Troya, Historia y Leyenda
I-
La Leyenda Se Convierte En Historia
Hasta
el ultimo cuarto del siglo XIX todavía la comunidad científica
se cuestionaba la realidad de la existencia de la ciudad de Troya. Amplios
sectores la consideraban un producto a caballo entre la mitología
y la leyenda, existente solo en la grandiosa obra del poeta ciego Homero
y en las de aquellos que siguieron su estela
En
la región, antes llamada Troáde, sobre la colina de Hissarlik
(en la actual Turquía) dominando el estrecho de Dardanelos (antes
Helesponto) que comunica el mar Egeo con el Mármara y este con
el Mar Negro, descansan las ruinas de Troya, también llamada Illión
por los griegos.
Posiblemente el lugar decepciona al turista medio, pero pasear a primeras
horas de una mañana intensamente azul por sus ruinas modestas,
mientras la luz nítida de Noviembre dibuja cada una de sus piedras
o los relieves de las suaves montañas que la rodean y que se deslizan
hacia el mar; resulta una experiencia única. El lugar emana la
solemne majestuosidad de los lugares telúricos, esos lugares en
los que parece que “Tiempo”, en su continuo
sobreponer capas para construir la historia, se olvidó de sellar
alguna puerta. No importa que lo más espectacular de la visita
sea el templo de Atenea (restaurado en época romana), que los restos
más abundantes correspondan a etapas muy anteriores a los hechos
narrados en la Illiada. Dirigiendo la mirada desde la Acrópolis
hacia la llanura del río Escamandro , el estrecho de Dardanelos
y la península de Galípolli; se siente que en ese inmenso
cielo otoñal bien podrían habitar todavía los dioses
y no hay que hacer ningún esfuerzo intelectual para escuchar los
ecos de las armas de bronce de Aquiles y Héctor
o el fragor de las batallas entre aqueos y troyanos.
Cuando
en el otoño de 1871, Heinrich Schliemann, rico
comerciante alemán y apasionado amante del mundo homérico,
dió su primer azadonazo en la colina de Hissarlik, la Troya del
rey Príamo comenzó a salir de las lejanas
brumas de la leyenda para convertirse en realidad histórica.
Es verdad que los métodos de este arqueólogo aficionado
hoy resultarían escandalosos, que cometió el grave error
de dar por ciertos todos los datos y fechas del poema homérico,
de forma que guiado por lo que hoy seria un imperdonable “apriorismo”,
su excavación se precipitó buscando los niveles inferiores
del yacimiento. El descubrimiento en el nivel que los arqueólogos
mas tarde llamarían Troya II, de una impresionante
muralla de circunvalación y un fabuloso tesoro (hoy joya del museo
de antigüedades de Berlín) no hizo sino confirmarle en su
idea de que estaba en la ciudad del rey Príamo
y ante su tesoro. Excavaciones posteriores más rigurosas establecieron
la existencia de nueve ciudades superpuestas en nueve niveles arqueológicos,
desde Troya IX (la superior y más moderna, la
bizantina) hasta la Troya I la inferior, prehistórica.
Guiado por su entusiasmo Schliemann había destruido
buena parte de los niveles bizantinos, los romanos y los de la Troya homérica
que posteriormente se situó en el nivel VII y se dató sobre
el siglo XII a.C., mil años después que Troya II.
Schliemann,
que no fue consciente de su error hasta pocos antes de su muerte, llevado
por el entusiasmo del descubrimiento; trasladó en 1876 su teatro
de operaciones a suelo griego, decidido a sacar de la leyenda la ciudad
de Micenas, la enemiga de Troya y capital
del reino del legendario Agamenón. La suerte
volvió a acompañarle, y en la región situada entre
la Grecia peninsular y continental, excavó una ciudad rodeada de
impresionantes muros con sillares de hasta 17 toneladas, con un urbanismo
bien planificado, sistemas de conducción y almacenamiento de agua,
impresionantes tumbas reales cubiertas por gigantescas cúpulas
de hasta 14 mts. de altura. En una de ellas encontró un magnifico
ajuar funerario con objetos de oro que ofreció al Museo Nacional
de Atenas.
Los esfuerzos
de Schliemann, Dörpfels, Evans, Ventris, y otros
muchos investigadores, por levantar el velo que cubría este periodo
de la historia del que surgió la civilización occidental,
bien podrían ser la base de un apasionante guión cinematográfico
que superaría con mucho las aventuras de Indiana Jones.
