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Aquel hombre, de porte afectado y mirada ostentosa, lanzaba sus dedos sobre el piano con tanta pasión que alguno diría era su amante. Extasiado por la música que surgía de su arte, se deleitaba con cada nota que acariciaba sus tímpanos, confirmando con tales acordes que, sin duda, él era el mejor compositor de música de cine que jamás hubiera conocido el mundo. Qué bellas melodías surgían de su genio, cuánta hermosura irradiaban sus composiciones...
- Cariño, ¿de qué me suena eso? -se oyó preguntar a una voz femenina.
James Horner dejó de aporrear las teclas del piano que presidía el inmenso salón y que todos los días utilizaba para relajarse.
- Ah, ya caigo... Es la banda sonora de "Salvar al Soldado Ryan", ¿no?
Horner suspiró lentamente y, con indiferencia, respondió a su esposa:
- No, querida, es el tema central de "Windtalkers", la nueva película bélica del chino ese. ¿Cómo se llamaba? Ah, John Woo.
- Uf, sí, lo recuerdo de cuando cenamos una vez con él. A cada paso que daba surgían palomas por doquier. ¿Es un místico o algo así?
- No, querida, éste no ha aprendido nada de la quietud cinematográfica china. Y ahora, si me disculpas, quisiera seguir con lo mío...
- Por supuesto, cariño... Ánimo y a por otro Titánic, que este mes va muy mal el presupuesto familiar...
Horner respiró aliviado en cuanto vio desaparecer a su mujer. Primero, el compositor de "Deep Impact" se frotó las manos; luego, sopló levemente las yemas de sus dedos, para finalmente dejarlos caer sobre las brillantes teclas blanquinegras. Pero, inesperadamente, de aquel sencillo acto no brotaron los sonidos celestiales que esperaba escuchar Horner, sino un contundente fragor, un estruendo inusitado que devoró el silencio y a punto estuvo de provocarle un infarto al afamado compositor. De pronto, una decena de hombres armados lo apuntaban con sus modernos rifles; por fin, un individuo de raza negra atravesó la puerta y se acercó al atribulado músico. El tipo, que vestía una enorme gabardina de color claro, sacó un cigarro de su bolsillo izquierdo y lo posó sobre sus gruesos labios. Luego, se hizo con un fósforo que restregó sobre su mentón; enseguida el humo se adueñó del ambiente...
- ¿Horner? ¿James Horner? -preguntó el invasor-. Soy el inspector Smith. Espero que mis hombres no le hayan asustado...
- N... n... no -tartamudeó Horner.
- Son jóvenes e impetuosos y desean entrar en acción. Les dices que piquen suavemente en la puerta y, ya ve, la derriban... -sonrió el inspector-. Vaya, le veo muy pálido. Relájese, siéntase como en su propia casa.
- Ya... ya... ya estoy en ella... -musitó Horner.
- Ah, cierto -asintió el inspector, adoptando una posición reflexiva-. Dos de mis hombres deben de estar ahora mismo con su mujer. La habrán amordazado para que charlemos más tranquilos aquí abajo.
- Pero... pero, ¿de qué?
- Vamos, colabore y no se haga el tonto... -El inspector lanzó una bocanada de humo sobre el rostro de Horner.
- Eso... es políticamente incorrecto...
- Todos sabemos de dónde saca su inspiración...
- O... oiga, per... perdone, pero sobre ese tema ya tengo bastante con mis fans.
- Al presidente no le gustan los plagios...
- ¿Al presidente? ¿A qué presidente?
- Son muchas las denuncias que hemos recibido sobre el tema... Si salen todas adelante... creo que acabará componiendo para culebrones venezolanos... Y, créame, si nosotros queremos... prosperarán... A no ser, claro está, que acepte nuestras condiciones...
- ¿Condiciones?
- ¡Si, condiciones! -gritó el inspector mientras se quitaba su gabardina con la misma rapidez que utiliza Jackie Chan para desembarazarse de sus enemigos; luego, la lanzó hacia uno de sus hombres-. Sabe usted que estamos viviendo tiempos difíciles -dijo, llevando su muñeca izquierda hacia la frente y adoptando con ello una burda pose teatral-. Hollywood no puede permanecer indiferente ante la guerra. Tom Cruise, por ejemplo, se disfrazará de mujer afgana en una película que, por fin, le dará el Oscar (ya nos encargaremos nosotros de que así sea...). Y usted, señor Horner...
- Oh, no, yo sólo me disfrazo de mujer en la intimidad...
- ¡No, usted hará otro trabajo para nosotros! ¡Usted compondrá la mayor fanfarria patriotera que oido alguno jamás haya escuchado!
- ¿Gratis?
- Sí, ¡por amor a la patria!
Horner tragó saliva, sabedor de que no existía alternativa alguna... Aceptó pesaroso el encargo e invitó a aquellos hombres a abandonar su mansión.
Luego, una hora después, desató a su mujer, aunque hubiera deseado dejarla así durante varias horas más... Y, mientras tanto, en su mente intentaba construir la composición patriotera que le habían requerido. Pero, dejándolo por imposible, se hundió en el sillón de su salita y encendió con indiferencia el televisor. Tan sumido estaba en sus preocupaciones que tardó un rato en fijarse en las imágenes que fluían por la pequeña pantalla. Allí estaba Harrison Ford, ataviado con un fabuloso traje de ejecutivo y lanzando mamporros contra terroristas y otros garrulos varios.
De fondo, una poderosa fanfarria que exaltaba las acciones del personaje...
- ¡"Air Force One"!¡Mi fanfarria! -se entusiasmó Horner.
Raudo y veloz, corrió hacia el piano y, quitando unas notas de allí y poniendo otras allá, obtuvo por fin la pieza que buscaba.
- Oh, Señor, he matado dos pájaros de un tiro... -dijo Horner, postrándose y enlazando sus dedos mientras miraba hacia el cielo-. Por un lado, por fin podré plagiar con el beneplácito del Estado, pues para eso he servido al país como Dios manda... Pero, por otro, y tras muchos años intentándolo, al fin he alcanzado la venganza que siempre quise llevar contra Goldsmith y la guarra de su hija... ¡Chúpate ésa, viejo!
Y extasiado con sus delirios, Horner pudo por fin dedicarse a sus quehaceres, revisando con fruición la música de incontables producciones bélicas de todos los tiempos.
- ¡Qué magnífico refrito! -dijo, suspirando.
Jorofer
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