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Syriana

Syriana


Compositor: Desplat, Alexandre
Año: 2005
Distribuidora: RCA
Duración: 45:47

Muy bueno
Tracklist:
  1. Syriana (2:28)
  2. Driving In Geneva(2:45)
  3. Fields Of Oil (2:10)
  4. The Commute (4:22)
  5. Beirut Taxi (3:46)
  6. Something Really Cool (1:38)
  7. Syriana (Piano Solo) (3:18)
  8. I'll Walk Around (2:37)
  9. Access Denied (2:51)
  10. Electricity (3:59)
  11. Falcons (0:57)
  12. The Abduction (4:17)
  13. Tortured (2:17)
  14. Take The Target Out (1:23)
  15. Truce (1:42)
  16. Mirage (1:39)
  17. Fathers And Sons (3:38)

Cuando el guionista Stephen Gaghan (Oscar al mejor guión original en el 2001 por Traffic) visitó Beirut hace 4 años vivió una experiencia que por sí sola merecería una película... Un espía de la CIA le llamó nada más llegar al aeropuerto para “obsequiarle” con una historia-testimonio de las que hielan la sangre. “Si alguna cosa me ocurre a mí o a mi familia, un accidente o una acusación, tu hijo va a ser el primero en desaparecer sin que puedas explicártelo, luego tu mujer... Sus cuerpos no aparecerán nunca...”. Como para adelantar el vuelo de vuelta y olvidarse del asunto; pero Gaghan se había curtido con anterioridad explorando el turbio mundo del tráfico de drogas y personas entre México y EE UU y se limitó a cotejar su responsabilidad con el agente exiliado, advirtiéndole que una historia como la suya difícilmente obtendría financiación en Hollywood y aconsejándole que escribiera un libro empleando un seudónimo (lo que, por cierto, acabó haciendo).

Una vez distendida la relación, Gaghan no sólo tragó con toda la historia del espía, sino que visitó a mandamases de Oriente Medio (jeques árabes incluidos), se atiborró de recortes periodísticos y empezó a esbozar el relato de una película que supuestamente dirigiría él mismo. “Lo increíble fue conseguir dinero para rodar una película que muchos en Hollywood no harían nunca ni a punta de pistola.” Vale decir que uno de los “capitalistas” del empeño fue George Clooney, candidato al Oscar de mejor interpretación masculina por un papel que trasciende la casilla de actor principal.

La película transcurre de forma laberíntica, tal y como el director y guionista entró en el proyecto, sin saber siquiera qué salida hay o si hay en realidad una salida. Aun siendo muy explícita en su contenido, el director glosa un drama mucho más cercano en la consciencia colectiva del que el guión explica: intereses norteamericanos por controlar el petróleo mundial, nobles árabes que trabajan como espías y acaban convertidos en terroristas universalmente buscados, aquiescencia europea a operaciones secretas industriales, militares o diplomáticas muy turbias, cabezas de turco, intriga y sufrimiento de muchos inocentes... Real como la misma vida.

Y es que Hollywood tiene esas cosas... No sería nunca Hollywood si alguna película como Syriana no se colara de vez en cuando para escarnio de los maestros del poder. Ocurrió con tantas películas anteriormente tachadas de malditas por su carácter de denuncia, y casi siempre de factura cinematográfica proverbial. Como afirma el crítico Richard Corliss en TIME, Gaghan no se olvida de que el cine debe, por encima de todo, entretener; “lo malo es que Syriana entretiene contando algunas verdades espeluznantes”. El carácter de denuncia de esta película queda explícito en su leit motiv: “Todo está conectado”.

Clooney se mete a la perfección en el papel del misterioso agente de la CIA, bautizado en la película como Robert Barnes, para lo cual tuvo que ganar más de 15 kilos de peso, encanecer más sus cabellos y vestir moda no italiana (además de cargar con buena parte de la producción). Su registro interpretativo nada tiene que ver con el del galán apuesto que emula a Cary Grant, recreando la figura de un personaje atrapado entre dos fuegos, escéptico e inteligente a la vez, no necesariamente bueno... “Lo malo de esta película es que no hay buenos en ella”, destaca otro crítico estadounidense.

Presión de pulso

Al igual que Kaczmarek, Alexandre Desplat se encuentra cómodo en Hollywood sin renunciar a su rasgo diferencial como europeo. Reunir a una orquesta de músicos duchos en bandas sonoras no es en ningún lugar tan fácil como allí: Nico Carmine Abondolo, Andrew Shulman, Armen Ksajikian, Jo Ann Turovsky, Katie Kirkpatrick, Ali Tavallali, Brad Dutz, George Hamad, Houman Pourmehdi, Michael Fisher y, en especial, Brian Pezzone, el pianista que encandiló también a John Powell cuando grabó su banda sonora para el Sr. y la Sra. Smith. Una formación como la de la Hollywood Studio Symphony Orchestra es lo mejor que un compositor de cine puede tener a su alcance para una banda sonora de presupuesto medio.

Con todo, Desplat se ha formado en las nuevas tendencias de la música de cine y, como Zimmer, Newton Howard o Thomas Newman, sabe que la ingeniería de sonido que hoy día preside las grabaciones cinematográficas permite a los compositores conseguir efectos mucho más soprendentes con mucha menor carga instrumental.

En Birth, Desplat desplegó una técnica de latido o pulso, semejante al cardiaco de un corazón vivo, con la que tensar casi visceralmente la atención del espectador, por medio de tonos bajos apercusionados, y orientar las descargas de adrenalina hacia un determinado movimiento de cámara, plano corto, silencio intrigante... El efecto de semejante composición, para la que pueden bastar uno o hasta dos instrumentos, rebota en los altavoces de las salas modernas hasta penetrar la piel y el mismísimo hipotálamo.

Resultaría casi insoportable de no estar unido a la inminencia de una revelación que guionista y/o director habrán construido previamente. Como Bruno Coulais subrayaba en una conferencia que el año pasado brindó en Barcelona, “es en estos registros especiales en los que un compositor de cine puede dar rienda suelta a su creatividad”. El truco no está patentado y se sirven de él cada vez más compositores melocinematográficos, desde Antonio Pinto (Lord Of War) a John Williams (Munich), pasando por Howard Shore (A History Of Violence) o nuestro oscarizable Alberto Iglesias (The Constant Gardener). Bajo esta premisa, los sintetizadores hermanan sus arpegios a los de instrumentos étnicos o voces con el fin de recrear un sonido casi atávico, subconsciente, tan poderoso como el latido del corazón en una presión de pulso.

Para los redobles étnicos, Desplat se sirve en Syriana del duduk de Djivan Gasparyan y la flauta ney de Pedro Eustache. Junto al piano de Brian Pezzone, ejecutando el tema principal a modo de gimnopedia, brilla también de forma especial en esta banda sonora el cello de Armen Ksajikian, proporcionando un ambiente melancólico y cálido a una trama más fría que cualquier guerra no oficialmente declarada. En ocasiones, el discurso musical de Syriana recuerda por momentos al de Zimmer en Black Hawk derribado; sólo que aquí prevalece el drama íntimo al drama coral.

Lo Mejor: Desplat acierta al acentuar con música el carácter laberíntico de esta cinta.

Lo Peor: Los Globos de Oro “pincharon” al no premiar su más firme candidata.

El Momento:Beirut Taxi”, un homenaje al Ennio Morricone de Los Intocables, con scherzo de cuerdas incluido, apabullado por percusiones y un zumbido bajo y visceral, omnipresente.

Jordi Montaner

 
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