II- La Realidad Histórica
La caída
de Troya se encuadra en un periodo histórico marcado por la decadencia
de reinos, imperios y culturas. Es el fin de toda una época gloriosa
que generaciones que siglos siguientes llamarían “La
Edad Dorada”en contraposición a “La Edad Oscura”
durante la que el sentimiento popular colectivo hizo, rehizo y reinterpretó
embelleciéndolos, las gestas y los palacios de aquellos lejanos
héroes hasta convertirlos en leyenda. Cuando estas leyendas trasmitidas
durante siglos por tradición oral fueron recopiladas por poetas,
que les infundieron nueva frescura, los palacios de Creta y de las antes
poderosas ciudades micénicas yacían enterradas. Troya llevaba
cuatro siglos abandonada. Si nada pudo impedir que durante milenios permaneciese
perdidas en la historia, el reguero de cultura y gloria que dejaron antes
de precipitarse, las mantuvo en el altar de la leyenda.
Los Enemigos: Aqueos Y Troyanos
Hablar
del mundo micénico, de la cultura micénica, que toma su
nombre de Micenas, ciudad que en la gesta homérica
era la capital del reino de Agamenón; es hablar
de los aqueos. Homero nunca habla en “la Illíada”
de “griegos”, que es un término posterior. Para referirse
a los ejércitos que sitiaron Troya, lo hace como
aqueos, algunas veces danáos o helenos.
Algunos investigadores los relacionan con los hititas, otros los hacen
originales del norte de los Balcanes. Lo que esta claro es que era un
pueblo indogermánico, guerrero que conocía la domesticación
del caballo y el hierro. Y que sobre él 2000 a. C.
Inicia un movimiento migratorio desde sus lugares de origen. Un ramal
de esta corriente llega sobre 1800 a.C. a la Grecia continental
mientras el resto continúa por Centroeuropa hasta la Península
Escandinava, e incluso algunos investigadores aventuran hasta las Islas
Británicas.
Seria un error pensar que llegaron a Grecia como una invasión guerrera
de hordas bárbaras, ellos mismos eran portadores de una elevada
cultura. Como flujo migratorio, buscaban mejores regiones en las que asentarse,
aunque los restos arqueológicos atestiguan que debieron encontrar
la oposición de los habitantes de la península y entonces
utilizaron el poder de sus poderosas armas. En unos casos nuevas ciudades
se construyeron sobre las antiguas, en los más, se levantaron en
localizaciones cercanas a las sometidas.
Firmemente asentados en suelo griego, alrededor del 1600 a.C,
se inicia un fecundo proceso de mestizaje étnico y también
cultural, en el que los nuevos elementos se mezclan con el sustrato heleno
muy influenciado por la rica cultura cretense. El resultado es lo que
se ha dado en llamar “Cultura Micénica”.
Se organizaban en algo semejante a ciudades-estado, con zonas de influencia
política y económica; auténticos reinos independientes
(los héroes aqueos de la “Illiada” eran señores
de su reino) que cuando las circunstancias externas lo requerían
abandonaban su frecuentes y mutuas reyertas para unirse frente a una causa
común, tal como hicieron para atacar Troya.
En el vértice de una pirámide social perfectamente estratificada,
y que tenía su base en amplias masas de esclavos, estaba el rey-sacerdote
(basileus). Ejercía su poder desde el palacio-templo que junto
con otros edificios administrativos conformaba la acrópolis. Se
rodeaba de consejeros que ejercían funciones ministeriales y basaba
su poder en una aristocrática y poderosa casta guerrera.
Las
en principio, tímidas corrientes migratorias de otros pueblos sobre
los reinos micénicos, no hicieron sino enriquecer su cultura y
aportar frescos contingentes de población. Sin embargo en el siglo
XIV a. C. se aprecian ya signos de sobrepoblacion. Con
este fenómeno se relaciona la destrucción de los palacios
cretenses y los primeros asentamientos aqueos en el norte de Creta. Poco
más tarde y aprovechando la decadencia del imperio hitita, aparecen
las primeras colonias micénicas en la costa de Asia menor, cercanas
a la región de Troáde.
Este fenómeno de creación de colonias y las incursiones
aqueas en el norte de Asia Menor son la base histórica de los hechos
narrados en “la Illiada”. La obra de Homero
es pues, un reflejo embellecido por la imaginación y la poesía
de hechos históricos sucedido entre los siglos XIII y XII
a.C.
Las primeras
ocupaciones humanas de la colina de Issarlik se remontan al 3000
a.C. Sobre esta primera ciudad se levantaron otras ocho más.
Cada una sentaba sus cimientos en las ruinas de la anterior destruidas
por diferentes motivos, en la mayor parte, naturales. Sólo la homérica
Troya VII muestra niveles de destrucción debida
al hombre: por arrasamiento e incendio. De nuevo la leyenda coincide con
la historia y la destrucción de Troya VII se asocia
al saqueo de los ejércitos aqueos.
Sobre el 1800 a.C. una población relacionada con
la micénica se asentó sobre la anterior Troya. Las estructuras
sociales y políticas así como los elementos artísticos
lo demuestran. Lejos de los centros de poder aqueo de la península
griega y más en contacto con oriente, continuó su evolución
de forma independiente que no totalmente diferente.
