Tracklist:
The Shooting Party
- Main Title (3:12)
- The First Day (1:45)
- The Letter (1:11)
- Dinner at Nettleby (2:16)
- Lionel and Olivia (2:39)
- Thou Shalt Not Kill (3:06)
- Luncheon by the Lake (2:08)
- Ideals (1:51)
- Signs in the Fire (0:43)
- The Poacher (1:32)
- In Search of Elfrida Beetle (1:27)
- The Philosopher (1:13)
- Spanish Dance (2:40)
- Nettleby Polka (1:34)
- The Final Day (0:56)
- The Competition (2:08)
- The Consequence (2:58)
- Epilogue (4:39)
Bird and Planes
- The Awakening of the Birds and Planes (3:21)
- Take Off (1:01)
- In Flight (5:46)
- Condor and Glider (2:15)
- End of the Day (1:52)
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Sinopsis
Otoño de 1913. Sir Randolph Nettleby (James Mason) reune en su finca a sus amistades de la alta aristocracia inglesa para celebrar una cacería de aves. La competición es lo más importante para el prestigioso cazador Lord Gilbert Hartlip (Edward Fox), pero otros invitados y sus cónyuges están más ocupados en enamorarse, mantener vacías conversaciones, presumir de sus posesiones o consumar adulterios. Al final de la cacería, y en su obsesión por la victoria, Lord Hartlip acaba disparando y matando por accidente a uno de los campesinos que actuan como ojeadores; a excepción del anfitrión, todos los invitados parecen indiferentes a dicha muerte, como se muestran ignorantes de la inminente guerra mundial que pondrá fin a una época e incluso a algunas de sus vidas.
Impresiones sobre la película
Este implacable retrato de la nobleza en la Inglaterra eduardiana fue dirigido por Alan Bridges, quien principalmente trabajó en televisión durante los años sesenta y setenta, aunque también dirigiría El retorno del soldado (1982).
La historia es una adaptación de la novela de Isabel Colegate publicada en 1980, y su principal atractivo es la interpretación de todo el elenco de actores. Fue la última película de James Mason, y aparte de Edward Fox se incluye a Sir John Gielgud como un defensor de los animales que intenta boicotear la cacería y a Gordon Jackson como Tom Harker, el campesino que acabará fatalmente herido. Otros personajes recaen en nombres menos conocidos pero de resultado impecable como Dorothy Tutin, Cheryl Campbell, Robert Hardy, Judy Bowker o Rupert Frazer.
Personalmente creo que se trata de una buena película, por un motivo muy concreto. El fin de semana al que asistimos es el de aquellos afortunados que habiendo nacido ricos, no tenían otra cosa que hacer que pasar el tiempo haciendo banalidades y disfrutando del lujo. Durante el visionado me pareció algo tediosa, de ritmo lento y con poco interés en ver cómo cenan, como se entretienen en una fiesta de disfraces, como se engañan unos a otros, comparan sus fortunas o niegan la posibilidad de que su mundo pueda cambiar. Pero esa es precisamente su forma de vida, tan estática y lenta en su desarrollo como vacía y en realidad ignorante. Solamente Sir Randolph y una joven pareja de enamorados parecen tener sensibilidad y ser conscientes del circo en el que se mueven. También es interesante la distinción entre el ambiente de lujo de los nobles y la vida sencilla y normal de los campesinos, quienes acaban “pagando el pato” con una muerte que sólo despierta en los ricos una fugaz inquietud económica.
Música para una aristocracia ociosa
La partitura de John Scott es una de las más melódicas y agradables al oído de cuantas nos ha proporcionado. La privilegiada vida de los protagonistas, las impresionantes mansiones en las que se mueven, los apacibles prados y lagos por los que pasean, las fastuosas mesas a las que se sientan, su siempre impecable vestimenta… El recorrido que el espectador va haciendo por esta forma de vida está notablemente acompañado de un tapiz musical muy cálido, elegante y distinguido, interpretado por la Royal Philharmonic Orchestra.
La película comienza igual que acaba: con un largo plano de un grupo de personas caminando por el campo, alejándose. Uno de ellos queda rezagado y se detiene, pensativo, mientras los demás siguen hacia el horizonte. Los créditos se muestran sobre este enigmático plano cuyo sentido se entenderá al final, cuando se repita. Además se le ha dado un tono sepia que produce una extraña sensación de documento histórico, como de otra época. Las primeras notas musicales (“Main Title”) son unas trompetas que introducen un aire señorial, pero enseguida aparece una lenta, apacible melodía con el tema principal mientras oimos la voz en off de Sir Randolph reflexionando sobre la sociedad en la que vive, y no me resisto a reproducir algunas de sus palabras, tan contundentes: “La vida es extraordinariamente agradable para los que hemos tenido la suerte de nacer en el ambiente indicado. ¿Debería ser así de placentera, para tan pocos?...”. Tras su monólogo vemos la primera jornada de caza, y tras los disparos comienza la presentación de varios personajes bajo el primero de los exquisitos temas que irán envolviendo toda esta trama (“The First Day” en el disco).
