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Crónica de los Ensayos del II Congreso de Música de Cine "Ciudad de Úbeda"


CartelEl II Congreso de música de cine Ciudad de Úbeda fue un evento a recordar y celebrar por muchos motivos. Uno de ellos fue, sin lugar a dudas, el maravilloso concierto para orquesta y coro en el que todos los asistentes tuvieron el privilegio de disfrutar en directo de conmovedores extractos de obras como La Pasión de Cristo, Rudy y, cómo no, Conan el Bárbaro. Lógicamente, un evento de tales proporciones requiere de numerosas horas de ensayo, especialmente si tenemos en consideración que obras como Conan no han sido nunca, insisto, nunca, interpretadas en concierto con anterioridad.

Es muy probable que el número de horas de ensayos previos al concierto no fueran suficientes, aunque los resultados fueran excepcionales. Sin embargo, debido a limitaciones de tiempo y de presupuesto, los compositores contaban a priori con limitadas horas de ensayo, comprimidas en apenas tres días, lo cual llegaría a ser, en alguna ocasión, motivo añadido de stress y tensión, especialmente el día previo al concierto. Durante esta escueta crónica, me gustaría compartir con todos vosotros esta bella experiencia que supuso estar presente durante los ensayos, sirviendo de inexperto (y, en ocasiones, innecesario, ya que muchos de los músicos hablaban inglés y muchos de los demás entendían el argot musical que utilizaban los compositores mucho mejor que yo) traductor-intérprete entre los compositores y directores por un lado, y la propia Orquesta Filarmónica de Andalucía por otro.

Básicamente, las jornadas de ensayos estaban divididas en dos turnos, uno de mañana y otro de tarde, de miércoles a jueves, más otro turno de mañana el viernes, el día previo al concierto. Durante estos turnos, los distintos compositores iban turnándose y tomando el relevo para ensayar sus respectivas partes. EnsayosNo parecía haber un programa definido sobre cuándo debía ensayar cada compositor, ya que era algo que, generalmente, decidían los mismos músicos sobre la marcha, de manera que, como regla general, no sabíamos qué parte se iba a ensayar hasta apenas unos minutos antes del relevo. Debido a esto, no me es posible recordar a posteriori quiénes ensayaron cada día y en qué orden, por lo que me limitaré a compartir con vosotros mis experiencias con cada uno de los músicos en términos generales durante dichos ensayos.

Los primeros ensayos transcurrieron con relativa tranquilidad y parsimonia. John Frizzell presentó una suite elaborada ad hoc para el congreso, durante la cual hacía un repaso por varios de sus mejores y más conocidos trabajos. En más de una ocasión hacía pausas para contar anécdotas sobre su trabajo y otros compositores, o para pedirme que tradujera mientras describía la escena de la película a la que pertenecía el fragmento que estaban ensayando, lo cual permitía a los músicos tener una idea sobre lo que el compositor estaba tratando de expresar más claramente. En ningún momento escatimó palabras de agradecimiento y loas a los músicos durante los ensayos.

Para su parte del concierto, el compositor John Ottman contó con su orquestador habitual, Damon Intrabartolo, el cual asumiría las labores de director de orquesta durante el concierto y los ensayos. Observar a Intrabartolo dirigiendo a la orquesta es realmente una experiencia que debe ser vivida. Pese a su juventud (en comparación con otros músicos), Intrabartolo derrochaba energía, entusiasmo y confianza en sí mismo. Parecía no tener límite, y podía echar todo el tiempo que fuera necesario sin mostrar un ápice de cansancio o desgana. Si hay algo que pueda decirse de Damon Intrabartolo, es sin duda alguna que es una persona que vive la música con toda su alma, y en mi opinión personal sabe contagiar ese entusiasmo, esa ilusión, a todos los que trabajan con él. Recuerdo con una sonrisa los ensayos de Los Cuatro Fantásticos, por ejemplo, o los de Sospechosos Habituales, dos piezas muy distintas y a las que Intrabartolo supo hacer justicia con su increíble talento. EnsayosAunque sí es cierto que tanto derroche de energía puede llegar a ser agotador para los que trabajan con él, y especialmente durante los últimos ensayos sí pude apreciar lo extremadamente perfeccionista que es. Recuerdo que el sábado por la mañana insistió en que la orquesta repitiera varias el fragmento de la partitura de Superman Returns en donde se escuchan las famosas notas del tema del personaje compuesto por John Williams. Tantas veces fueran necesarias hasta que quedara perfecto. Ese perfeccionismo no puede sino dar buenos resultados, como pudo apreciarse en el concierto. Magnífico director de orquesta, y todo un entusiasta de la música de cine, ¡aunque su perfeccionismo y vitalidad llegaron a resultarme bastante estresantes en más de un momento!