Su
privilegiada situación geográfica, por la que controlaba
tanto las rutas comerciales con oriente como el trafico marítimo
hacia el mar Negro, que le daban acceso a los mercados del trigo y los
metales, a lo que se le añadía el peaje que los navíos
que franqueaban el Helesponto debían pagar al rey de Troya, levantaron
la codicia de los reyes aqueos.
A esto hay que sumarle que los troyanos no debieron recibir con agrado
a los colonos micénicos, que presionados por la sobrepoblación
continental, ya habian empezado a asentarse en la Troáde.
Su bien organizado ejercito bien podía convertirse en un elemento
disuasorio para estos obligados movimientos de inmigración aquea.
La fórmula para terminar con el poderío troyano fue la guerra
de desgaste, ahogar la economía troyana.
Más que una guerra de diez años, se piensa en una sucesión
de incursiones guerreras aqueas, que Homero y otros poetas fundieron con
fines dramáticos en una sola (la poesía necesita sus licencias).
No se explica que una ciudad totalmente sitiada resistiese diez años.
“La Illiada” confirma que tanto la puerta Skeas como
la Dardanea permanecía abiertas en tiempos de tregua (habría
que hablar “en tiempos de paz”) y aqueos y troyanos acudían
libremente al templo de Apolo Timbreo, situado en zona neutral; además
de recibir víveres y productos comerciales de sus aliados. Por
otra parte la ciudad no estaba rodeada de tropas (algo imprescindible
para sitiar una ciudad). El campamento aqueo se levanto a la orilla del
mar (a unos seis kilómetros de las murallas), pero los ejércitos
aqueos apostados periódicamente ante Troya y las continuas beligerancias,
convirtieron la costa asiática, en zona conflictiva y poco segura,
por los que las rutas comerciales que mantenían la pujante economía
troyana se desviaron . Poco a poco privada de sus recursos, Troya no pudo
mantener ni su ejercito, ni la “lealtad” de sus asociados.”Troya
la sagrada”, “La ciudad de anchas calles”, cita
Homero, estaba lista para sucumbir en un último episodio bélico
que tendría su punto álgido en la toma de la ciudad mediante
torres de asalto móviles, que la poesía convirtió
en un enorme caballo.
Codicia y temor fueron pues, las verdaderas causas de
“las guerras de Troya”.
Afortunadamente para el arte, el alma colectiva del pueblo llano y los
poetas, encontraron las razones políticas y económicas demasiado
abstractas y prosaicas, e imaginaron un motivo mas concreto y emocional:
el rapto de Helena por Paris.
III
– La Leyenda
1-
Protagonistas
A- Aqueos:
Agamenón.
Rey de Micenas, la mas poderosa de la ciudades micénicas. Lideró la coalición aquea contra la troyana.
Aquiles.
Rey de Tesalia. Sus soldados eran los “mirmidones”.
Cuando Tetis, hija del dios Nereo, le sumergió en la Laguna Estigia,
le hizo invulnerable a las armas.
Ajax.
Príncipe de Salamina. Famoso por su valentía
y por su mágnifica presencia física.
Díomedes.
Caudillo de las ciudades de Argos y Tirinto. Enamorado
de Helena, recibió la afrenta de Menelao como propia.
Helena.
Auque se conoce a Tíndaro como su padre, fue concebida por Leda,
esposa de aquél, y por Zeus. Castor y Pólux eran hermanos
suyos. Casó con Menelao. Su infidelidad con Paris fue el origen
de la guerra.
Néstor.
Rey de Pilos. El más anciano de los aqueos. Sus
consejos y prudencia, siempre eran tenidos en cuenta.
Menelao.
Rey de Lacedemonia, hermano de Agamenón y esposo
de Helena.
Patroclo.
Primo y amante de Aquiles.
Ulises. También llamado Odiseo. Rey de Itaca,
casado con Penélope. Las aventuras de su regreso a la isla, dieron
lugar al poema de “La Odisea”.
B- Troyanos
Andrómaca.
Esposa de Héctor.
Briséis.
Hija del troyano traidor Calcante. Prometida de Troillo, hijo de Príamo.
Cuando fué llevada al campamento aqueo, fué entregada a
Aquiles, a pesar de que ella amaba al aqueo Diómedes. Agamenón
la exigió al perder a su concubina Criséis.
Eneas.
Rey de los dardanéos y aliado de Troya. “El alma del ejército
troyano”.
Héctor.
“El más noble de los troyanos” o “la espada de
Troya”. Hijo de Príamo.
Paris.
Hermano de Héctor y el seductor de Helena. Mas aficionado a velar
por su belleza que por su patria.
Príamo.
Rey de Troya. De su esposa Hécuba y sus concubinas, tuvo cincuenta
hijos. Todos los varones murieron en la contienda.
