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La Planète Blanche

La Planète Blanche


Compositor: Coulais, Bruno
Año: 2006
Distribuidora: Naïve Records
Duración: 45:13

Muy bueno
Tracklist:
  1. L’espoir de l’ours
  2. La naissance des oursons
  3. La planète blanche
  4. Baleines boréales
  5. Le zoo plancton
  6. Le festin des baleines
  7. La sortie des ours
  8. La migration des caribous
  9. La famille des ours
  10. Le phoque capuchon
  11. Coups d’ailes sous la mer
  12. La pieuvre
  13. Le combat des boeufs musqués
  14. La séparation des ours
  15. Le voyage des caribous
  16. La fin de l’eté
  17. La chasse de l’ours
  18. Alerte
  19. Le repas des ours
  20. Générique fin

Haríamos bien en guardar una copia de esta película a paño y llave, porque el inexorable avance del progreso la convertirá en un tesoro. Dentro de 33 años, según la NASA, si a Steven Spielberg se le ocurre rodar una película con localizaciones árticas, boreales, tendrá que hacer como con Parque Jurásico e inventarlas; porque el ecosistema ártico simplemente habrá dejado de existir. No caerá más nieve en el polo norte y sus hielos milenarios se habrán fundido para siempre.

Nuestros nietos verán la foto de un oso polar y pensarán que es una variedad albina. Las navieras verán abierto un paso tenido siempre por imposible, por el que mercantes y transatlánticos navegarán a sus anchas. Puede que queden residuos helados en las islas de Groenlandia o Ellesmere, que los turistas se apresurarán a fotografiar a modo de reliquias de otro tiempo...  

Documental a secas

La planète blanche no pretende suscitar un apocalipsis ni abundar en el discurso del cambio climático; lo que calla, sin embargo, habla por sí solo. La película franco-canadiense está producida por la Fundación para la Protección de la Fauna Salvaje (WWF) que, a su vez, tiene por patrocinador principal a una petrolera de peso: Shell. Lo de explicar que en Kyoto se quedaron cortos y que, lejos de disminuir las emisiones contaminantes, en el 2006 hemos arrojado a la atmósfera el doble de contaminación que en el 2000, la película se limita a hacer inventario de una vida salvaje con los días contados.

Bruno CoulaisQuienes tuvimos la oportunidad de conocer de cerca a Bruno Coulais en su paso por Úbeda, coincidiendo con el segundo congreso, pudimos advertir a las claras que es un compositor que va por libre y que se toma muy en serio aquello de "hablar por quienes no pueden hacerlo" (compromiso intelectual).  Le fascina componer para películas o series documentales "por el reto de hacer hablar a lo que no habla".

No hay duda de que la música de cine tiene por materia prima a las emociones; pero Coulais riza todavía más el rizo. Un compositor mediaventurero, pongamos por caso, sería consciente de la emoción de belleza que suscita la contemplación de un cachorro jugueteando entre las flores, o una bandada de aves migratorias cruzando un cielo purpúreo. Mediante un tratamiento instrumental delicado (flauta, violín, oboe, guitarra clásica o violoncello) se recrearía en la emoción que en nosotros despiertan tan bellas imágenes. Coulais se arriesga y pone más alto el listón. Quiere que nos pongamos en la piel del cachorro o en las plumas del ave, quiere que seamos agua, tierra, viento o nube, que dejemos de sentir como humanos lo que la naturaleza ofrece. Más oxígeno y menos azúcar... Por aplicar la metáfora: dejemos de ver a la naturaleza como una madre y empecemos a admirarla como mujer.

La Planete BlancheLas imágenes rodadas por un equipo de realizadores que dirigen Jean Lemire y Thierry Piantanida se ajustarían como guante a un remake de The White Wilderness (1958), primitiva incursión de la Disney en el mundo documental, si no fuera por la impertinencia de Coulais. No es un secreto que la Disney perseguía por aquel entonces en sus documentales lo espectacular e impactante, por encima de lo científico. A su película del ártico se debe la popular aunque incorrecta percepción de que los lemmings (roedores árticos) se suicidan para mantener a raya sus poblaciones (cuando, en realidad, ocurre sólo que se lanzan a la exploración de más territorio donde no hay y muchos perecen accidentalmente).

La nueva producción, que concursó en el Festival de Melbourne de este año sin pena ni gloria, no cae en tan flagrantes errores científicos; pero los productores fueron conscientes en todo momento de que se trataba de una cinta familiar para contemplar en IMAX  y ahorraron importantes detalles científicos en beneficio del espectáculo. Para explicar que las morsas se suman a un estado de pereza inquebrantable para ralentizar su metabolismo, el comentarista sale con que "aguardan filosóficamente el inicio del deshielo"... Lo malo es que cuando no haya hielo que deshacer no será su filosofía la que correrá peligro, sino su supervivencia.

Bruno Coulais se desmarca de los guiños al uso y dignifica la producción con una música que penetra en el paisaje con la familiaridad y la fuerza de una ventisca. Su devoción por las percusiones, las voces inocentes (más que blancas) de niños y nativos y las sutilezas orquestales quedan al descubierto. Se apoyó una vez más para esta banda sonora en un coro habitual que ya ha bautizado como "coro microcósmico" y, aprovechando que parte de la grabación se hacía en estudios canadienses, hizo acopio de toda suerte de instrumentos aborígenes esquimales para que concursaran en su música.  

Jorane

JoraneRaoul Duflot-verez (teclados), Marc Chantereau (Percusiones), Slim Pezin (guitarras, mandolina y bajo, además de percusiones), Renaud Pion (flauta), Jean-Philippe Audin (violoncello), el coro microcósmico y una Orchestre Colonne, dirigida por Laurtent Petitgirard, componen la sección "convencional" de músicos en los que Coulais se apoya. En la sección no convencional aparecen Elisare Isaac, Kalai Kuananaak, Akrsuk Naluryuk y Loah May (coro inuit), Laurentio Q. Arnatsiaq (tambor inuit) y Simon Bujold (guimbarda); pero la guinda la pone Jorane (Joanne Pelletier), la vocalista que Jan A.P. Kaczmarek descubrió en Unfaithful (2002).

Jorane (adoptó este nombre artístico a partir de un viaje a Haití) no sólo canta como los ángeles sino que, emulando a Lisa Gerrard, también ha hecho sus pinitos en el terreno de la composición -Un dimanche à Kigali (2006), Félix Leclerc (2005), Je n'aime que toi (2004) o I Am Dina (2002)-, la interpretación como actriz -Deux Freres (1999)- y la realización -Midnight Sun (2004)-. Su voz es en La Planète blanche la voz del ártico y la de sus habitantes. La emoción que evoca no es una emoción de aquí sino de allí, y por eso mismo puede parecernos extraña.

Lo mejor: La aportación cultural inuit. Coulais, consciente de que los esquimales son los músicos del ártico por antonomasia, no sólo reproduce sus sones e instrumentos, sino que puso empeño en que sus letras y su idioma fueran del todo respetadas en la película.

Lo peor: El malabárico montaje, quitando minutos a espacios sonoros en los que Coulais se recrea por incrustar escenas reiterativas que entorpecen el desarrollo de la película.

El momento: Le festin des baleines. Acompañando a un espectacular montaje-ballet de ballenas boreales sumidas en un atracón de plancton, Coulais despliega un himno soberbio de los que te levantas te sumas al coro... Recuerda al Morricone de “La misión” o al Williams del “Imperio del sol”. Contraluces subacuáticos e imponentes primeros planos de las ballenas se ven arropados por una música que emociona más allá de las palabras.

Jordi Montaner

 
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