Introducción
La melodía ensoñadora de Georges Delerue (ganador del Oscar por Un pequeño romance), el edulcoramiento de Francis Lai (ganador del Oscar por Love Story), las canciones pegadizas de Michel Legrand (ganador del Oscar por Verano del 42) o, últimamente, la elegancia con sabor británico de Gabriel Yared (ganador del Oscar por El Paciente inglés), han convertido a Philippe Sarde en un infravalorado compositor cinematográfico francés en cuestión de popularidad, alabanzas, premios y venta de sus discos y compactos.
Cierto es que goza de un indiscutible talento musical en todos y cada uno de sus esperados trabajos, pero también es verdad que no ha sabido rentabilizarlo. Su estilo es de marcado carácter clásico, con especial predilección por los instrumentos de cuerda, principalmente piano y cello.
Estudioso de la música clásica, hay que mencionar su facilidad para arreglar obras de compositores como Mozart, Brahms o música del barroco en algunas películas dónde su nombre va a aparecer únicamente como "adaptador musical" como Souvenirs d´en France (1974), Folle a teur (1975) (dónde adaptó música de Verdi), Les gales de Pont-Aven (1975), Las hermanas Bronte (1979) (con adaptaciones de Schubert y Schumann), Buffet Froid (1980) o Lost Angels (1989).
Mientras, entre lo variado de sus scores, podemos hallar grandes obras tanto en el género del jazz, en cuartetos de cuerda o bien utilizando una gran orquesta sinfónica que nunca se atrevió a dirigir.
Aún al estar ya en la cincuentena, todavía debe ser considerado como un compositor que está en busca de ese fuego que alumbre su calidad y le proporcione los éxitos que han conseguido sus compañeros citados al comienzo.
Las cosas de la vida (1970-1978)
Philippe Sarde nace en Neuily-sur Seine el 21 de junio de 1948. Estudia armonía, contrapunto, fuga y composición con el maestro Noël Gallon. Su primer contacto con el mundo del cine le llega en 1970 de la mano de Claude Sautet, director que va a marcar toda su carrera, ya que sus colaboraciones se han mantenido durante 25 años, con el melodrama Las cosas de la vida. Partitura sencilla, melancólica y nostálgica, se convirtió en todo un acontecimiento gracias a la inolvidable "La chanson d´Helene", interpretada por Romy Schneider y Michel Piccoli. El "remake" americano del film tendría lugar veintitrés años después por medio de Entre dos mujeres, con James Newton Howard dando un nuevo enfoque a la música.
A partir de Las cosas de la vida, emblemático título, tanto en su filmografía como en la historia del cine francés, sus encargos a la hora de componer bandas sonoras se centraron en tramas muy similares a las del film de Sautet: "dramas románticos de carácter trascendental". Y así va a mantener su trayectoria durante casi toda la década de los 70. Entre los más destacados se encuentran Liza (1972), dónde sobresale un maravilloso tema central de clarinete, además de contar entre sus solistas más destacados con el violín de Stéphane Grapelli; Le Marriage á la mode (1973); Vincent, François, Paul et les autres... (1974), con el toque nostálgico del bandoneón de Marcel Azzola; Violette et Francois (1977); y una de sus obras maestras, Un taxi malva (1977), dónde logró la participación del grupo The Chieftains. Además de su estrecha colaboración en la vida, siempre turbulenta, de la enigmática Romy Schneider, con quien Sarde colaboró en alguna de sus películas-sufrimiento más características de aquella época como Max y los chatarreros (1971), César y Rosalie (1972), El tren (1973), Mado (1976) y Une histoire simple (1978).
Su inmediata colaboración con Sautet, la policíaca Max y los chatarreros, resuelta musicalmente como un obsesivo carrusel de orquestación popular, vuelve a constituir todo un éxito para ambos. Tanto es así que el compositor entra, de nuevo, en una vorágine de títulos de "cine negro francés" acompañando a actores clásicos del género como Alain Delon, Jean Gabin, Belmondo o Yves Montand. Así son "las cosas de la vida".
Entre todos ellos son especialmente brillantes la adaptación de dos novelas de Simenon con Simone Signoret en 1971: La viuda Couderc y El gato; Dos hombres contra la ciudad (1974), Adieu Poulet! (1975), con un pegadizo tema central; 7 muertes por prescripción facultativa (1975); y, sobre todo, Muerte de un corrupto, obra maestra del jazz adaptado al cine con el saxofonista Stan Getz dando empaque a una música tan inquietante como estimulante.