2- El Guión
Para
la reconstrucción de la “epopeya troyana”,
es decir los hechos literarios precedentes a la guerra, la guerra misma
y su desenlace, se hace necesario recurrir a varios relatos de autores
antiguos y de diferentes épocas; desde “La Iliada”
de Homero, “Epistome” de Apolodoro,
“El saqueo de Troya”de Trifiodoro; hasta
la “Eneida” o “Heroidas”; de
los poetas latinos Virgilio y Ovidio respectivamente.
Es lo que se ha dado en llamar “el ciclo Troyano”.
De entre
todos ellos se eleva con luz propia la “Illiada”. No relata
toda la guerra, y Homero como hábil guionista, concentra en un
solo episodio toda la intensidad del drama colectivo. Sus imágenes
tienen una fuerza singular. La belleza y lirismo, con los que dota a las
descripciones de una naturaleza con alma, y a los fenómenos naturales,
tienen la fuerza de la imagen cinematográfica y el acierto de la
mejor literatura. Son el dramático contrapunto, o el reposo emocional
a los pasajes de luchas y batallas, en los que no ahorra detalles de la
mas cruda realidad: “La Aurora, de rosados dedos, se levantó
del brillante lecho del mar, para llevar de nuevo la luz a Inmortales
y a hombres”. Sin transición, pasa a describir el ajetreo
del campamento aqueo preparándose para la batalla. Se percibe la
tensión, el olor del cuero, el sonido metálico de las armas;
chirrían los carros, relinchan los caballos y refulgen las armaduras
con la primera luz del día.
Cincela los personajes con el instrumento de quien conoce los laberintos
del alma humana, sus pasillos más oscuros y sus balcones más
luminosos .
No es de extrañar que la obra de Homero, haya sido admirada y leída
durante dos mil ochocientos años, y que durante todas las épocas
haya sido fuente de inspiración de poetas, dramaturgos, novelistas,
pintores y escultores.
Los
relatos del “Ciclo Troyano” permiten la siguiente
reconstrucción de la tragedia troyana:
Todo comienza con el episodio de “la manzana de la discordia”.
Eris, diosa de la discordia no fue invitada a un banquete
nupcial que se celebró en los salones olímpicos. Para vengarse
arrojo allí una manzana de oro con la inscripción “para
la diosa más bella”. Como Hera, Atenea y Afrodita,
que se disputaban su posesión no se pusiesen de acuerdo, decidieron
que fuese el príncipe Paris,“el más
hermoso de los hombres”, el que zanjase la cuestión. Paris
le concedió la manzana a la diosa del amor, lo que le valió
la enemistad de Hera y Atenea. A cambio la caprichosa Afrodita le concedió
el derecho de tener a “la más bella entre las mortales”.
La princesa Helena,“La más bella entre las
mortales” estaba destinada al matrimonio. Para ello su padre, el
rey Tíndaro, reunió a todos los reyes aqueos, que acudieron
a la invitación con ricos regalos en la esperanza de ser elegidos
como esposo. Tíndaro no acepto ningún presente.
Solo hizo prometer a los pretendientes que cualquiera que fuese el elegido
por su hija, todos acudirían en ayuda del esposo cuando la belleza
de Helena le pusiese en dificultades. Menelao, rey de
Lacedemonia fue el elegido.
La cotilla Afrodita puso en conocimiento de Paris, que Helena vivía
en Lacedemonia junto con su esposo el rey Menelao, hermano de Agamenón
rey de Micenas. Como príncipe troyano Paris viaja a Lacedemonia,
y como tal fue recibido. Allí conoció la hospitalidad y
la generosidad de su rey. La belleza y las insinuaciones de Paris vencieron
a la reina, que ya tenia dos hijos de su esposo. Aprovechando una ausencia
de Menelao, que acudió al entierro de su padre, huyeron a la patria
del seductor después de haberse apropiado de buena parte del tesoro
real. El burlado marido recordó a los antiguos pretendientes de
Helena la promesa hecha a Tíndaro . No todos los que habían
hecho solemne juramento estaban dispuestos a ir a la guerra y así, cuando Menelao, Nestor y Palamenes, se dirigieron a Itaca para pedir
la ayuda de su rey, Ulises; encontraron a éste intentado eludir la promesa
dada haciéndose pasar por loco. No menos indigno fue el comportamiento
de Aquiles, al que Menelao y Ulises descubrieron en el gineceo de su palacio
de Tesalia, disfrazado de doncella.
Después
de arduas negociaciones, al final, en Aulide, en la isla de Eubea, junto
a la costa egea griega, se reunieron veinticinco reyes en una expedición
de castigo contra Troya. La formaban mil doscientas naves y más
de cien mil guerreros con Agamenón como “general
de generales”. La fuerzas navales quedaron al mando de Aquiles y
Ajax.
