Tracklist:
- Witness (Main Title) / Journey to Baltimore(06:24)
- The Murder (01:22)
- Book's Dissapearance (03:29)
- Futility Of An Inside Job / Delirious John (03:08)
- Building the Barn (04:58)
- Book's Sorrow (02:45)
- Rachel and Book (Love Theme) / Beginning of the End (04:40)
- The Amish Are Coming (03:21)
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En 1985 Harrison Ford era ya toda una estrella. En su haber tres de los personajes más carismáticos del cine de las últimas décadas, Indiana Jones, Han Solo y el Deckard de Blade Runner, papeles por los que siempre será recordado… era el momento de buscar nuevos retos, de integrar a su nómica de actor nuevos registros que le abrieran la puerta a otro tipo de películas; e iba a hacerlo de manera gradual y en gran medida sin perder de vista el cine de entretenimiento.
Al mismo tiempo, un talentoso director australiano, Peter Weir, que ya había dado sobradas muestras de arte y oficio en títulos como El Año que vivimos peligrosamente y Gallipoli (ambas con otra estrella en ciernes como protagonista, Mel Gibson) era tentado por la industria hollywoodense para dar el salto a la Meca del Cine. No es extraño pues, que ambos coincidieran finalmente en 1985, con uno de los títulos más destacados de sus carreras, Único Testigo (Witness).
Aunque a primera vista el filme podría parecer un simple thriller policiaco, la intención de sus responsables era mucho más compleja. Disfrazada de tópica historia de corrupción policial, la película nos sumergía en el desconocido mundo de la comunidad amish en el estado norteamericano de Pensylvannia. Unas gentes cuya espiritualidad llega tan lejos que viven aún como si del siglo XIX se tratase, teniendo la palabra de Dios como máxima ley y un código de conducta estricto basado en la erradicación de cualquier forma de violencia . El guión de Earl W. Wallace y William Kelley conjugaba magistralmente los elementos de suspense y acción necesarios con aquellos fragmentos más descriptivos de la sociedad amish e, incluso, la historia de amor que surge entre el personaje de Ford, el Capitán John Book, y Rachel (una casi debutante Kelly McGillis justo antes de sus éxitos gracias a Top Gun y Acusados), una joven viuda que se ve envuelta en una espiral de violencia a causa de que su pequeño hijo presencia un asesinato y se convierta en el único testigo del título del filme.
Weir sabe aprovechar tan jugoso material para presentarnos un filme que posee notas de interés para un público muy amplio. Pues aunque la trama de suspense es bastante obvia, ésta no deja de tener el interés suficiente para mantener la atención del espectador; al mismo tiempo, podemos disfrutar de una historia romántica contada con gran pulso y, para cerrar el círculo, el director se toma su tiempo para que conozcamos si quiera un poco a las peculiares gentes vestidas de negro que jalonan el paisaje que nos muestran las imágenes, a través de la excepcional fotografía de John Seale.
Todos estos elementos positivos de la película confluyeron no solo en un gran éxito de crítica y público, sino también en sendos Oscars para su guión original y su montaje, además de seis nominaciones más: Mejor Película, Mejor Director, Mejor Fotografía, Mejor Dirección Artística, Mejor Actor para Harrison Ford y, finalmente, Mejor Banda Sonora Original para Maurice Jarre. No solo la nominación al Oscar fue el premio del Maestro por esta obra, sino que además sería también candidato al Globo de Oro y acabaría alzándose con el BAFTA a la Mejor Banda Sonora Original.
Jarre y Peter Weir: la era de la electrónica
La influencia de la electrónica en la carrera de Maurice Jarre es notable. Recordemos sino su uso habitual de las Ondas Martenot, de la que era un auténtico maestro. La llegada de la década de los 80 supuso para el compositor la rendición de su música casi totalmente a los sonidos sintetizados, coincidiendo también con su asociación con Peter Weir, una relación que se iba a prolongar durante cinco títulos más a lo largo de casi quince años.
Único Testigo es el segundo de los títulos en los que colaboraron, dando como resultado un score marcadamente atmosférico pero que posee, al mismo tiempo, algunas de las melodías más significativas de su autor. Durante gran parte del score, Jarre abandona su habitual carga melódica a favor de fragmentos de largas notas y disonancias en aquellos pasajes de mayor tensión. A pesar de ello, el compositor galo no pierde su inconfundible estilo, e incorpora varios temas sobre los que pivota toda la obra.
El tema central del score lo escuchamos por primera vez acompañando el viaje del pequeño Sam y su madre, Rachel, en tren. Para el niño es toda una experiencia y Jarre lo acompaña de una interpretación delicada de esa melodía central que, en otros momentos del filme, va a ser el sonido de la comunidad amish. Tanto es así que vuelve a aparecer con notable resultado en una de las secuencias primordiales del filme, la construcción del granero (corte 5, “Building the Barn”). Weir la utiliza como medio para mostrarnos el espíritu altamente cooperativo de la comunidad, con todos, desde los más pequeños a los más ancianos, haciendo su aportación al futuro de la pareja de recién casados. Es también el momento de Book de quitarse de encima todos sus prejuicios y convivir con estas personas peculiares. Jarre, consciente de la importancia de esta secuencia en la narración, compone el tema más memorable del filme, un corte de casi cinco minutos donde los sintetizadores juegan a ser cuerdas y metales en la ejecución de la melodía central en todo su brío. Ésta vuelve a aparecer orquestada de manera similar hacia el final de la película, cuando los amish corren en ayuda de aquellos de los suyos que están en peligro (“The Amish Are Coming”). Curiosamente, estos dos momentos son los que más recuerdan al Jarre tradicional, al de las melodías inolvidables con la que ésta se puede asociar fácilmente.
La acción del filme es subrayada por el compositor con cortes que basan su estructura en la reiteración de frases musicales muy cortas, compuestas por no más de tres o cuatro notas. A pesar de esta aparente sencillez, Jarre sabe otorgar la carga de tensión suficiente a cada momento, variando los ritmos y la carga instrumental de cada tema, y tan solo el paso de los años y la evolución de los sonidos sintetizados han podido dejar un tanto obsoletos estos temas, no así la estructura de la composición.
Cabría destacar un último tema, en concreto el que subraya la historia de amor y que tan sólo escuchamos una sola vez en toda la película (corte 7, “Rachel and Book (Love Theme)”). No llega nunca a definirse como una melodía, sino que pudiera parecer el avance incompleto hacia ella, como si de un preludio del final del filme se tratase.
Para aquellos que conocimos al Maestro en la década de los 80 gracias a títulos como éste y sus posteriores colaboraciones con Peter Weir, Único Testigo es una buena síntesis de lo fue su estilo en aquellos años: una utilización de los nuevos sonidos que ofrecía la electrónica pero sin perder de vista una manera de componer clásica. Es sin duda significativo que un autor del bagaje de Jarre tenga dos etapas tan diferentes en su carrera, lo que hace que muchos aficionados sean propensos a decantarse por uno de ellos, algo que en mi opinión debería evitarse en busca de una comprensión lo más compleja posible de su obra.
Lo mejor: poder comprobar como Jarre era fiel a su estilo aún con el radical cambio de orquestación de su obra.
Lo peor: en mi opinión, lo mal que ha envejecido ese sonido de sintetizadores de principios de los ochenta.
El momento: “Building the Barn”, una de las piezas claves de en la obra de Jarre.
Juan Antonio Martín.
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