Sus prolíficos trabajos durante esta década, dónde consigue el "Cesar" a la mejor partitura original por Barocco en 1976, hace que entre en contacto con directores que resultarían claves en su carrera.
A poco de comenzar su fulgurante carrera de compositor cinematográfico conoce al versátil director Pierre Granier-Deferre, y juntos realizan el sobresaliente film El gato, con uno de sus temas principales más característicos. La unión entre director y músico se ha mantenido a lo largo de los años hasta llegar a Le Petit Garçon (1995).
Para Marco Ferreri / Rafael Azcona colabora en su trilogía sobre la desintegración de la sociedad: La gran comilona (1973), con una tierna y lánguida bossa nova (en su versión a piano interpretada por uno de los actores del film, Michel Piccoli), No tocar, mujer blanca (1973) y La última mujer (1978), dónde retoma la melodía que había compuesto para Liza.
Su encuentro con Andre Techiné se inicia en 1974 con Souvenirs d´en France y continúa en la actualidad teniendo en Alice y Martin (1998) el último ejemplo. El cine serio y romántico de este director le lleva a componer unas partituras repletas de lirismo y melodía, con una cuidada instrumentación de cuerdas.
Bertrand Tavernier es otro de sus mentores a la hora de escribir maravillosos trabajos, debido, entre otros motivos a la diversidad de géneros cinematográficos que ha tocado el gran director francés a lo largo de su carrera. Comenzando por El relojero de St. Paul (1974) y culminando, por el momento, en La hija de D´Artagnan, veinte años después.
Y para el cine comprometido socialmente y, sobre todo, centrado en la infancia y adolescencia, de Jacques Doillon, la unión entre ambos va destinada a unas partituras oscuras y sin concesiones, dónde se evita la fácil melodía, que van desde Un sac de billes (1975) al estremecedor documento que es Ponette (1996).
El Oso (1979-1988)
Rodeado de un gran prestigio en su país, la explosión internacional de Sarde se produjo cuando, en 1979, logra su primera y, hasta el momento, única nominación al Oscar por el romanticismo clásico de Tess. Su encuentro con el polémico director polaco Roman Polansky se había producido tres años antes con motivo de la claustrofóbicamente magistral "El quimérico inquilino", y continuaría en 1986 con Piratas, auténtico "tour de force" de Sarde con una modélica marcha fanfárrica al más puro "estilo Steiner" como tema central, y un tema de amor a guitarra llamado "Dolores" que es una de las joyas ocultas de las bandas sonoras. Pero sería, sin duda, la preciosista melodía sinfónica de Tess quien le abriría por completo las puertas de Hollywood... O eso parecía.
Porque bien por cuestión de suerte, presencia, capacidad de trabajo o relaciones públicas, lo cierto es que Sarde nunca fue considerado como un músico francés "dentro de la Industria", de ahí que sus aportaciones al cine americano se diluyan como un azucarillo en el café a pesar de su indiscutible calidad musical. Entre los que se atrevieron a contar con sus servicios estuvieron John Irving para Historias macabras (Ghost Story, 1981) sobrecogedora partitura de coros espectrales; y Marshall Brickman (co-guionista de Woody Allen) para sus intrascendentes Loco de amor (Lovesick, 1983) y Juguete mortal (The Manhattan Project, 1986), donde, sin embargo, la música destaca por su envolvente tema de amor, "Ithaca", que, en realidad, era una melodía reciclada de un policíaco francés con Alain Delon titulado El Choque (Le Choc), de 1982.
Éste es su escaso bagaje en Hollywood, con lo que no es de extrañar que siguiese acumulando scores en su país, que era donde más y mejor reconocían su valía. En 1984 es nombrado Caballero de las Artes y las Letras, y en 1988 recibe el premio Radio-France al mejor compositor.
Son los 80 su etapa creativa más intensa y perfeccionista. Demuestra su versatilidad en todos los géneros y estilos posibles, con especial significación en la aportación de músicos de reconocido prestigio en sus partituras: la trompeta de Chet Baker para Yo impongo mi ley a sangre y fuego (Flic ou Voyou, 1979); la armónica de Toots Thielmans en La nuit ensoleillee (1981); y los pianistas Hilary y Howard Shelley en los temas y variaciones para dichos instrumentos en que se convirtió Qui cést ce Garçon? (1987).