Por su parte los troyanos en una federación de las principales
ciudades de la costa norte de Asia Menor reunieron un ejercito de cincuenta
mil hombres. De todos los reyes que apoyaban la causa troyana, y la suya
propia con aquella, destacaban: Eneas, rey de los dardaneos,
y Reso, señor de Tracia.
Tras
azarosa travesía por el Egeo (la flota se perdió y saqueó
varias ciudades costeras confundiéndolas con Troya) la armada aquea
ancló sus barcos en costa troyana, protegiéndolos por una
enorme empalizada de los ataques troyanos. Daba comienzo así una
larga guerra de desgaste.
Durante nueve años la balanza no se inclinó claramente hacia
uno u otro bando. Mientras, “los Divinos habitantes” del “Cronos
que todo lo cubre”, se divertían participando en la guerra
de los hombres. Las agraviadas en el juicio de Paris; Hera,“la
de los blancos brazos”; Atenea “la de la
mirada clara” y Hefestos “el señor
de los fuegos subterráneos”, tomaban partido por los aqueos.
Tetis, “la más hermosa de las Nereidas”,
velaba por su hijo Aquiles. Afrodita tenía doble razón para
favorecer a troyanos: por una parte era la beneficiaria del juicio de
Paris, y por otro era la madre de Eneas, por su unión con un mortal.
El fervor de Troya a Apolo, le valió la protección
del “dios de dorado arco”. La situación de Zeus
“el padre de los dioses”, era delicada. Unas veces cedía
a las presiones de su irascible esposa Hera y de su enérgica hija
Atenea, y otras a los ruegos de sus hermosos y queridos hijos Apolo y
Afrodita. Por otra parte el belicoso Ares, en semejante
situación campaba a sus respetos, acompañado de sus temibles
compañeros, Miedo, Terror y Pavor.
En estos nueve años se sucedieron todo tipo de acciones salvajes,
en las que Aquiles tiene un especial protagonismo, y que hacen un retrato
terrible de la oscura y siniestra personalidad del héroe aqueo.
Habiéndose
encontrado en combate Aquiles y Troillo, el menor de
los hijos de Príamo, aquél sintiendo un violento deseo sexual
por el adolescente le amenazó con matarle si no accedía
a sus requerimientos. Huyo espantado Troillo, pero días mas tarde
Aquiles le siguió hasta el templo de Apolo Timbreo y allí
le violó de forma tan furiosa que le rompió varias costillas
y el joven murió inmediatamente.
En otra ocasión los mirmidones de Aquiles, entablaron batalla con
las amazonas que apoyaban a los troyanos. Aquiles atravesó con
su lanza a su reina Pentesilea que se desplomó a los pies del aqueo.
Cuando este recogió su cuerpo moribundo no pudo resistirse a su
belleza y allí mismo la poseyó, jaleado por sus hombres.
Es verdad que después, conmovido, le dio unas exequias honorables.
Los poetas griegos dejan claras sus simpatías,
quizás porque todos ellos eran originarios de Asia Menor. Mientras
la mayoría de los héroes aqueos son dibujados como seres,
traicioneros, brutales, jactanciosos, desafiantes de dioses y hombres; los héroes troyanos, a excepción de Paris, son representados
como valientes, nobles, fieles a la palabra dada civilizados y humanos.
En cualquier caso tanto unos como otros, son personajes de “bulto
redondo”, con sus luces y sombras.
El décimo
año de la guerra la suerte pareció abandonar a la empresa
aquea. Apolo, envió una terrible epidemia al campamento
aqueo, enojado porque cuando Crises, sacerdote de su
templo, acudió a suplicar a Agamenón que le devolviese a
su hija Criseida, prisionera y concubina forzosa del rey de Micenas; este
le despacho con humillaciones y amenazas.
Cuando Aquiles descubre cual es la causa de los males que les asolan,
exige a Agamenón que devuelva inmediatamente Criseida a su padre.
Agamenón enojado acepta, pero a cambio ordena a Aquiles, que como
compensación le entregue a su prisionera y concubina Briseis,
que había sido la prometida de Troillo, hijo del
rey de Troya. Aquiles se siente humillado públicamente, y decide
que ni él ni sus mirmidones lucharan junto a los aqueos.
Hay algo más que un furor pasajero en las duras palabras que Aquiles
le dirige al rey de Micenas; aparecen preñadas de resentimiento,
de antiguos y callados rencores y de ambiciones personales frustradas.
Su oscuro resentimiento la lleva a rogar en silencio a su madre que suplique
a los “dioses inmortales” para que ayuden a los troyanos.
La retirada de Aquiles no hubiese tenido gran trascendencia si no hubiese
sido por el hecho de que este era el mas fuerte, arrojado y carismático
de los guerreros aqueos, el que con la sola vision de su armadura y su
carro infundía terror en las filas enemigas. Bien es verdad que
el hecho de ser invulnerable a las armas desde que su madre le sumergió
al nacer en el lago Estigia, era cosa de gran ayuda a la hora de darle
seguridad y arrojo.
