Brendan and the Secret of Kells

Compositor: Coulais, Bruno
Año: 2009
Distribuidora: Warner
Duración: 52:44

En el siglo IX de nuestra era, la vida de un muchacho de 12 años en las islas Hébridas no era precisamente una "sensación de vivir". Tomm Moore edulcora, tamiza, la amarga oscuridad de aquel lugar en aquel tiempo y, a través de la animación, reconstruye un misterio paleontográfico: el origen del Libro de los Kells, uno de los manuscritos más antiguos de la Biblia que Irlanda conserva como principal tesoro arqueológico nacional en una vitrina del Trinity College de Dublín, y que supone el vestigio más antiguo de grafía e ilustraciones de la cultura celta.   

El grupo de folk irlandés Kila en el Festival de Ortigueira del 2003

Moore rinde tributo a la estirpe celta de la historia y sus dibujos se ajustan fielmente a su estética. La música de Coulais hace lo propio y se apoya en las sonoridades de una de las bandas más celebradas del universo folklórico irlandés actual, apadrinada por gente como Bono (U2) o Sinéad O'Connor: Kila.

Esta banda, nacida a finales de los 80, abarca las sonoridades típicas del folklore celta (uillean pipes, penny whistles, bodhrán, percusión de huesos y violín) sumadas a una guitarra eléctrica y un bajo.

Coulais contiene su energía en 19 de las 21 pistas del disco, ciñiéndose a los requisitos métricos y los propósitos de la película, pero en Epicy y Cardinal Knowledge deja que Kila se destape y haga vibrar tuétanos propios y ajenos con la potente y pegadiza fusión de sus jóvenes intérpretes.

La paleta del compositor

Bruno Coulais, con quien pudimos compartir unos días entrañables en Úbeda hace ahora tres años, es, si se me permite la expresión, un músico fuera de serie. Nacido en París en 1954, de padre francés y madre iraquí, Bruno se lanzó a la carrera musical bajo la advocación de Debussy y escogió como instrumentos de carrera el piano y el violín. Como compositor, su ámbito favorito apuntaba a la lírica, enamorado de la voz humana en todos sus registros.

"Los chicos del coro" encumbró su capacidad para componer piezas corales y sacar punta a las voces blancas. Pero, ajeno al cine, Coulais ya llevaba tiempo afinando las cuerdas vocales de un grupo corso denominado A Filetta, con quien ha ccolaborado también en distintos proyectos melocinematográficos.

Bruno se llevó de Úbeda un recuerdo imborrable del festival, pero también una copia de la banda sonora de La noche del cazador que le brindé, a sabiendas de que el compositor galo se apuntó a componer bandas sonoras tras comprobar cómo una nana infantil podía servir de paradójico pretexto a un thriller oscuro y macabro. El experimento de Walter Schumann fue repetido con éxito por Krysztof Komeda (La semilla del diablo) y por el mismísimo Jerry Goldsmith (Poltergeist), entre otros, antes de que Coulais lo adoptara a modo de sello personal.   

"Un coro infantil en un film oscuro es como una linterna en las tinieblas, predestinada a dar con algo que sólo en el inconsciente podemos imaginar y que, en la mayoría de los casos, nos asustará..." Bruno Coulais habla a menudo de la música como un fotógrafo. No tiene en cuenta apenas el contexto de las escenas (donde se entrecruzan las emociones que el espectador debe adivinar), sino su tonalidad, su brillo y, sobre todo, su contraste. Cada instrumento es un color; su preponderancia viene determinada por el clima y el ritmo que el director confiere a la acción. Le encanta trabajar en películar raras, difíciles, que le obliguen a "inventar" colores nuevos, su estudio es un laboratorio plagado de huesos, piedras, artilugios de hojalata y piezas inverosímiles que sólo tienen algo en común: producen un sonido peculiar, característico. Coulais armoniza el resultado de sus ruidos y lo arropa con coros, sintetizadores y una discreta presencia orquestal. Más que un compositor de bandas sonoras, dice, es un inventor de músicas para el cine, celosamente trabajadas, no siempre ubícuas, aunque siempre inspiradas.

La narración de los personajes se la repampinfla; su música se orienta al ambiente, el aire, la luz, la tonalidad.

Propongo este experimento: tomar una de sus películas en DVD, eliminar el sonido y contraponer la música compuesta para la película en cuestión en un CD aparte. El efecto es mágico, ocurre como si la imagen sirviera al solo propósito de la música. La peripecia no es tan extraña si tenemos en cuenta que buena parte de la producción melocinematográfica de Coulais se orienta a películas documentales o de animación, en las que el compositor es algo así como "el rey del mambo". Pero ilustra el punto de vista del autor galo, que comparte con otro compositor francés y buen amigo suyo, Gabriel Yared.

No se casa con cualquiera. Tomm Moore es el último de una circunspecta lista de directores "amigos" en la que figuran también François Reichenbach, Sébastien Grall, Gérard Marx, Laurent Heynemann, Christine Pascal, Agnès Merlet, Josée Dayan, Claude Nuridsany, Marie Pérennou, Jacques Weber, Frédéric Schoendoerffer, Christophe Baratier, Jacque Perrin y James Huth. Ha obtenido ya tres césares franceses, pero cuesta imaginar su música fuera de películas producidas en su Francia natal (pese al título y el tema, Brendan And The Secret of The Kells es, también, una producción francesa).

Brendan desvela el misterio

Brendan, un joven monje de 12 años, vive en una abadía fortificada de Kells. Junto a los demás monjes, Brendan tiene asignada la misión de colaborar en la compleción del Libro de los Kells y, asimismo, fortificar una muralla para proteger la abadía de los asaltos de los vikingos. Junto al hermano Aidan, guardián del libro, Brendan se inicia en la edición del texto bíblico y sus ilustraciones, para lo que luce un talento exquisito. Para terminar el libro, sin embargo, Brendan deberá enfrentarse a sus temores más hondos. En un bosque encantado que haría las delicias de Tolkien, Brendan se enfrenta a  peligrosas criaturas míticas que le esperan escondidas. A modo de aliada, Aisling, una lobezna del bosque, le ayudará a encontrarse a si mismo en el mundo. A modo de antagonistas, hordas vikingas  otorgarán al argumento un toque de Apocalypse Now.

Lo mejor: La fórmula innovadora con la que Coulais acompaña las escenas más sensibles de la película; huyendo de vientos y cuerdas, reforzando más el expresionismo que el impresionismo de las imágenes.

Lo peor: ¿A quién va destinada esta película? Ni Moore ni Coulais consiguen sintonizar de lleno con un público adulto o infantil. Para la sensibilidad adulta todo es demasiado ingenuo; para la sensibilidad infantil, demasiado complicado.

El momento: Aisling Song, la voz de Christen Mooney permite a Coulais estampar su sello personal en esta banda sonora; una canción al estilo del planeta blanco o del niño que quería ser un oso: mística, nebulosa, muy septentrional.

Jordi Montaner