Aunque la película es una continua sucesión de diálogos, la presencia de la música es bastante notoria y varias de sus secuencias tienen en ella un apoyo magnífico para el ambiente que se quiere reproducir. A mí me parece ejemplar el corte “Dinner at Nettleby” por ejemplo, en el que se juntan elegancia y ceremonial para la escena en la que los invitados, en casi ridícula procesión entran por parejas al comedor para el que algunos consideran el evento más importante del día: la cena. En serio, ahora cada vez que escucho ese tema no puedo evitar una sonrisa interior y una idea: “Qué snobs”.
La parte en la que Scott alcanza mayor lirismo es la dedicada a la joven pareja que poco a poco va enamorándose, hasta que al final se declaran sus sentimientos. Es la pista “Lionel and Olivia”, que oimos cuando los dos pasean juntos a caballo por primera vez.
Otros dos cortes del disco corresponden a los llamados temas “diegéticos”, que los protagonistas oyen para ambientar su fiesta de disfraces; son “Spanish Dance” y “Nettleby Polka”. Si han sido compuestos por el propio Scott constituyen un documento que nos interesa, pero no dejan de ser los dos elementos menos representativos de la banda sonora. Es lo mismo que ocurre con otras polkas que encontramos en discos del mismo autor, como Greystoke o The Lucona Affair.
El compositor aprovecha la mínima acción que proporcionan las escenas de caza para aportar temas algo más dinámicos. El comienzo de “Thou Shalt Not Kill” se corresponde con la llegada de los invitados a la zona de tiro en coches y la posterior sesión de disparos, aunque es un tema que acaba fragmentado en tres partes por los cambios de escenario con otros personajes. También aquí oiremos las únicas notas discretamente siniestras, cuando se aproxima el personaje que interpreta Sir John Gielgud con su pancarta para detener la matanza de aves. La pista más espectacular es “The competition”, para la última secuencia de caza que terminará dramáticamente. En imagen tenemos nuevamente a los participantes del torneo disparando sus escopetas, alternándose con la sirvienta y el niño que buscan a la pata salvaje que el chaval ha tomado como mascota. Llama la atención el empleo de la música, porque ésta termina justo cuando se da la voz de fin de la sesión; todos los tiradores dejan de disparar, pero el competitivo Lord Hartlip no puede evitar la tentación de lanzar un último cartucho hacia un faisán que vuela demasiado bajo. Su ambiciosa y deshonrosa detonación está claramente fuera de tiempo, lo que resulta más evidente al dejarla como único sonido. El grito casi simultaneo del malherido Tom Harker deja paso al drama final.
El desenlace de la película se corresponde con el tema “The Consequence”, el pasaje más lento, como un oportuno lamento para que el arrodillado noble Sir Randolph acompañe con una sentida plegaria al campesino Harker en sus últimos instantes de vida, ante la cruda indiferencia de la mayoría de invitados de tan alta alcurnia. Tras su fallecimiento la comitiva regresa con el cadáver en una camilla, y de nuevo tenemos el plano fijo del comienzo, el grupo de personas que se va alejando con ese tono sepia y que ahora cobra todo su sentido; el personaje que queda rezagado y pensativo es Sir Randolph, quien evidentemente no se siente bien integrado con esa forma de vida. Oimos de nuevo una voz en off, esta vez del joven Lionel (Rupert Frazer) mientras el “Epilogue” recupera serenamente el tema principal y enlaza con los créditos finales.
La sensación que uno tiene es que hemos asistido a unas correctas pinceladas sobre la vida de esos aristócratas, aunque se hace evidente que varias de las relaciones entre ellos quedan mínimamente dibujadas sin poder expresar todo el contenido del libro. Lo que está fuera de duda es el acierto de John Scott en su tratamiento musical, que además según dice en las notas del CD le resultó la partitura más fácil de su filmografía, con las notas fluyendo rápidamente en un inusual proceso del que guarda muy grato recuerdo; afirma incluso que el “Main Title” es una de las melodías favoritas de toda su carrera.
El disco contiene además la música de Scott para Birds and Planes, un documental dirigido por Hugh Hudson en 1965 y que pudo ser el eslabón lógico para que el compositor acabara ocupándose de Greystoke. El film exponía algunos paralelismos entre las aves y los aviones, y aunque va a ser muy difícil que algún día lo veamos por lo menos se ha preservado su música, con una formación orquestal mucho más reducida que The Shooting Party pero cuya audición resulta igualmente grata.
Lo mejor: La elegancia y el melodismo que impregna toda la banda sonora, de audición muy agradable y en perfecta armonía con la atmósfera de lujo en la que viven los protagonistas.
Lo peor: La “Nettleby Polka”, útil para ambientar la fiesta de disfraces, pero lo menos representativo de la banda sonora.
El momento: El tema para la escena final de caza, “The Competition”, lo más enérgico del disco y el preludio del trágico final.
Heriberto Navarro
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