Ante estos hechos funestos, el ejercito aqueo parece deseoso de regresar
a sus respectivas patrias y abandonar una guerra en la que no se vislumbraba
el fin. Los hombres ya se retiraban felices hacia los barcos, y solo las
palabras y argumentos de Ulises y el sabio anciano Néstor, consiguen
que regresen al campamento.
Cuando los dos ejércitos van a entablar batalla, el mutuo agotamiento,
les decide a que la situación se resuelva en un duelo a muerte
entre dos guerreros de los respectivos bandos. El ultrajado esposo Menelao
y el seductor Paris les representaran. Si gana el aqueo,
los troyanos devolverán a Helena, los tesoros de los que se apropió
y pagarán una fuerte indemnización de guerra, ellos retiraran
sus naves y regresarán a sus ciudades. Si gana el troyano, Helena
permanecerá en Troya con sus tesoros robados y los aqueos se retiraran
sin cobrar la indemnización.
Maravillosamente “enjaezado” Paris se apresta al duelo, pero
cuando ve de cerca al impresionante guerrero que es Menelao,“el
ardoroso en combate”, huye despavorido para refugiarse en la retaguardia
de su ejercito. Sólo la vergüenza y los violentos reproches de su
hermano, “el noble y magnánimo” Héctor, hacen
que el cobarde regrese al duelo. Cuando Menelao está a punto de terminar
con él, Afrodita acude en ayuda del troyano, cubriendo el campo
de niebla y polvo. Los aqueos, con razón, esgrimen que ha habido”tongo”
y que ellos son los ganadores, pero los troyanos no están de acuerdo,
puesto que Paris no ha muerto.
Tras
la sangrienta batalla que sigue a esta dudosa situación, las fuerzas
siguen niveladas, por lo que se pacta una tregua, que Héctor
aprovecha para retar a uno a uno a los héroes aqueos. Ajax
acepta enfrentarse a Héctor. Después de duro combate todo
queda en tablas y Ajax y Héctor se intercambian sus armas
en señal de mutuo respeto. Sin embargo este resultado exalta el
ánimo de los troyanos, que crecidos lanzan todo su ejercito contra
el aqueo y tras infringirle una terrible matanza, es acosado hasta sus
naves. Los troyanos rompen las defensas costeras de los aqueos y prenden
fuego a algunas navíos. Los dioses parecen haber abandonado al
ejercito de Agamenón.
La
situación es tan desesperada que Agamenón
ya piensa en la huida y Patroclo ruega a Aquiles,
que desde su navío ha mirado impasible estos desastres, deponga
su odio y acuda con su ejercito a reforzar a los aqueos. Como Aquiles
permanece inmutable en su decisión, Patroclo toma la coraza, las
armas, glebas y el carro de Aquiles y entra en el combate seguido por
los mirmidones de aquél. Aqueos y troyanos creen que es el mismo
Aquiles el que a toda velocidad recorre las filas enemigas. Su “presencia”
enardece a unos y aterroriza a otros. En plena desbandada troyana, Patroclo
se enfreta a Héctor. Después de durísimo combate
cuerpo a cuerpo, el troyano atraviesa con su lanza al aqueo, le arranca
las armas y la armadura , que después mostrará como preciado
trofeo sobre las murallas de la ciudad.
Cuando Aquiles tiene conocimiento de la muerte de su inseparable Patroclo
y de la pérdida de su armadura, se abandona a unas profundidades de dolor
y odio pocas veces reflejadas en la literatura universal. Jura no comer,
ni dormir, ni enterrar a su amigo hasta que haya vengado su muerte. El
odio hacia Héctor lo hace extensible a cualquier troyano. Puesto
que ya ha encontrado otra causa hacia la que dirigir sus más oscuros sentimientos,
abandona su enemistad con Menelao, que le devuelve a Briseis, y
se presta a la batalla arengando él mismo a los ejércitos. Antes,
su madre Tetis conmovida por su desesperación le ha entregado nuevas
armas y armadura, que el propio dios Hefestos ha fabricado en sus fragua
subterránea.
Es
espectacular la descripción que hace Homero del momento en la que
entre los brillos metálicos, que “la Aurora la del peplo
azafranado” arranca al ejercito aqueo, sobresale refulgente la armadura
y la impresionante presencia física de Aquiles, semejante al mismo
dios de la guerra. Desde este momento Aquiles no es el guerrero que aterroriza
y causa temor a sus enemigos, es la propia personificación del
Terror y el Miedo. Es el mismo Ensañamiento en busca de sangre
troyana. Las descripciones de la batalla son pavorosas. Enloquecido busca
a Héctor, en medio de un campo de vísceras, miembros mutilados
y cuerpos aplastados en el que su propio carro; salpicado con la sangre
que los caballos levantan de los cadáveres; tiene dificultades
para moverse. Cuando se encuentran, el duelo es el de dos leones heridos.
