Tracklist:
- The Poet Acts (3:40)
- Morning Passages (5:30)
- Something She Has to Do (3:09)
- “For Your Own Benefit” (2:00)
- Vanessa and the Changelings (1:45)
- “I’m Going to Make a Cake” (4:01)
- An Unwelcome Friend (4:08)
- Dead Things (4:21)
- The Kiss (3:54)
- “Why Does Someone Have to Die?” (3:53)
- Tearing Herself Away (5:00)
- Escape! (3:48)
- Choosing Life (3:58)
- The Hours (7:44)
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Para un estudiante de música educado en la Julliard School de Nueva York, merecedor de una beca para estudio de composición con Darius Milhaud y, en París, con Nadia Boulanger, la vida pudiera parecer casi un sueño. No en vano, Irving Berlin, Leonard Bernstein, Burt Bacharach o Henry Mancini habían resuelto estos trámites con anterioridad y habían cosechado éxitos notables.
Algo ocurría, sin embargo, con Philip Glass. Precisamente en pleno apogeo de los “juillarderos” más célebres, cuando los 60 y primeros 70 ponían alas a la industria discográfica, Glass daba la espalda al stablishment y trabajaba en Nueva York como taxista, limitando a horas libres su faceta creativa, para la que disponía de un simple órgano eléctrico y unas hojas pentagramadas vacías.
No se entiende la música de Glass sin tener en cuenta su precocidad: la beca de París la obtuvo con sólo 23 años. De chaval, mientras sus compañeros celebraban los primeros escarceos de un rock’n roll que daba paso a distintos formatos de música popular enlatada, Glass coleccionaba en el almacén de radios viejas de su padre precisamente los discos que ya nadie quería, clásicos contemporáneos de sonoridades difíciles y de nombre impronunciable.
En París, el aún becario recibió el encargo de traducir al pentagrama las músicas de un artista hindú revelación, Ravi Shankar, lo que le llevó a sintonizar con otros modos de hacer música distintos a los de la tradición occidental.
Tras unos primeros trabajos publicados por la discográfica Virgin (por entonces, dedicada todavía a la explotación de músicas instrumentales experimentales, con discos de temas que ocupaban toda una cara), Glass conoció a sus dos colaboradores “de toda la vida”: Kurt Munkacsi y Michael Riesman, diseñó una ópera que atrajo a críticos de todo el mundo (Einstein en la playa) y empezó a ser catalogado como representante principal de una nueva generación de compositores estadounidenses de vanguardia: los minimalistas.
Desde 1983 hasta la fecha, Glass ha venido trabajando para el cine en una docena de películas. De todas ellas, la que más se asemeja a The Hours en cuanto a planteamiento es Mishima, ejecutada también con un cuarteto de cuerda (Kronos Quartet).
The Hours, la película que discurre en tres niveles paralelos, supone un arriesgado intento por parte de Stephen Daldry de llevar a la pantalla la compleja novela de Michael Cunningham sobre la vida de tres mujeres en épocas distintas. No cabe duda que encargar la banda sonora a Philip Glass hizo el riesgo aún mayor, por cuanto su música no podrá ser tenida nunca en cuenta como una apuesta comercial.
Glass, sin embargo, acometió el proyecto con muchas precauciones. Junto a su ayudante Michael Riesman, decidieron adoptar una fórmula “a lo Michael Nyman” y trabajar con un piano y un cuarteto de cuerda. Riesman se hacía cargo del piano (Glass nunca interpreta las obras que compone); mientras que Nick Ingman se proponía dirigir un improvisado Lyric Quartet, formado por Rof Wilson y Edmund Coxon a los violines, Nicholas Barr a la viola, David Daniels al violoncello y Chris Laurence al contrabajo.
Pese a asimilar algunos temas a piezas compuestas con anterioridad (la música de “I’m Going to Make a Cake” está extraída de la ópera Satyagraha, Tearing Herself Away pertenece al álbum Glassworks y Escape! forma parte de Solo Piano), el compositor neoyorquino se recreó en el encaje total de su banda sonora con determinadas escenas.
La película narra tres historias dramáticas a las que la música de Glass confiere un tono enfermizo, bipolar. Piano (ansiedad) y cuarteto de cuerda (depresión) dialogan, se rehuyen, pelean y se concilian por momentos.
Esta impresión queda perfectamente retratada en Morning Passages: Julianne Moore sonríe a la cámara, pero la música da cuenta de algo que parece andar mal; la actriz se encuentra preparando desayuno para toda la familia, programando la celebración del cumpleaños de su esposo, pero el espectador recibe por la música un mensaje que no invita en absoluto a la dicha...
Luego, Virgina Woolf recibe una visita inesperada e inoportuna en Unwelcome Friend, y la música de Glass arropa sus sensaciones más íntimas, su confusión... La escritora halla un pájaro muerto (Dead Things), y la música utiliza el hallazgo a modo de presagio, fantasma de otra cosa habida o por haber... Más tarde, Woolf se enfrenta al destino de un manuscrito que está a punto de completar (“Why Does Someone Have to Die?”), y con Escape! la música adquiere un tono interrogativo casi budista, cósmico, con el que Glass está muy compenetrado.
En Choosing Life, el tono se vuelve aún más meditativo, contemplativo, exhibiendo toda una gama de estados de ánimo cercanos a la sensación de incompletitud, imperfección de la vida.
Lo Mejor: La música de Glass identifica los estados de ánimo con una perfección milimétrica.
Lo Peor: La utilización de música ya compuesta con anterioridad.
El Momento: The Hours.
Jordi Montaner
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