Pero será sin duda su capacidad para componer partituras para gran orquesta sinfónica lo que le va a otorgar su status completo como músico de cine. Consigue lo que muy pocos compositores han logrado (entre ellos John Williams y James Horner), que sus trabajos sean interpretados por la Orquesta Sinfónica de Londres: comenzando por Tess, al que seguirán La voz de las armas (Le Choix des Armes, 1981), Il faut tuer Birgitt Haas (1981), En busca del fuego (Quest for Fire, 1981), las fascinantes cuerdas de Fort Saganne (1984) y especialmente El oso (L'Ours, 1988).
El Oso, adaptación más o menos velada de la música de Tchaikowsky, es, hasta hoy, el cénit de su carrera en cuestión de popularidad. Constituía su segunda colaboración con el inquieto y megalómano director naturista Jean-Jacques Annaud tras En busca del fuego, posiblemente la obra más redonda del compositor, con especial relevancia de sus cortes percusivos, coros creando el ambiente primitivo buscado, y temas de pausada relajación usando el instrumento de la flauta de pan. Pero antes de que el film pseudo documental sobre el osezno perdido le involucrase en un efímero punto álgido que le proporcionó sus 15 minutos de fama (bueno, quizá algo más) para luego volver a hibernar en el olvido, El Oso Philippe ya había logrado instalar un estilo propio repleto de melodías inolvidables durante la década:
- Sus sentimentales aproximaciones al mundo de Laurent Heynemann, principalmente Le dernier civil (1984) y Les mois d´avril sont meurtries (1987), quizá con el director que más se ha involucrado en cuestión de melodía;
- El reencuentro con Marco Ferreri en dos extrañas fábulas sobre la humillación y sadismo de la mujer, ambas con Ornella Muti de protagonista, Ordinaria locura (Conte de la folie Ordinarie, 1982) e Historia de Piera (Storia di Piera, 1983), con partituras líricas y algo exóticas;
- El dulce piano que seduce a las Tiernas primas (1983) de David Hamilton, en lo que es una partitura de sorprendente belleza formal y de sorprendente perfección en elaboración musical, con un tono de elegancia que nunca ha vuelto a desarrollar tan exquisitamente;
- Y un buen número de canciones, algunas interpretadas por la misteriosa estrella del cine francés Isabelle Huppert: In the Empty Room, Corrupción (Coup de Tourchon, 1981); y Signe Charlotte, de la película del mismo título de 1985.
La caja de música (1989-2004)
Tras el triunfo internacional del film de Annaud, la carrera de Sarde parece
que vuelve a relanzarse sin complejos, sobre todo a raíz de dos de sus scores más
sobrecogedores y exquisitos escritos en 1990:
- El señor de las moscas (The Lord of the Flies, 1990), nueva
adaptación
de la novela de William Golding, una partitura dotada de un siniestro
lado oscuro que reflejaba la terrible lucha de los niños perdidos. Son ya
clásicos su obsesiva percusión, esos sólos de violín tratados en forma de
cuchilla interpretados por Michael Davis, esas flautas lúdicas, el
uso de los sintetizadores para remarcar la frialdad de los sentimientos de
los chicos, y los coros de niños a medio camino entre el Cielo y el Infierno.
- La caja de música (The Music Box, 1990), score
que gana el Gran Premio de la Fundación Sacem en el Festival de
Cannes. Grabada con la Orquesta Sinfónica de Hungría, y con un
trabajado estudio instrumental sobre la música judía, siempre será recordado
el melancólico "Ann´s Theme", con la voz femenina sirviendo de contrapunto
idóneo para crear uno de sus más pegadizos temas principales. Este film supuso
un nuevo periodo de colaboracióncon el director griego Costa-Gavras,
instalado en Estados Unidos pero que, sin embargo, retornó a Francia con el
film Le petite Apocalipsis (1993). Es interesante reseñar el hecho
de que en la nueva película de Gavras, Mad City (1997), la música
le fue encargada a Thomas Newman, pero el director, que no quedó muy
satisfecho con la partitura, encargó a su amigo Sarde que le escribiese
algunos temas que incluyó en la película, aunque el nombre de Sarde no
fue incluido en los créditos ni tampoco escuchamos ninguno de sus cortes en
el CD oficial que salió a la venta.