Un venablo atraviesa a Héctor de parte a parte ante los ojos aterrorizados
de su padre Príamo. Como un animal que sólo ha hecho probar el
sabor de la sangre, lleva su odio y sed de venganza a limites que aterrorizan
a los propios dioses. Perfora los tobillos de Héctor para atar
el cadáver a su carro y lo arrastra alrededor de las murallas
de Troya ante la mirada horrorizada de su padre, madre y esposa. No satisfecho
con esto, lo lleva al campamento con la intención de entregarlo
a los perros. No lo hace porque decide que durante diez días hará
la macabra ronda alrededor de la ciudad. Al décimo día se
celebran las exequias de Patroclo. En la pira arderán vivos doce
jóvenes prisioneros troyanos. Sólo después, Aquiles consigue
conciliar el sueño.
Aconsejado
por Apolo, que se ha conmovido por el dolor de Príamo, llega el
rey al campamento aqueo. Allí de rodillas, besa y llora sobre las
manos del matador de su hijo y le suplica que le devuelva su cadáver
para que pueda ser entregado a los ritos funerarios. Sólo el recuerdo
de su anciano padre conmueve el corazón de Aquiles y llorando entrega
a Príamo el cuerpo de Héctor y la promesa de una tregua de doce
días, para que puedan ser cumplidos todos los ritos debidos “a
tan gran guerrero”. Durante doce días, llora la ciudad la
muerte del “más noble de los troyanos”, y su propia desgracia.
Cuando el cuerpo de Héctor termina de arder en la pira, la tregua
se da por terminada y se reinician los ataques.
Sin
Héctor, la guerra se inclina hacia los aqueos.
Pero Afrodita revela a Paris el único punto vulnerable de Aquiles,
el talón; el lugar por el que su madre le sujetó para sumergirle
en la laguna Estigia y donde el agua no le tocó. También le revela
donde puede encontrarle, en el templo de Apolo Timbreo. Allí
se dirige Paris, y en una apoteosis de cobardía, le dispara una
flecha alcanzándole en su único punto vulnerable. Se cumple
el oráculo que le fue revelado a Aquiles en su patria: si la abandonaba
moriría ante los muros de Troya.
Durante diecisiete días que duran los fuegos funerarios en honor
a Aquiles, lloran los aqueos su muerte. El día decimoctavo su cuerpo
es entregado a las llamas. Sus cenizas son depositadas en la misma urna
que contiene las de su amado Patroclo. Completados los
ritos, Ajax y Ulises reclaman las armas y la armadura
de Aquiles, ésas que el “herrero divino” cinceló para
él. Agamenón que guardaba resentimientos contra Ajax se
las concede a Ulises, como “el más valiente de los guerreros”.
Esto da lugar a uno de esos los episodios vergonzantes de esta guerra,
al que los poetas antiguos llamaron “la locura de Ajax”. Éste,
totalmente fuera de sí, descarga su ira en una sañuda carnicería
contra los rebaños de Agamenón, que culmina con el desquiciado
episodio en el que toma a dos carneros blancos, a los que llama Agamenón
y Ulises, después los ata y los azota hasta la muerte, mientras
les lanza todo tipo de rabiosos insultos. Una vez que ha dado salida a
su locura, y completamente agotado, se da muerte clavándose su
espada. La misma espada que el troyano Héctor le regaló en reconocimiento
a su valor guerrero.
Poco después Paris encuentra la muerte en uno
de los habituales duelos a los que aqueos y troyanos se entregaban en
periodos de tregua. Helena que hace tiempo daba muestras
de estar cansada y avergonzada de la cobardía de Paris,
no está dispuesta a guardarle el duelo debido, y recuerda que después
de todo sigue siendo la esposa de Menelao y reina de
Lacedemonia. Una noche un vigía la descubre intentando abandonar
la ciudad. Para evitar otros intentos es entregada a la fuerza en matrimonio
a un noble troyano.
Con
estos hechos la guerra todavía continúa en un “impase”.
El astuto Ulises ve claro, y lo hace ver al resto de
generales, que la guerra nunca se ganará por las armas sino por la astucia.
Un día los troyanos asombrados vieron desde las murallas como el
ejército aqueo se retiraba a sus barcos y éstos enfilaban proa a su patria.
Casi tanto asombro como esto, les produjo la visión, delante de una de
las puertas, de un enorme caballo de madera. Los troyanos felices al pensar
que su resistencia había dado sus frutos, salieron de las murallas.