Igualmente perfeccionista y experto me pareció John Debney, el cual demostró en Úbeda ser, además de un gran compositor capaz de crear maravillas sublimes como La Pasión de Cristo, un excelente director de orquesta. A diferencia de Intrabartolo, John Debney es una persona más calmada y serena, todo un profesional que en ningún momento se dejó afectar por la tensión de los últimos momentos previos al concierto. Cuando los ensayos no resultaban todo lo satisfactorios que esperaba, lejos de perder los ánimos volvía a repetir el fragmento en cuestión una y otra vez, dando esporádicas pistas y consejos a los músicos, siempre transmitiendo serenidad y confianza. Realmente ver a Debney al frente de una orquesta es otra experiencia única, mágica. Resultaba evidente que el compositor está más que curtido en este tipo de labores. Una de las cosas que más me impresionaron tanto de Intrabartolo como de Debney fue cómo se interrelacionaban con los miembros de la orquesta durante los ensayos, cómo dialogaban con los músicos, marcando las entradas y los compases. Ambos consiguieron que una persona totalmente analfabeta en lo que respecta a la musicología/musicografía se entusiasmara contemplándolos al frente de la orquesta. Además de presentar una maravillosa suite de su obra maestra La Pasión de Cristo, John Debney fue también el encargado de la parte del concierto dedicada al gran compositor de música de cine Jerry Goldsmith. En particular el tema de la Enterprise supuso un considerable reto dada su dificultad.

Basil ensayandoEn cualquier caso, no cabía la menor duda de que el plato fuerte del concierto y del congreso era la presencia del gran Basil Poledouris, cuya obra maestra Conan el Bárbaro constituía uno de los momentos más ansiados del concierto. Y con razón. Al fin y al cabo, esta obra, considerada como una de las más grandes bandas sonoras de la historia del cine, y motivo por el cual muchos nos hemos aficionado a este mundo de la música de cine, no había sido nunca interpretada en concierto anteriormente. Esto significaba que, para la ocasión, se necesitaban bastantes horas de ensayos, muchas más de las que por desgracia tuvieron lugar, y también algunos retoques en las partituras, retoques que se hicieron sobre la marcha. Como comentó el propio Basil en su primer día de ensayo, cuando escribió la partitura era aún un compositor, según sus palabras, "inexperto", y esperaba poder limar las imperfecciones con motivo de aquel evento tan especial para todos, no sólo para los aficionados que habían acudido de todas partes de la geografía española para verlo, sino también para el propio compositor, que ya llevaba un tiempo contemplando la idea de retomar aquella partitura. Llegados a este punto conviene matizar que, hasta el último momento, la asistencia de Basil al congreso había estado amenazada por problemas de salud del compositor, el cual había sido operado recientemente de cáncer. Aun cuando supimos que realmente venía, tampoco teníamos la certeza de que el compositor quisiera, o mejor dicho, estuviera en condiciones, de asumir las tareas de director de orquesta para su parte del concierto, y mucho menos durante los ensayos. Hete aquí, que se obró el milagro, un milagro obrado por el coraje, la determinación y la voluntad del propio Basil Poledouris, el cual insistió en todo momento en encargarse de los ensayos y, por supuesto, dirigir también durante el concierto. Resultaba evidente que aquello era algo personal para el compositor, el cual quería demostrarse a sí mismo y a todos los que nos habíamos congregado en la preciosa Úbeda para verlo que todavía estaba en condiciones de tomar la batuta y regalarnos el obsequio más maravilloso de la vida, el de la música. Pese a todas las dificultades que obraban en su contra - delicado estado de salud, complejidad innata de una obra para orquesta y coros que nunca antes ha sido interpretada en concierto, la tensión propia de trabajar contra reloj, en una angustiosa cuenta atrás, los problemas del idioma.... - Basil, el gran Basil, nunca perdió la compostura, y estuvo al pie del cañón en todo momento. En ocasiones ni siquiera era consciente del tiempo que llevaba allí ensayando, inmerso en sus pensamientos, en su música, y su compañera Suni se me acercaba y me pedía que le recordara que tenía que descansar, o bien que tenía que tomar su medicina, o bien me pedía que le diera una toalla húmeda con la que secarse el sudor. Todos éramos conscientes del milagro de tenerlo allí, en el Hospital de Santiago, dirigiendo una orquesta, interpretando Conan el Bárbaro... tras los problemas de salud que aún padecía. Sin embargo, el Maestro Basil no tenía ninguna intención de tirar la toalla, y con pulso tembloroso acometió aquella empresa con tesón, coraje y amor. Lo que más me sorprendió del Maestro Basil Poledouris fue su ternura con los músicos. Lejos de caer en la arrogancia y la soberbia que suelen amenazar a los músicos de la categoría del Maestro, EnsayosBasil Poledouris estuvo siempre pidiendo consejo al concertino y a otros miembros de la orquesta, siempre abierto a consejos y recomendaciones de los propios músicos. Esta falta de ego es una seña de identidad de alguien que es grande, especialmente cuando ese "alguien" ha compuesto una obra como Conan el Bárbaro. A menudo, durante los ensayos, Basil daba escuetas indicaciones a los músicos sobre la marcha, especificando aspectos como el tempo. El Maestro, no obstante, no estuvo solo, ya que contó con colaboración a la hora de realizar retoques en la partitura. Siempre que alguna parte no salía como era debido, interrumpía los ensayos y volvía de nuevo al mismo fragmento hasta que el resultado era el que deseaba. Ni qué decir tiene, todos los que tuvimos el privilegio de estar con él durante los ensayos, no podíamos contener la emoción, sobre todo cuando veíamos que todo iba saliendo como era debido, gracias a la constancia y la hercúlea determinación de este gran compositor.