Sin embargo,
a pesar de que un año después le llaman para componer música electrónica para
un film americano de ciencia-ficción (Eve of Destruction, en el
que, por cierto, usó las mismas notas que ya había escrito para orquesta en una película
de 1987 titulada Enemigos íntimos), el músico prefiere quedarse en
su "caja
de música" que es Francia, en lugar de seguir buscando fortuna en el
plano internacional, por lo que la década de los 90 le deja sumergido en un buen número
de excelentes trabajos que apenas transpasan la frontera de los Pirineos.
Cierto es que, a medida que avanza el tiempo, va adquiriendo una mayor maestría en la elaboración de partituras, sobre todo en lo que a los instrumentos de cuerda se refiere, hasta el punto de poder ser equiparado a cualquier compositor clásico más que a un simple músico de cine. Se instaura en un cierto status de "músico serio", con una carga de profundidad instrumental mucho más enraizada que antes (hay que recordar, no obstante, que Sarde quizá sea el compositor "menos bromista" de la historia del cine, si es que éste término pudiera ser acuñado. De hecho, sólo recordamos una docena de comedias en sus más de 170 películas).
En el plano estrictamente laboral, alterna grandes producciones francesas con pequeños melodramas urbanos. Entre las primeras merece la pena detenerse en dos películas de Alexandre Arcady sobre el sufrimiento judío como Pour Sacha (1991), con un escalofriante tema a violín, claro antecedente del compuesto por John Williams para La lista de Schindler dos años después; y K (1997), dónde vuelve a utilizar a los Trinity Boys Choir para recalcar la emotividad de los acontecimientos. Para los melodramas de bajo presupuesto podemos citar En la boca no! (J'embrasse pas, 1991), Mi estación favorita (Ma saison preferee, 1993) y Nelly y el Señor Arnaud (Nelly & Monsieur Annaud, 1995), todas ellas con un apreciable tema central que se constituirá en la base del resto del score. También interviene en dos producciones de espadachines tan dispares como La hija de D´Artagnan, sin duda la película más chapucera y aburrida de Tavernier, dónde Sarde logra otra obra maestra al aproximarse a la música barroca utilizando una pequeña orquesta de cámara; y ¡En guardia! (Le Bossu, 1997), sobre otro personaje mítico francés como Lagardere, en el que cambia de registro y, con la Orquesta Sinfónica de Londres, ofrece un gran regalo entre Vivaldi (su obertura) y algunos de sus mejores momentos de cuerdas trepidantes y aventureras que nos remontan a Tess.
Y se involucra en el cine policiaco galo en tres producciones de su hermano Alain Sarde: en la percusión al más puro estilo Morricone de Ley 627 (1992), un documento vigoroso y compulsivo de Tavernier; Max and Jeremy (1992), trepidante y original partitura que es concebida por el autor como un duelo entre el violonchello del personaje de Jeremy (interpretada electrónicamente por Didier Lockwood), y el clarinete que encarna el personaje de Max (tocado por Jack Nimitz); y Los ladrones (Les Voleurs, 1996), dirigida por Techiné, y resuelta musicalmente en 10 movimientos interpretados por un cuarteto de violín, contrabajo, clarinete y violonchello.
El cambio de siglo nos ha traído su participación en thrillers como Entre Chiens et Lopus (2002) y comedias como Sister Mary Explains It All (2001) o Le Mistere de la Chambre Jaune (2003). Pero sin lugar a dudas, ha sido su reencuentro con André Techiné en Les Egares (2003) su obra más interesante.
Su último trabajo hasta la fecha es Collete (2004), que tiene como curiosidad ser la última película de la actriz francesa Marie Trintignant, recientemente asesinada por su novio.
Podemos decir que Philippe Sarde es uno de los mejores compositores europeos de música de cine. Todo ello a pesar de la poca relevancia de las películas en que interviene, la dificultad para encontrar sus bandas sonoras publicadas, y esa aureola de ecléctico y hombre poco dado a las apariciones públicas que le rodean.
Y es que los genios puede que estén escondidos, pero nunca dejarán de ser geniales.
Luis Miguel Carmona
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