Cerca encontraron a un aqueo, Sinon, al que hicieron
prisionero y le interrogaron. Sinon declaró que la flota se había
retirado hacia su patria, que él estaba destinado a ser sacrificado
a Atenea y en último momento había podido escapar y que el caballo
era una ofrenda de los aqueos a la diosa para rogarle que les concediesen
viento favorable en su regreso. Lo habían construido tan grande
para que los troyanos no pudiesen meterlo en la ciudad, y atraerse de
esta forma el favor de la diosa. Conmovido por los llantos de Sinon, Príamo le acepta entre los suyos y le concede Troya
como su nueva patria. Llenos de loco júbilo después de años
de guerra interminable y sintiéndose seguros, los troyanos derribaron
parte de una de las puertas de la ciudad y un trozo del lienzo de la muralla
para permitir el paso del enorme caballo. Llegada la noche, bajo la incierta
luz de una luna espectral, la ciudad, abandonando toda prudencia, se entregó
a las celebraciones y excesos. Era el momento. Desde la parte más alta
de la muralla y con una antorcha Sinón hizo una señal hacia
la cercana isla de Ténedos, donde la flota aquea se había
escondido. Era el momento de que regresase. Después se dirigió
al caballo y abrió una puerta escondida por donde salieron Ulises, Menelao y un grupo de soldados. Los troyanos no pudieron reaccionar.
La ciudad fue entregada al saqueo y al incendio; los hombres en edad de
coger armas, a la espada. En una orgía de venganza, el hijo de
Héctor fue arrojado desde las muralla; los hijos vivos de Príamo
no corrieron suerte más piadosa: Polidoro fue
lapidado; Polixena, vehementemente deseada por Aquiles
en vida, le fue sacrificada para acompañarle en la muerte; Casandra
fue entregada a Agamenón; la esposa de Príamo, a Ulises; Andrómaca,
la esposa de Héctor al hijo de Aquiles. El propio rey Príamo
sufrió la venganza póstuma de Aquiles
en el brazo ejecutor del hijo del aqueo. Después de matarlo, lo
decapitó, descuartizó y ofreció sus restos a la tumba
de Aquiles y a los buitres.
No fue el peor de los posibles el destino de Helena.
Cuando Menelao descendió del caballo y enloquecido
de rabia y celos se dirigió junto con Ulises,
en busca de Helena para darle muerte con sus propias manos, la encontró
en el palacio junto con un noble troyano que había acudido a protegerla.
Traicioneramente, ella mató a su protector clavándole una
daga ante la vista de su esposo. Esto y el hecho de que se le presentase
envuelta en velos trasparentes, debieron conmover la voluntad de Menelao
que tomándola en brazos la condujo a la seguridad de sus barcos.
Entre los pocos que consiguieron huir, gracias a la protección
de su madre Afrodita, estaba Eneas y su hijo, Ascanio-Julo.
Éste después de largo peregrinaje arribaría a las costas
Italianas. Los futuros fundadores de Roma, Rómulo y Remo,
serían sus descendientes.
Poco tiempo
disfrutaron los reyes aqueos de su victoria. Muchos habían muerto
en la guerra, a otros como Úlises les restaba
un largo peregrinar hasta llegar a Itaca. Agamenón
encontró la muerte a manos de su esposa Clitemnestra
y de su amante que habían usurpado el poder en ausencia del rey.
Y si esto
queda en el ámbito de la leyenda, la historia confirma que no más
de dos generaciones duraría la gloria aquea tras la caída
de Troya. Lo que hacía dos siglos no eran sino tímidas y fructíferas
inmigraciones sobre suelo aqueo, terminan por descubrirse como la temprana
avanzadilla de un alud migratorio de tribus guerreras en un estadio menos
avanzado de civilización, auténticos “señores
de la guerra”, que procedentes del Norte de los Balcanes, invadirían
Grecia a principio del siglo XII a.C. Las ciudades aqueas
fueron destruidas. Micenas, Pilos, Tirinto, junto con
su enemiga Troya entraron en la leyenda. La caída
de Troya es el último episodio de toda una época, de todo
un mundo que se derrumba para precipitarse en una “Edad Oscura”;
siglos convulsos, una “Edad Media” de la antigüedad,
durante los cuales unos pueblos son desplazados por otros en un hervidero
de emigraciones forzadas. Caen reinos, imperios, ciudades y culturas para
ser sustituidos por otros. Cuando tras cuatro siglos de “noche”,
el mundo griego despierte, lo hará para mostrarse al mundo en toda
su espléndida grandeza.
Bibliografía
- Homero: “La Illiada”. Ediciones Gredos
- Virgilio: “La Eneida” (Capl. II). Ediciones
Gredos
- Robert Graves: “Los mitos griegos” Vol. I
y II. Alianza Editorial.
Col. Religión y mitología
- Robert Graves: “La guerra de Troya”. Unidad
Editorial
- V. V. Struve. “Historia de la Antigua Grecia”
( Vol I) Akal Editor.
- H. Bengtson: “El mundo mediterráneo en la
Edad Antigua”.Vol I.
Editorial S XXI
- Arnold Hauser: “Historia social de la literatura
y el arte” (Vol. I). Ed. Guadarrama
Julia
Saiz
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