Momentos divertidos, los ha habido, así como momentos de mayor o menor tensión. También hubo momentos mágicos, de esos que cortan la respiración. Uno de ellos fue durante la interpretación del fragmento correspondiente al tema Mary Goes to Jesus de la suite de la Pasión de Cristo. Yo, que no había escuchado aquella banda sonora hasta ese momento, quedé totalmente obnubilado y enamorado de aquella música celestial. El propio Debney mostraba su satisfacción, pidiéndome siempre que les agradeciera a los músicos su trabajo y esfuerzo, y diciendo que "tocaban como ángeles". El segundo, quizás fue el MOMENTO de todas las sesiones de ensayo, cuando pudimos escuchar, por primera vez en directo, el tema completo de Raiders of Doom. Creo que puedo hablar por todos los que estábamos allí si digo que fue una experiencia realmente arrebatadora. Todos los que estábamos allí prorrumpimos a aplausos, totalmente extasiados por aquella maravilla que habíamos podido escuchar en directo. La percusión sonaba especialmente bien, poderosa e indómita como el personaje y como la determinación del compositor por terminar su labor.

Llegados a este punto de la crónica, debo aclarar que, hasta el viernes, los ensayos a los que asistí fueron exclusivamente con la orquesta. El coro ensayaba aparte en otra cámara del recinto. La idea era que tanto la orquesta como el coro ensayaran a la perfección sus respectivas partes, de modo que, a partir del viernes, se pudiera ya ensayar al completo e incidir en la sincronía entre ambos. De esta manera, el viernes pudimos escuchar, por primera vez, al coro junto con la orquesta. Y entonces empezaron a hacerse evidente algunos problemas, principalmente que las voces quedaban, en algunas partes de Conan, solapadas por la potente percusión y los metales. Otro aspecto especialmente delicado eran las entradas del coro, que tenían que estar perfectamente delimitadas para evitar problemas de falta de sincronía con los demás instrumentos de la orquesta.

Ensayo al aire libreA medida que el día del concierto se aproximaba, en ocasiones se podía palpar la tensión en el escenario, especialmente cuando algún fragmento en particular no terminaba por satisfacer del todo al compositor. Consciente de que apenas tres días no era realmente suficiente para un concierto de la envergadura del que iba celebrarse el sábado, John Frizzell propuso el viernes por la mañana tener otra nueva sesión de ensayos, o bien el viernes por la tarde o bien el sábado por la mañana antes del concierto. El cansancio tras los dos días y medio de intensivos ensayos empezaba a acusarse, y el hecho de que el concierto era al día siguiente parecía indicar que, quizás, no fuese una buena idea añadir más horas de ensayo. Sin embargo, no era un "lujo" sino una "necesidad". Los compositores querían asegurarse de que el día del concierto fuera especial y, en especial Basil, quería estar seguro de que aquel día ofrecería a todos los aficionados a su música unos 40 minutos que jamás olvidarían. En cualquier caso, tras algunas, en ocasiones airadas, negociaciones, finalmente se acordó realizar otra sesión de ensayos el sábado por la mañana. Consciente del trabajo que estaban realizando los músicos, Frizzell se aseguró de contentar a todos los músicos, los cuales tuvieron varios descansos con refrigerios y aperitivos varios, amén de una botella de vino de regalo. En definitiva, las cosas parecían, al fin, ir ya como la seda.

Y, finalmente, aquellos días de intenso trabajo dieron sus frutos en el inolvidable concierto que permanecerá para siempre en nuestros corazones. Poco más de tres meses después de aquel evento, el compositor Basil Poledouris nos ha dejado para pasar a una mejor vida, legándonos un impresionante corpus musical y todo un ejemplo de valentía, tesón y humanidad. Su presencia en Úbeda este verano del 2006 adquiere de este modo una especial relevancia, ya que fue el marco de la primera y última interpretación en vivo de una banda sonora legendaria por su compositor. Fue su regalo a todos los que aman su música, los mismos que nunca olvidarán a un ser humano muy especial llamado Basil Poledouris.

Concierto
Concierto

Quisiera mostrar mi agradecimiento a: mis compañeros y amigos de BSOSpirit gracias a los cuales tuve esta maravillosa experiencia; a los miembros de la Orquesta Filarmónica de Andalucía por su indulgencia con mis numerosos errores y dudas en la traducción de términos musicales del inglés al español, demostrando ser grandes personas además de músicos; finalmente, a todos los compositores por su paciencia conmigo y por permitirme compartir aquellos momentos mágicos de música e ilusión. Gracias a Frizzell, Intrabartolo, Debney y, muy especialmente, a Basil Poledouris, por darnos toda una lección de cómo vivir la vida hasta el último momento, sin tirar nunca la toalla, mirando siempre hacia delante. A ti, Maestro, dedico estas líneas.

Concierto

Luis Fernando Rodríguez Romero

 
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