- The painted veil (03:14)
- Gnossienne N°1 (03:19) (composed by Erik Satie, played by Lang Lang)
- Colony club (02:04)
- River waltz (Piano & Orchestra) (02:19)
- Kitty's theme (03:03)
- Death convoy (02:46)
- The Water Wheel (06:17)
- The lovers (01:22)
- Promenade (02:01)
- Kitty's journey (02:46)
- The deal (03:18)
- Walter's mission (03:52)
- The convent (00:47)
- River waltz (piano solo) (02:22)
- Morning tears (01:44)
- Cholera (03:00)
- The end of love (04:31)
- The funeral (00:48)
- From Shangaï to London (02:02)
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El cine es una caja de sorpresas. La advocación feriante del séptimo arte no es otra que la de cautivar al espectador con desenlaces fascinantes, impensados, provocadores, revolucionarios, y la historia que W. Somerset Maugham noveló en 1925 bajo el título The Painted Veil constituye un pretexto excelente para hacer una película. Así lo entendió en 1934 Richard Boleslawski, quien rodó a Greta Garbo y Herbert Marshall en la primera adaptación de la novela, a la que puso música el insigne Herbert Stothart.
Cuando John Curran visionó la película de Boleslawski con la novela de Somerset bajo el brazo, entendió que aquella fruta guardaba aún mucho más zumo por exprimir y se alió con el oscarizado guionista Ron Nyswaner para fraguar un nuevo intento… El problema es que la novela esconde mucha magia en la chistera y sus pretensiones van mucho más allá de una bella historia de amor en exóticas localizaciones.
Romanticismo con trasfondo histórico
David Lean, James Ivory o Anthony Minghella habrían comprado esta moto con anterioridad si no fuera por su excesivamente complicada trama; pero John Curran se atrevió, y santas pascuas. De forma un tanto torpe, sin embargo, el segundo intento de llevar The Painted Veil a la pantalla redime al personaje de Walter (Edward Norton), un microbiólogo inglés de clase media, con su esposa Kitty (Naomi Watts), joven casadera de alta alcurnia que le ha sido infiel. "En ocasiones el mejor viaje es la distancia entre dos personas", reza la publicidad de la película, con una estampa idílica de lo que en apariencia constituye una historia de amor. Pero, en su novela, Somerset fraguó planes mucho más maquiavélicos para sus personajes y convirtió el "viaje" en un descenso a los infiernos. Sobre el papel, Walter jamás perdona a Kitty la infidelidad y fallece con el despecho contenido en su aliento.
Prosodia musical
Ni pintado… Curran se limita a "correr un tupido velo" a la semilla que alimenta la historia del autor inglés y convierte la infidelidad en un simple y caro flirt que, eso sí, traerá consecuencias.
Pero la música de Desplat equilibra el propósito y hace justicia al texto. Lo importante de la historia no es el "qué" sino el "por qué". La enigmática "Gnossienne No 1" de Satie marca la pauta de una banda sonora en la que el piano de Lang Lang ejerce una función impresionista similar a la de la violinista Hilary Hahn en The Village.
Desplat se mantiene firme en su propósito de estudiar bien la situación de los personajes antes de caracterizar su música. Como en The Queen, hace suyos los silencios y las revelaciones implícitas que los actores esconden bajo gestos y miradas; arropa la tensión escénica que el fotógrafo Stuart Dryburgh y el montador Alexandre de Franceschi retratan de forma sobresaliente, para exponer en la gran pantalla un concierto de desventuras y desamor entre guiños de caridad cristiana, filosofía oriental y una luz incapaz de ganarle la partida a las sombras. Las contenidas pinceladas de instrumentación china (flautas de bambú y percusiones), los sortilegios de Lang Lang frente al teclado, quedan al servicio de una secuencia computadorizada de tonos bajos, como un latido, técnica de la que Desplat se sirvió en Birth, luego en Syriana y también en The Queen.
El compositor francés confiesa sentirse tan a gusto componiendo frente al ordenador como sentado al teclado con un pentagrama, un lápiz y una goma; "aunque no puedo evitar la envidia por cómo Williams o Delerue se las apañaban hace cuarenta años sin ningún tipo de software."
El guión sirve a Desplat para ajustar la compostura. "No me han educado para enfrentarme a preguntas que no tienen respuesta…", proclama el protagonista de la película. Desplat da juego a esta circunstancia y toda la música discurre como un metalenguaje secreto, como un idioma casi imperceptible en el que navegan la verdad, la belleza y la muerte.
El romanticismo de The Painted Veil va más allá del de composiciones melodramáticas con trasfondo histórico tan celebradas como Out Of Africa o The English Patient. No explica la historia de un amor, sino de una venganza, la venganza que Walter consuma hasta su propia muerte.
El más oscuro de los temas incluidos en el disco, el minimalista "The Deal", advierte al espectador de que la película ve su trama torcida y rota, el personaje central huye por la tangente con una iniciativa canalla para la que encuentra, además, la complicidad de una esposa agobiada por el remordimiento. El tema más tierno, "Morning Tears", es como un himno al abandono.
La música de la película queda abierta en dos frentes distintos: el piano de Lang Lang y las sutiles sonoridades computadorizadas por Desplat a modo de pálpito. La orquesta y las percusiones chinas desempeñan un papel menor, acompañante.
Lo mejor: Lang Lang. Trabajar de solista en una grabación con Desplat no es fácil. El aclamado Djivan Gasparyan, virtuoso del duduk, se las tuvo con el compositor francés, que cortó su arrogancia artística con una colleja verbal: "Puede que éste sea tu instrumento, pero estás aquí para interpretar mi música y del modo que yo te dicte…" Lang Lang, en cambio, se ajusta como un guante a la entramada prosodia musical que Desplat pretendió para The Painted Veil.
Lo peor: El propio Desplat reconoce que las siglas LSO (London Symphony Orchestra) marcan la pauta de la formación ideal para grabar una banda sonora orquestal… "No es que sus músicos sean más virtuosos, sino que están hartos de acompasar sus instrumentos a los de los demás y en una paleta muy variada de colores; de Dvorak o Boulez al mismísimo John Williams, la música sale sola…" La Orquesta Sinfónica de Praga hace lo que puede, pero Desplat evita descansar en ella el peso de la música.
El momento: "Walter's Mission". Desplat se sirve del tema central de la película para ilustrar la maquiavélica forma que Walter Fane da a su venganza, como un descenso a los infiernos, al corazón de una China incendiada, a un río sin retorno. La melodía se acompaña de un acuático piano que recuerda algunos fragmentos de la música que Mark Isham compuso para A River Runs Through It, aunque en este caso sería más bien un río de muerte. Las percusiones y los vientos chinos estallan en este tema como si de una fiesta se tratara, una invitación a la parca.
Jordi Montaner
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